Por Fernando Mires | 18 de Enero, 2012 en
Prodavinci
“Parece un museo
pre-histórico”- pensé mientras pasaba el plumero sobre libros del los sesenta y
setenta agolpados en la parte alta de mi biblioteca. Me interesó hojear el más
amarillento: “La transición del capitalismo al socialismo” (Mandel, Sweezy,
Bettelheim)
Hoy, en cambio, debería escribirse libros
sobre la “la transición del comunismo al capitalismo”- me dije sin asomo de
ironía. Pero no conozco ninguno, lo que de veras es un despropósito si uno
piensa no en la ex-URSS o China, sino en la pobre Cuba, la que me hizo pasar,
hace un par de días, un duro ejercicio de tortura intelectual.
Leer la convocatoria
a la Primera Conferencia del PCC que tendrá lugar el 28 de
Enero de 2012 es un sacrificio que no deseo ni a mis enemigos. Monótona,
aburrida, soporífera, cualquier adjetivo similar queda chico. Sin embargo, como
si yo fuera un héroe del trabajo, la leí hasta el final. Y lo hice con la
esperanza de encontrar un signo que sugiriera como Cuba se aproxima hacia algo
parecido a “un cambio”. Nada. Y sin embargo afirmo: de todas maneras se trata
de un documento importante. Quiero decir: hay que mirar ese texto con la
perspectiva de un historiador, como si se tratara de un palimpcesto al que no
hay que entender sino descifrar.
Lo más resaltante de la convocatoria es que
una gran parte está dedicada a las juventudes comunistas. Y si tomamos en
cuenta que el PCC es en estos momentos lo más parecido a un asilo de ancianos,
eso resulta obvio. Más importante es que al gobierno cubano preocupe el tema
del Partido, el que nunca había sido más que un aparato puesto al servicio de
las ocurrencias de Fidel Castro. Ahí reside la diferencia entre Cuba y las
dictaduras comunistas de la ex URSS y de las “democracias populares”. Mientras
en estos últimas el Partido era el organismo hegemónico de la clase dominante,
en la Cuba de los Castro ese rol ha sido ocupado por el Ejército a cuya cabeza
ha estado el dios supremo, algunos familiares y sus amigos íntimos.
Que hoy la renovación del partido se
convierta en tema central, dice algo. Tiene que ver, sin duda, con la
renovación económica que intenta imponer Raúl Castro, cuyo objetivo puede ser
resumido en esta frase: ¿Cómo pasar del comunismo al capitalismo sin soltar el
poder? Ese es, para él, y su “clase”, un dilema existencial.
En ese contexto resulta evidente que el
Ejército y la Policía, fuera de servir de muro de contención a toda disidencia,
carecen de personal adecuado para enfrentar una transición que requiere de
atributos tecnológicos, administrativos y sobre todo empresariales. De ahí se
explica por qué el “raulismo” está intentando un lento traspaso hegemónico del
Ejército al Partido, o lo que es igual: del comunismo militar al capitalismo
burocrático. De ahí también la urgencia por “rejuvenecer” el Partido.
Pero ¿de cuál rejuvenecimiento nos hablan?
¿De uno político o de uno biológico? Leyendo la convocatoria del PCC da la
impresión de que se trata sólo del segundo, algo así como introducir nuevos
sementales en un corral donde los toros ya ni pastan.
La paradoja es que el capital humano que el
PCC busca para desarrollar las fuerzas productivas de la isla existe, pero no
en el Partido. Tanto fuera como dentro de Cuba hay cubanos con capacidades
empresariales. Hay también manos dispuestas a trabajar duro si es que se trata
de salir de la miseria. A su vez, los mejores intelectuales cubanos,
escritores, músicos y artistas, no son comunistas. Muchos han emigrado. Por si
fuera poco, las mujeres más combativas están en la oposición. Hay, no por
último, una nueva generación que desea gozar, no sólo de los beneficios de la
modernización económica, sino también de la política y de la cultural. El
movimiento de “blogueros” opositores –sólo la punta de un iceberg- es el más
dinámico, ingenioso y numeroso de toda América Latina.
Si Raúl entiende algo más de marxismo que
su hermano, debería saber que sólo afuera de ese inútil Partido se encuentran
las “fuerzas productivas” destinadas a impulsar el desarrollo de la nación.
Debería saber, además, que “el capital de todo capital” está formado por seres
humanos los que para expandir sus capacidades requieren de tres libertades muy
elementales. Nada más que tres, las que para ser decretadas no precisan de
ninguna empalangosa convocatoria. Sólo de un par de huevos.
1. Libertad de pensamiento, palabra y
opinión.
2. Libertad de asociación
3. Libertad de movimiento.
La convocatoria del PCC no se refiere, sin
embargo, a ninguna de las tres. Y sin ellas la renovación nunca podrá ser
posible.
Raúl Castro está
perdiendo así su gran oportunidad. Con todo el poder que ya tiene podría haber
pasado a la historia como el liberador de Cuba. La otra alternativa es la de
ser recordado como el último carcelero de una nefasta dinastía. Quizás busca,
en su orfandad, el camino intermedio. ¿No habrá nadie que le diga que ese camino
no existe? ¿O alguien que le recuerde las palabras sabias de Gorbachov cuando
encontrándose en la misma alternativa que el hermano de su hermano, dijo: “la
historia castiga a quien llega demasiado tarde”?