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lunes, 31 de marzo de 2014

En cadena y con testigos, @Mario_Villegas


Por Mario Villegas, 30/03/2014
Columna de Puño Y Letra

A contravía de la precedente semana, la que acaba de concluir ha reforzado la esperanza de que los venezolanos podamos presenciar un diálogo constructivo entre el gobierno y el abanico de fuerzas que componen la oposición política agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática. El detonante de este nuevo impulso anímico ha sido la visita a Venezuela de los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas, la cual parece haber destrancado un juego de irreductibles posiciones encontradas.

La misión de Unasur sorprendió positivamente a los representantes de los más variados sectores del país con los cuales esta celebró contactos directos, según lo han revelado varios de los participantes que adversan las políticas oficiales.

Desde el siempre combativo movimiento estudiantil, pasando por la MUD en todas sus expresiones partidistas, así como la dirigencia empresarial privada, los representantes de diversas iglesias y de las más importantes organizaciones defensoras de los derechos humanos, todos han coincidido en la seriedad y receptividad mostrada por la inmensa mayoría de los cancilleres, a cuyos encuentros habían acudido con muy escasas expectativas dado que Unasur nació por iniciativa del fallecido presidente Hugo Chávez. Pero resulta que en todos los países suramericanos, incluso en los más cercanos políticamente a nuestro gobierno, hay un elemental respeto por la institucionalidad republicana y una dinámica democrática que dista mucho de las formas atropelladoras del chavismo autóctono.

El comunicado final de la comisión de Unasur no deja dudas sobre la utilidad que esta visita ha tenido para los factores críticos al gobierno, pues al registrar la “disposición al diálogo” por parte de “todos los sectores”, el documento echa por tierra las acusaciones gubernamentales de que la MUD y la oposición en general no quieren dialogar. Lo mismo ocurre con el llamado a “moderar el lenguaje”, que evidentemente tiene como primerísimo destinatario al presidente Nicolás Maduro y al resto del liderazgo chavista.

Del mismo modo, cuando la Comisión de cancilleres dice que “ha identificado en sus contactos un firme rechazo de todos los sectores a los lamentables actos recientes de violencia, condenando a cualquier tentativa de ruptura del orden democrático…” deja sin asidero la tesis oficialista de que la MUD está comprometida con la violencia y jugando al golpe de estado.

Carta de la viuda del Sargento Parra de la GNB ¡asesinado!


Carta de Carmen Yorlet, viuda del Sargento Parra, 28/03/2014

¿Cuántos más tienen que morir para que finalice esta guerra sin sentido?... De hermanos contra hermanos.

Ya venimos viviendo problemas sociales difíciles que se han agravado durante los últimos años. Donde para nadie es un secreto la falta de productos de primera necesidad, la escasez de alimentos, medicamentos, repuestos, cauchos, baterías, vehículos, etc.

Cada día que pasa los venezolanos que piensan como muchos de nosotros observamos un país que va como el cangrejo... En retroceso... Y sigue sin dar un paso hacia adelante.

Lo más triste del caso, es que sólo parece funcionar para complacer las necesidad de algunos pocos hambrientos de poder.

El 26 de marzo me despedí de mi esposo, Miguel Parra o como yo le decía, al igual que muchos de ustedes "Migue", quien subía a un viaje largo sin retorno; pues su madre y hermanos me pidieron que sus restos sean sepultados en su tierra, "El Tigrito" (Edo Anzoatégui), al oriente de Venezuela.

Una noche, después de un larga jornada de tres días sin dormir, sin comer, quise prender el TV para ver si conciliaba el sueño y estaban repitiendo un reporte en el cuál el Gran Alto Mando Militar brindaba su total apoyo al Presidente Nicolás Maduro. ¡Qué indignación!... ¡QUÉ IMPOTENCIA!, tristeza... que a pesar de que mi querido esposo no lo habían enterrado siquiera, esos señores hipócritas, que dicen ser amigos y protectores de su tropa están con el enemigo; ya que sus jefes (claro, no todos) en su mayoría brindan el apoyo a un Gobierno que le quedó grande este país. Que si no fuese por la mala administración, despilfarro, corrupción, indiferencia, actualmente esto no estaría pasando.

No existirían reclamos, ni protestas realizadas por un pueblo que sufre, sin oportunidad de empelo digno, que aspira a una mejor calidad de vida; ya que, ¿quién se quejaría de un Gobierno en el cual haya abundancia de alimentos, de medicamentos y de los productos antes mencionados?

Lo que hace el pueblo es protestar...

Protestar ya que se da cuenta de que este Gobierno lo está haciendo mal, muy mal. Los jóvenes estudiantes son los más afectados, quienes egresan de reconocidas universidades con un futuro incierto. No hay empresas donde trabajar, las fábricas las quebró el Gobierno, no existe una real oferta laboral.

Aunado a todo estos problemas tenemos que enterrar todos los días a nuestros seres queridos, esposos, padres, hijos, amigos, profesionales, estudiantes, obreros, viejos,jóvenes y militares.

¡¿Hasta cuándo?!

Van más de 40 muertos, pero aun no he oído, ni visto, que hayan asesinado a un General de División, a un Comandante, a un Coronel, que sean sus hijos o familiares más cercanos los que estén llorando. Los militares que han muerto son de rango de Capitán hacia abajo, porque claro, el alto rango solo está en oficinas, dando órdenes, supervisando en carros blindados, con una carpeta debajo del brazo y quienes salen a la calle a defender los intereses de un Gobierno son los subalternos.

Ellos no tienen que preocuparse por ir a hacer una cola de tres horas para comprar un kilo de leche, amanecer en un Mercal, no tienen que preocuparse por conseguir un producto de primera necesidad ya que por una simple orden lo tienen por fardos, bultos, camiones para ellos y sus allegados.

Pero... ¿para el Guardia Nacional?

A ellos si les toca ir de abasto en abasto para conseguir una mantequilla, un litro de aceite... No por falta de dinero, sino por la falta de los productos.

Venezuela a nivel mundial es uno de los países más ricos del mundo y con el pueblo más pobre. Mis palabras son especialmente para esos militares que arriesgan todos los días su vida por algo sin sentido... Por la situación injusta del país. ¡Únanse!, ¡No se dejen matar! ¡Reclamen sus derechos!... Los están enviando a la calle para ser acribillados.

Me hago una gran pregunta, ¿por qué no sale un General de División o un Coronel, o un Comandante a levantar barricadas?. Guardia Nacional Bolivariano, no dejes a tus hijos, a tu esposa, a tus padres solos... Ya que el que queda en este mundo es el que sufre su valiosa ausencia.

Mi esposo trabajó por casi 27 años, dedicó su vida a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, acudía al trabajo así estuviese enfermo, no recibía reposos. Muchas veces fui testigo cuando lo acompañaba a la consulta y médico le exigía que debía guardar reposo, él no aceptaba, prefería seguir trabajando.

¿Qué queda de todo esto?...

Una medalla de honor, un ascenso post mortem

¿PARA QUÉ?

No confíen en su alto mando militar, son unos traidores... Pero algún día ellos tendrán que recoger las lágrimas de un pueblo que llora a sus muertos.

Carmen Yorlet Castro de Parra
San Juan de Colón, Táchira. 28/03/14


Muchas protestas, pocos cambios



MOISÉS NAÍM 29 MAR 2014
@moisesnaim

Una convocatoria a través de las redes sociales atrae a una muchedumbre, pero luego falta organización

Las protestas callejeras se han puesto de moda. De Bangkok a Caracas y de Madrid a Moscú, no pasa una semana sin que en alguna gran urbe del planeta una muchedumbre tome las calles para criticar al gobierno o para denunciar problemas más amplios, como la desigualdad o la corrupción. Con frecuencia las fotos aéreas de estas marchas impresionan por el intimidante mar de gente que exige cambios. Pero lo más sorprendente es que pocas veces logran su objetivo. Hay una gran desproporción entre la formidable energía política que vemos en las manifestaciones y sus pocos resultados prácticos.

Ciertamente, en Egipto, Túnez o Ucrania las protestas callejeras tuvieron un impacto enorme: derrocaron al Gobierno. Pero son las excepciones. Lo normal es que las grandes marchas no lleguen a nada. Quizás el mejor ejemplo es Ocupa Wall Street. A principios del verano de 2011, este movimiento llegó a estar en las principales calles y plazas de 2.600 ciudades del mundo. En todas , la organización era increíblemente parecida: los participantes no pertenecían a ningún grupo formal, no tenían una estructura jerárquica, ni líderes obvios. Sus formas de acampar, protestar, financiarse y actuar seguían un mismo patrón que se esparcía viralmente por las redes sociales. Y, en todas partes, el mensaje era el mismo: es inaceptable que una élite concentre el 1% de la riqueza mientras que el restante 99% sobrevive a duras penas.

Una iniciativa tan global, multitudinaria y bien organizada debería haber tenido mayor impacto. Pero no fue así. Si bien el tema de la desigualdad económica se debate ahora más que antes, en la práctica no se ha avanzado mucho para combatir el problema. Y el movimiento Ocupa ha desaparecido de los titulares. De hecho, lo común es que las protestas generen solo reacciones retóricas de los gobiernos, pero no mayores cambios políticos. Dilma Rousseff, por ejemplo, reconoció como válidos los motivos de quienes tomaron las calles en Brasil y prometió que se pondría al frente de las reformas necesarias (que aún no se han dado). El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, reaccionó agresivamente a las protestas en su país. Acusó a los manifestantes de formar parte de una muy sofisticada conspiración en su contra y, aparte de intentar bloquear Twitter y YouTube, no son muchos los cambios que el Gobierno ha hecho para responder a las demandas ciudadanas. Algo parecido ha pasado con las marchas contra la violencia en la ciudad de México o contra la corrupción en Nueva Delhi.

¿Por qué? ¿A qué se debe que tanta gente, tan motivada, logre tan poco? Un experimento que llevó a cabo en 2009 el profesor Anders Colding-Jørgensen, de la Universidad de Copenhague, nos da una buena pista. El profesor creó un grupo en Facebook para protestar contra la demolición de la plaza de la Cigüeña, en la capital danesa. En solo una semana, 10.000 personas lo apoyaron y, a las dos semanas, el grupo ya tenía 27.000 miembros. Y ese era el experimento: no había ningún plan para demoler la plaza y el profesor solo quería demostrar lo fácil que era crear un movimiento numeroso usando las redes sociales.

En el mundo de hoy, una convocatoria por Twitter, Facebook o mensajes de texto para protestar contra un abuso o algo que nos indigna atraerá seguramente una muchedumbre. El problema es lo que pasa después de la marcha. A veces termina en confrontaciones violentas con la policía y otras veces no. Pero en todo caso, lo más frecuente es que no exista una organización con la capacidad de dar seguimiento a las exigencias y llevar adelante el complejo, muy personal y más aburrido trabajo político, que es el que produce cambios en las decisiones gubernamentales. Sobre esto, el profesor Zeynep Tufekci ha escrito que "antes de Internet, el tedioso trabajo organizativo necesario para evadir la censura u organizar una protesta también ayudaba a crear la infraestructura que servía de apoyo a la toma de decisiones y a las estrategias para sostener los esfuerzos. Ahora, los movimientos pueden saltar esas etapas, lo cual con frecuencia los debilita". Hay un poderoso motor político prendido en las calles de muchas ciudades. Gira a altas revoluciones y genera mucha energía. Pero ese motor no está conectado con las ruedas y por eso no hay movimiento. Para conectarlo hace falta más contacto humano directo y más organizaciones capaces de hacer trabajo político a la antigua. Es decir, cara a cara. Todos los días.

De un neofascismo light al totalitarismo



Humberto García Larralde Domingo, 30 de marzo de 2014

La gestión de Hugo Chávez encajó bastante fielmente con los cánones del fascismo clásico: evocó mitos épicos (la epopeya independista) para legitimar sus ansias de poder; deliberadamente tergiversó la realidad para “justificar” estos designios; controló a los medios para proyectar una visión maniquea en la que “revolucionarios” se enfrentaban a poderosos enemigos de la Patria.

Tanto externos como internos; concibió a la política como una guerra por otros medios; organizó a los suyos según preceptos militares; desconoció los derechos de la disidencia para implantar un verdadero apartheid político; desató la violencia para aplastar opositores; y demolió las instituciones del Estado de Derecho liberal –entre otras cosas. No obstante, contó con dos recursos poderosos que le ahorraron tener que recurrir a los extremos de violencia, muerte y destrucción de sus antecesores: un carisma indiscutible que aglutinó tras de sí a buena parte del país, y unos ingresos petroleros jamás vistos. El reparto de la renta le hizo creer que no importaba destruir la economía privada, pues contaría para siempre con el apoyo popular. Como dolorosamente han descubierto los venezolanos durante el último año, ello resultó en “pan para hoy, hambre para mañana”.

Muerto el gran embaucador y dilapidada las arcas del Estado entre misiones dispendiosas, regalos y corruptelas, se desnuda la naturaleza fascista del régimen en toda su ferocidad. Lo que ha vivido el país durante el último mes y medio, con su secuela de represión salvaje, muertes y heridos, más de mil detenidos, persecución de dirigentes opositores y de periodistas, y la desolación desatada por bandas armadas y Guardias Nacionales, ha sido un amargo y brusco despertar. Con una eficacia digna de mejor encomio se ha concatenado un terrorismo de Estado contra el cual no parece haber amparo. Y si hubiese duda de que entramos al tenebroso túnel del totalitarismo, el régimen afianza su neolengua para encubrir crímenes e implantar la única verdad aceptable: la suya. Los “diálogos para la paz” se convocan insultando a opositores y conculcándoles sus derechos; los Guardias Nacionales que golpean y matan a mujeres desarmadas son “valientes”; se califica de “ejemplar” la conducta de las bandas paramilitares que aterrorizan a la población; los que cometen y amparan desde el poder estos desmanes llaman “fascistas” a los luchadores por la democracia; y, a pesar de la convulsión social y política que sacude al país, todo está “normal”.

Pero, al igual que salió a la superficie el rostro sanguinario y desalmado del fascismo duro, también emergieron, de manera cada vez más resuelta, las reservas morales, democráticas y libertarias que anidan en este noble pueblo, en particular, en su juventud. A estas alturas está bastante claro que la represión, lejos de aplacar la protesta, ha contribuido a afianzarla, en rechazo de estas prácticas dictatoriales. Entonces, ¿Por qué persiste el régimen en su camino destructivo y equivocado?

Es obvio que los que usufructúan a sus anchas el poder tienen demasiado que perder soltándolo. Las cifras oficiales del BCV permiten calcular que, durante los últimos quince años, pasaron por las manos de los que administran el Estado más de USA $1,3 billones (millones de millones), un promedio anual de casi $90 millardos, cifra varias veces superior a la de cualquier gobierno pasado. Más allá, la demolición de los contrapesos al Presidente, la falta de transparencia y de rendición de cuentas, y el usufructo discrecional y clientelar de estos dineros, se ha traducido en un formidable dispositivo de expoliación que ha enriquecido mucho a unos pocos, a la par que compró amplio apoyo político, interno y externo, para perpetuarse en el poder. Partir con estas mieles es simplemente inaceptable para quienes carecen notoriamente de méritos para justificarlas.

Sin embargo, aún más grave es la terrible descomposición moral y de valores que se ha producido en el ejercicio del poder. Las triquiñuelas en la OEA para evitar que María Corina hablara, la mentira descarada y repetida para enrostrarle a otros sus propias culpas –v.g. la estupidez de la guerra económica como coartada a su desastrosa conducción de lo económico-, la deshumanización y el desprecio por la vida de los demás puesta de manifiesto en los episodios de represión recientes, la depravación revelada en los testimonios de estudiantes torturados, la burla desvergonzada delas leyes por parte de un poder judicial demasiado presto a complacer al ejecutivo en todo, el desprecio por la voluntad popular al querer despojar a alcaldes y diputados electos, y la sustitución de toda norma legal por “el que me da la gana” -como es el caso de la negativa del alcalde Rodríguez en permitir que los estudiantes marchen al Distrito Libertador-, dibujan una situación de creciente anomia, en la que se enseñorea el malandraje y la violencia de bandas armadas protegidas por el Gobierno. Han soltado amarras con todo lo que significa decencia, respeto, convivencia democrática porque creen que con la barbarie se impondrán definitivamente a la protesta ciudadana.

Y en esta prolongada e intermitente versión criolla de la noche de los cristales rotos, resalta como máximo exponente de tanta perversión, el capitán Diosdado Cabello. Arremete con una absurda acusación contra Teodoro Petkoff y Tal Cual, y despliega toda su patanería para despojar “a lo macho” a María Corina Machado de su condición de diputada, porque no soporta que personas ampliamente reconocidas por su integridad, verticalidad y apego a principios de justicia y libertad, señalen con su verbo valiente y certero el abismo moral en que ha caído esta “revolución”. Como dice el dicho, “es a la sombra que prospera el crimen”. Lo humilla el honroso historial de luchas de Teodoro y la valerosa y digna actitud asumida por María Corina. Apelando a otro aforismo, la inquina y el resentimiento que exudan Cabello y los suyos en contra de ambos, no son más que “el tributo que paga el vicio a la virtud”.

De manera que hemos caído de nuevo en la disyuntiva entre civilización y barbarie que inmortalizó hace cien años Gallegos en Doña Bárbara. La acción política de los herederos de Chávez, como lo muestra Cabello, adquiere ahora una dimensión visceral en la que los bajos instintos tienen rienda suelta. En uno de sus escasas confesiones honestas, Diosdado señaló que el “comandante eterno” era quién los “contenía”. Pero tampoco el amado mentor sale liso de tanto desmán: se cosecha hoy sus catorce años de invectivas y de odios contra quienes lo adversaron.

Los militares fascistas creen estar en el país de Carujo, en el que predominan los fuertes. Toca a los venezolanos reivindicar a Vargas y hacer que el nuestro sea “el país de los justos”.