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miércoles, 10 de junio de 2015

Maduro, según Freud, por @CarlosPagni

CARLOS PAGNI 8 JUN 2015

El papa Francisco esperaba a Nicolás Maduro el domingo pasado a la mañana. Pero el presidente venezolano se ausentó. Adujo que una otitis le impedía viajar. Si no fuera porque visitaría un lugar sagrado, se diría que el trastorno fue providencial: la reunión en el Vaticano prometía llevar a un clímax la presión para que el régimen de Maduro deje de violar los derechos humanos. El Pontífice pensaba reclamar la libertad de los presos políticos e iba a hacer figurar el pedido en el comunicado sobre la reunión. Freud esbozaría una sonrisa. Maduro contrajo una dolencia en el oído cuando el problema era lo que tendría que escuchar.

La frustrada entrevista en Roma fue propicia para una nueva ola de protestas por el arbitrario cautiverio de varios líderes opositores. El viernes pasado, Francisco recibió una carta en la que los expresidentes de Colombia, Andrés Pastrana, y de Bolivia, Jorge Quiroga, solicitaban su intervención “para que la tierra de Bolívar recupere la democracia y la libertad”. Pastrana y Quiroga denunciaron las condiciones inhumanas en que se encuentran los presos políticos, que ellos corroboraron durante una visita a Venezuela.

El mismo día, el director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, solicitó al Papa que interceda por los opositores Leopoldo López, Daniel Ceballos, Vicencio Scarano, Antonio Ledezma, María Corina Machado y Carlos Vecchio. López y Ceballos realizan una huelga de hambre reclamando una fecha para las elecciones legislativas.

A estos reproches y súplicas se suman los de la propia Iglesia. Hace ocho días, el arzobispo Roberto Lückert, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, visitó al Papa. Al salir de la entrevista, declaró que “el Santo Padre no entiende cómo con todos los recursos Venezuela tiene tanta pobreza”. Y adelantó que Jorge Bergoglio “no visitará nuestro país mientras haya presos políticos”.

Al regresar a Venezuela, Lückert reclamó a las autoridades que permitan que los confinados sean visitados por la Cruz Roja y por la comisión episcopal de Justicia y Paz, que él preside. Sobre todo Ceballos, que está muy deteriorado. Al mismo tiempo, la Mesa de la Unidad Democrática, que reúne a la oposición, convocó a una vigilia en numerosos templos para, mientras Maduro visitaba al Papa, pedir por los dirigentes cautivos. Éste es el marco en que Felipe González llegó a Caracas para asistir a los abogados de los perseguidos.

Maduro debe enfrentar estas protestas en un contexto cada vez más tormentoso. El Papa se ha rodeado de colaboradores que le conocen mucho y le aprecian poco. El secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, fue hasta 2013 nuncio en Caracas. Y el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa y presidente de la comisión designada por Bergoglio para la reforma de la Curia, ha sido de los prelados más severos con el régimen venezolano. Hugo Chávez llegó a tratarlo de “loro vestido de cardenal” y “payaso imperialista”.

El desencuentro de Maduro con la Iglesia se agravó el año pasado. Parolin dispuso que el nuncio en Caracas, Aldo Giordano, encabezara una mediación entre el Gobierno y sus rivales. El Presidente la aceptó, pero apenas cedieron las manifestaciones en las calles suspendió las reuniones.

Con el tiempo se conocieron algunas informaciones que explican cuán inoportuno fue el desaire. El Papa, que se había ofrecido como puente entre los venezolanos, estaba apadrinando el acercamiento de Barack Obama con los Castro, los principales aliados de Maduro. El cerco seguirá extendiéndose el mes próximo, cuando Francisco visite a Evo Morales y Rafael Correa, dos bolivarianos.

Resulta estéril analizar el comportamiento del chavismo con las categorías de un proyecto pluralista y democrático. La otitis es metafórica. El régimen no oye. Sólo habla. Y se dirige, cada vez con peores argumentos, a un “nosotros” al que pretende conservar. Las penurias que Chávez vino a superar se vuelven, con la escasez, cada día más borrosas. Maduro debe amenazar con el futuro. Es lo que acaba de hacer: “Prepárense para un tiempo de masacre si fracasa el socialismo”. Difícil distinguir si fue un pronóstico o un proyecto.


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