Por Jesús Chuo
Torrealba, 07/06/2015
El domingo pasado
dejamos planteada la disyuntiva que enfrenta el pueblo democrático de
Venezuela: Ganar unidos o dividirse y perder. O retomar el camino de
errores que entre febrero y septiembre del 2014 llevó a la oposición venezolana
a enfrentamientos, divisiones y renuncias, o perseverar en el camino que entre
octubre de 2014 y mayo de 2015 nos ha conducido a triplicar al gobierno en
materia de intención de voto y al fortalecimiento interno que se expresó en el
triunfo de nuestras elecciones primarias del 17M.
Afortunadamente, la
presión de la ciudadanía que quiere unidad, la madurez de las direcciones de
las organizaciones políticas que integran la alianza opositora y sobre todo un
claro sentido de responsabilidad para con el país, son factores que han determinado
que el camino escogido sea el camino de victoria, el camino de la Unidad.
Esa escogencia se plasmó en la Agenda Unitaria de Lucha por la Libertad
de los Presos Políticos y por la salud de la democracia venezolana, planteada
al país a mediados de la semana que acaba de concluir. Lilian Tintori,
Mitzy Capriles de Ledezma, Julio Borges, Freddy Guevara y quien esto escribe
presentamos al país esta agenda que es mucho más que un cronograma de
actividades: Es el compromiso de fortalecer la unitad política para que
esta a su vez pueda convocar y articular la unidad nacional, indispensable no
sólo para vencer electoralmente al oficialismo en las próximas elecciones
parlamentarias, sino para seguir avanzando hasta rescatar para Venezuela a
todas las instituciones hoy confiscadas por una secta política corrupta,
ineficiente y totalitaria, y así colocar finalmente al Poder político al
servicio de todos los venezolanos.
Porque ese es el
reto que enfrentamos: ¡El reto del Poder! El asunto aquí no es “sacar
unos diputados más o unos diputados menos”. El problema de fondo no es
dilucidar quien es el primer o el segundo partido de la oposición. El
tema real es que el Poder en nuestro país viene siendo usado para agredir al
pueblo en forma brutal: La escasez, la carestía, la inseguridad desbocada, el
deterioro salvaje de todas la redes de servicio público, son algunas de las
diversas formas que asume en la cotidianidad esta agresión del Poder contra el
ciudadano como individuo y contra el pueblo como conjunto. Esta agresión ha
generado un profundo malestar social, que ha unido a la inmensa mayoría de los
venezolanos contra el gobierno. Eso es un hecho constatable en las encuestas y,
sobre todo, en la calle.
Enfrentar
exitosamente ese reto pasa por llegar unidos y ganar unidos las elecciones
parlamentarias, pero en realidad va mucho más allá. Es necesario que esa
mayoría democrática en la Asamblea Nacional actúe con coherencia en el duro
tránsito que entonces se abrirá. Avanzar desde el poder legislativo, ajustando
la estructura y funcionamiento de otros poderes públicos a lo que prevé la
Constitución, sancionando a corruptos e ineficientes y liderando al país en la
construcción de soluciones concretas a los problemas más urgentes que
enfrentamos los venezolanos, requerirá tener un campo democrático no
circunstancialmente unido por una alianza electoral, sino sólidamente
articulado en torno a un proyecto de cambio.
Es muy probable
incluso que el desarrollo de ese proceso de construcción de soluciones honestas
y democráticas a los problemas que la corrupción totalitaria ha ocasionado,
conduzca a Venezuela a resolver anticipadamente -mediante los mecanismos
pacíficos y electorales que la Constitución al efecto prevé- el severo escollo
de tener un Poder Ejecutivo que en vez apoyar las soluciones en realidad es el
centro del problema. También en esa muy probable eventualidad (mejor dicho:
sobre todo en esa muy probable eventualidad) será de importancia capital que el
campo democrático este fuertemente cohesionado y consciente de que el gobierno
que en primera instancia habrá de suceder a esta catástrofe tendrá que ser,
para poder atender la amplitud y profundidad de la crisis, un gobierno de
unidad nacional.
…Y construir un
gobierno de Unidad implica que la lucha para llegar a él también sea unitaria.
Y eso es un asunto de discursos, si, pero también y fundamentalmente de
conductas. Una alianza política (y la Unidad Democrática venezolana es
precisamente eso, no un partido sino una alianza de partidos) es un espacio en
el que coinciden fuerzas que son distintas entre si, involucradas en la
búsqueda de objetivos comunes. Para que fuerzas disímiles se mantengan unidas,
remando juntas en una misma dirección, necesitan tener reglas de funcionamiento
y trabajo conjunto. Y necesitan que esas reglas se cumplan. En un país en que
16 años de chavo-diosdado-madurismo han empujado a toda la sociedad no solo a
incumplir las reglas, sino incluso a despreciarlas, es entendible que hasta
algún sector de la ciudadanía opositora haya llegado a creer que las reglas que
hacen posible la Unidad solo se deben cumplir cuando a uno le provoca o
conviene.
Es entonces
prudente recordar que el chavo-diosdado-madurismo no es sólo el escombro de lo
que alguna vez fue un sueño popular, no es sólo una maquinaria presupuestívora,
una macolla de corruptos o una piara de adulantes. El oficialismo también es
una cultura política, un conjunto de anti valores que durante 16 años han sido
hegemónicos. Algunas de las claves de identidad de esa “cultura política” son
la exaltación del liderazgo mesiánico, el culto a la personalidad, el desprecio
por las instituciones y las reglas del juego, la descalificación sistemática de
toda opinión divergente e incluso la destrucción moral de quien la emita,
sustituyendo argumentos por insultos y destruyendo personas en vez de debatir
posiciones. Todo ello, incluyendo esa perversión machista-militarista que es la
llamada “política testicular” (la primitiva creencia de que hacer o no hacer
las cosas depende de “tener bolas” o no tenerlas…) forma parte de la cultura
política del oficialismo, forma parte no solo de lo que hay que vencer, sino
sobre todo de lo que hay que superar.
Ese es el camino de
victoria. Mantenerse unidos, expandir y fortalecer la Unidad no solo es una
suma aritmética para enfrentar una necesidad táctica. Es además y sobre todo
una forma concreta de reconstruir la cultura política democrática, con
principios y valores ajustados a una práctica congruente. Porque eso y no otra
cosa es el rescate de la ética en la política: la coherencia de pensamiento,
palabra y obra, articulados en conducta cotidiana.
Porque lo que le
estamos ofreciendo a los venezolanos no es el cambio de una camarilla por otra,
un “quítate tú para ponerme yo”, salir de un chavismo rojo para cambiarlo por
otro azul, anaranjado, amarillo o de cualquier otro color. En realidad lo que
le estamos ofreciendo a los venezolanos es cambiar el camino al desastre que
actualmente transita el país por un camino venezolano al primer mundo. Así, sin
etiquetas ideológicas que nos dividan. Un camino que lleve a Venezuela a ser un
país con alta calidad de vida para todos. Un país del que nadie quiera irse. Un
país atraiga como un imán a todo aquel que quiera construir una vida con
prosperidad y en libertad. ¡Palante!
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