por Nelson Freitez
Bastante tienen las
experiencias históricas del Cooperativismo venezolano que aportar al cambio de
las actuales leyes del llamado “Poder Popular” elaboradas por una “mayoría”
poco representativa del Parlamento que está próximo a ser cambiado y en la
elaboración de nuevas leyes que estimulen apropiadamente la iniciativa asociada
de la población. En varios estados del país se fueron fraguando por décadas, en
medio de la Venezuela rentista y estatista, iniciativas de organización social,
producción y consumo del cooperativismo que, superando la dependencia del
financiamiento y la tutela estatal y partidista, pudieron consolidar procesos
consistentes de autogestión y alto impacto social.
Estas experiencias de
producción agrícola, otorgamiento de créditos, abastecimiento de alimentos,
gestión de salud, distribución de gas, servicios de educación, han demostrado
que desde la organización autónoma de población, se puede contribuir
significativamente a enfrentar sus necesidades, sin depender del gobierno al
generar e incrementar con participación comunitaria sus propios recursos.
En éstas se encuentran
respuestas construidas socialmente durante décadas sobre cómo promover y
constituir organizaciones participativas, democráticas y responsables; cómo
organizar la producción y la distribución de bienes y servicios de forma
equitativa y eficiente; cómo administrar los recursos y distribuirlos con
transparencia y justicia; cómo crear relaciones de intercambio que eviten la
especulación e irracionalidad en costos, precios y remuneraciones; cómo asumir
crecientemente las necesidades comunitarias y cómo atenderlas integralmente sin
generar dependencia en las comunidades;así como cuál debe ser el papel del
Estado y hasta dónde debe llegar su rol promotor, financiador o supervisor.
En fin, una multiplicidad de
aprendizajes sociales, producidos desde nuestras propias realidades sociales,
con la gente de nuestras comunidades, en el marco de los problemas
estructurales y coyunturales que hemos vivido como nación en las últimos 50
años. Esta vital fuente de conocimiento y de referencias no puede ser obviada
ni descartada, por corresponder con procesos surgidos y desarrollados por
familias, grupos y personas excluidos de los centros de poder económico,
financiero y político, que a través de sus organizaciones solidarias y
participativas, pudieron construir relaciones sociales de producción e
intercambio, y que representan hoy una superación, tanto del modelo del
capitalismo de Estado dispensador clientelar de la renta petrolera, como del
modelo estatista burocrático del llamado “socialismo del siglo XXI”, igualmente
rentista y depredador del excedente nacional.
La próxima Asamblea Nacional
electa el 6D tendrá que ocuparse exhaustivamente de revisar las leyes del
“poder popular” para desmontar todo el frondoso conglomerado de estructuras y
procesos burocráticos de centralización del poder y control de las iniciativas
de la población que están plasmados en éstas. Con el argumento de “transferir
poder al pueblo” se configuró un “Estado Descomunal” –como lo llamó Margarita
López Maya- que en esencia lo que genera es dependencia e inhibición de las
energías y emprendimientos de la población popular, subordinando a la gente a
las cúpulas estatales y partidistas, así como fomentando una existencia
parasitaria de empresas y organizaciones sociales del financiamiento de la
renta petrolera.
El aún vigoroso y diverso
cooperativismo venezolano, ha sorteado todo tipo de barreras y obstáculos en
los 3 últimos lustros, logrando no sólo sobrevivir, sino en algunos casos, -a
contracorriente del asfixiante y demagógico control estatista-, pudo incluso
expandirse. Por tanto, tiene mucho que decirnos sobre la construcción de una
economía productiva, equitativa y eficiente, al margen de la explotación del
trabajo humano y la depredación de la naturaleza.
06-11-15
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