JOAQUÍN VILLALOBOS 05 de agosto de 2016
La
escasez y dificultades que afrontaron Cuba, durante el periodo especial, y
Nicaragua, durante la guerra contrarrevolucionaria, fueron más graves que la
actual situación de Venezuela. Pero tanto en Cuba como en Nicaragua no hubo
saqueos y tampoco los barrios populares acabaron dominados por delincuentes. La
ineficiencia productiva es común en las revoluciones marxistas; sin embargo,
tienen gran capacidad para enfrentarse a momentos difíciles, organizar a la
gente y distribuir de forma eficiente lo escaso. Con la autollamada Revolución
bolivariana,Caracas se convirtió en la ciudad más violenta del mundo, en
tiempos de abundancia se perdían toneladas de alimentos y ahora con la escasez
ocurren hasta tres saqueos por día.
Cuando
se juzga al régimen venezolano desde la democracia y el mercado, los vacíos son
evidentes. En las actuales circunstancias resulta útil analizarlo desde su
propia definición como revolución. No hubo en Venezuela una revuelta popular,
ni derrumbe ni refundación de las instituciones preexistentes. El chavismo
combinó tres factores: caudillo, votos y dinero. El carisma del caudillo atrajo
los votos y la abundancia de dinero hizo el resto. Una mayoría electoral
prolongada por los precios del petróleo y los errores de la oposición le
permitieron al régimen controlar las instituciones. No existe revolución, sino
Gobiernos electos como en el resto del continente.
El
dinero ha sido el principal factor de cohesión del régimen venezolano; en vez
de un partido revolucionario construido con voluntarios unidos por la mística,
el espíritu de sacrificio, la ideología y la capacidad de organización, los
chavistas son una fuerza política que mezcla radicales ideológicos con personas
que buscan enriquecerse. La inexistencia de un partido revolucionario es la
razón por la cual la situación es más dramática que en los casos de Cuba y
Nicaragua.
Todas
las revoluciones marxistas han generado escasez, emigración y mercado negro. La
diferencia es que en Venezuela gran parte del mercado negro y de las
actividades criminales que afectan a la población son controladas por los
propios colectivos chavistas con policías y guardias bolivarianos. Esta
situación de miseria abajo coincide con opulencia en las elites dirigentes
bolivarianas. El dinero como factor de cohesión “revolucionaria” derivó en un
oportunismo de características más delictivas que políticas dentro del propio
partido. Por ello, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP)
que Maduro presentó como solución fracasaron rápidamente. Ahora ha anunciado la
“Gran Misión Abastecimiento Seguro”, que será manejada por los militares. Pero
los generales venezolanos padecen el mismo mal del partido de mucho dinero y
poco esfuerzo.
Los
chavistas se compraron la idea de que eran una revolución y otros les hicieron
creer que así era. Ahora el régimen está atrapado entre esa supuesta revolución
que, según ellos, les da derecho de permanencia en el poder, y la pérdida de la
mayoría electoral, que los obliga a dejar el Gobierno. El Gobierno de Maduro no
puede ni atender ni resolver la emergencia humanitaria. Para atenderla
necesitaría un partido con disciplina, en vez de colectivos fuertemente
contaminados por delincuentes. Para resolverla necesitaría recuperar la confianza
del mercado después de haber expropiado más de 1.200 empresas. Sin ser
revolución ni democracia no hay ninguna posibilidad de que Maduro atenúe la
crisis. Lo seguro es que Venezuela seguirá empeorando con graves resultados
para los venezolanos, para Latinoamérica e incluso para el futuro político del
partido chavista.
En
Cuba, donde sí hubo revolución y no ha habido elecciones en medio siglo, la
posibilidad de un cambio ordenado y pacífico descansa, en última instancia, en
el control que tiene el régimen y en la inexistencia de una oposición fuerte.
Allí, para lograr una liberalización política es necesario primero liberalizar
la economía. En Venezuela, por el contrario, ha habido 19 elecciones en 17
años, existen partidos políticos y la oposición es ahora mayoría. Allí, para
reactivar la economía es indispensable primero un cambio político. Las guerras
de Centroamérica, las crisis de Perú y Argentina en el 2000 y muchos otros
conflictos o preconflictos en el mundo acabaron en elecciones. Es por lo tanto
elemental, la salida más ordenada y pacífica a la crisis de Venezuela es
realizar un referéndum revocatorio a la mayor brevedad posible, tal como
establece su Constitución.
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