EMILIO NOUEL 05 de agosto de 2016
El
lamentable culebrón en que se está convirtiendo lo acontecido en Mercosur con
la presidencia pro témpore, nos ofrece la posibilidad de comprender mejor la
crisis que arrastra ese bloque comercial, y cuyo desenlace luce incierto.
Razón
tenía un amigo chileno hace unos cuantos años cuando me decía que prefería que
su país no entrara a Mercosur como miembro pleno, porque, a su juicio, eso era
un quilombo, es decir, un despelote.
Y
estaba en lo cierto. Si bien el régimen comercial había alcanzado logros
importantes, y en sus inicios prometió mucho, adolecía de un grave mal nunca
corregido: la debilidad institucional, derivada del papel determinante que
seguían jugando los gobiernos en detrimento de las instancias creadas por los
Tratados, carentes éstas de autonomía. No hay supranacionalidad como en la
Unión Europea o la CAN.
Esta
dificultad de fondo marcará a la organización en materia de puesta en vigencia
de las normativas, pues muchas de éstas -las que apuntaban a modificar los
ordenamientos jurídicos nacionales- iban a requerir la ratificación de los
parlamentos, lo cual ponía en manos de éstos, la responsabilidad de hacer
efectivo lo acordado.
El
balance es harto conocido. Alrededor del 50% de las regulaciones aprobadas en
las instancias del bloque no están vigentes en todos los países; esto sin
mencionar los incumplimientos de normas en vigor. La política interior y la
exterior no están en armonía, y esto perjudica el proceso de integración.
He
aquí el quilombo del que nos hablaba el amigo.
Han
pasado ya 25 años. Con sus altibajos, en la última década llegaron a los
gobiernos fuerzas políticas que traían orientaciones ideológicas distintas.
Movimientos populistas de izquierda, cada uno con matices, tomaron las riendas
en países de Mercosur. Había que darle, según la retórica enarbolada, un
contenido “más social” a la integración, lo cual se traducía en pasar del
énfasis en lo comercial a imponer lo político.
Aunque
en el fondo los principios de mercado y libre comercio seguían imperando, no
dejó de afectar negativamente la marcha del proceso integrador.
Como
si esto no fuera suficiente, se acepta en 2006 a un país, cuyo gobernante
comulgaba con aquellas ideas políticas, y que incluso antes de ingresar planteó
el “reseteo” del bloque.
Cinco
años pasaron antes de que Venezuela fuera admitida. Dos países tenían reservas:
Brasil y Paraguay. Al fin, sólo mediante una triquiñuela violatoria de las
normas, pudo convertirse en miembro de pleno derecho.
Mientras
duró el boom de los commodities, los gobiernos de Mercosur se mantuvieron
fuertes, gozando del favor popular. Pero sus políticas económicas equivocadas
ya estaban haciendo la cama a la crisis que vendría con la caída de los
precios. No prever el tiempo de las vacas flacas, ni ahorrar de manera
previsiva, trajo las dificultades que se están viviendo hoy.
Pero
las tornas también cambiaron en lo político. Cayeron todos los gobiernos
izquierdistas-populistas que habían efectuado el viraje político-ideológico en
Mercosur.
Y el
gobierno venezolano quedó íngrimo y solo, con el apoyo de un sector del
gobierno uruguayo.
Tiene
en contra al gobierno paraguayo quien fue víctima principal de una violación a
la normativa cuando fue suspendido, lo que permitió el ingreso de Venezuela de
mano de amigos ideológicos. Paraguay no olvida que en tal ocasión, Maduro fue a
soliviantar a las FFAA de ese país para que repusieran al cura Lugo, quien
había sido destituido de la presidencia conforme a la Constitución. Maduro fue
declarado persona non grata.
Igualmente,
se ganó de enemigo al nuevo gobierno de Brasil, acusando al presidente
interino, Michel Temer, de golpista, cuando todos sabemos que su ascenso se
debe a un impeachment contra D. Rousseff.
Otro
adversario que se compraron los chavistas es el Presidente Mauricio Macri, a
quien han tildado de derechista, burgués y vendido al imperialismo, todo porque
ha permitido que la podredumbre kirchnerista, aliada de chavismo, haya salido a
flote.
Entonces:
¿Quién fue el que se labró tal animadversión en el entorno del bloque
comercial, sino el gobierno venezolano mismo con su conducta torpe?
¿Por
qué quejarse ahora de la no entrega de la presidencia rotativa cuando se
participó en argucias ilegales que maltrataron a algunos gobiernos?
¿Con
cuáles credenciales se aspira a que admitan de buen grado a un gobierno en el
seno de una organización, cuando su comportamiento está en abierta
contradicción con los principios económicos de esta última?
¿No
fue acaso el énfasis en lo político lo que ha generado el encontronazo
presente?
¿Cree
el gobierno que “a la machinberra” van a aceptarle que presida sin cumplir con
los compromisos y formalidades establecidas?
¿Está
en sus cabales al acusar ahora a gobernantes de Argentina, Brasil y Paraguay de
ser una nueva “Triple Alianza de la derecha”, de “Plan Cóndor”, “contra el
bolivarianismo”?
Sin
duda, aquellos polvos trajeron estos lodos. Que se vaya olvidando Maduro de
presidir Mercosur, mucho menos ahora que su cancillería, haciendo gala de la
elegancia diplomática que la caracteriza, ha insultado a los gobiernos del
bloque. Pareciera que será una comisión de Ministros la que dirigirá a Mercosur
los próximos meses. De nada le servirá la aprobación apresurada que ha hecho de
Resoluciones mercosurianas, en días recientes, las cuales la desidia tenía
engavetadas en los Ministerios.
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