Por Arnaldo Esté
El poder se realiza en
víctimas a las cuales finge salvar con caridades: empleos públicos, bolsas de
comida, bonos, misiones. Una relación muy antigua, con amplia bibliografía y
ejercicio, que genera una mutua dependencia. En el fondo, tanto los poderosos como
los siervos resultan negados en su dignidad e invalidados para la conciencia y
la creación. Una relación de poder y servidumbre que para nuestro caso, y desde
hace décadas, se cultivó como petrofilia, también pobremente llamada rentismo.
3 millones de empleados
públicos –con respeto a los valientes disidentes– y otros beneficiarios
carnetizados y vigilados para evidenciar la relación de dominio y terror se
puede decir que forman el núcleo duro de los seguidores y votantes del
gobierno: los 4 millones de las elecciones regionales y seguramente los que
también –en realidad– lo hicieron para la asamblea constituyente. Siervos, que,
como bien se sabe, resultan fieros cuando son desengañados.
De aquí que la mayor tarea de
recuperación sea la de los aprendizajes y la educación, del ejercicio, tanto
como se pueda, del residuo de dignidad que queda en la mayor parte de la
población. Aprendizajes que se lograrán en el ejercicio social de la
organización, la producción, el trabajo, la creación y, particularmente, en la
educación formal transformando las aulas en ambientes de aprendizaje donde se
profundice la democracia, interactivos, constructivos, vinculados a problemas
pertinentes y al ejercicio formativo de valores y competencias.
Luego de la resaca actual, vendrán
otros eventos. Otras elecciones fraudulentas y las emergencias dolorosas de la
mengua y el hambre y la angustia derivada del propio derrumbe del país.
Habrá que participar, incluso,
en el ejercicio de la pedagogía del error que nos dice que de ellos se adquiere
saber. Habrá que superar la emergencia de los egoísmos de sobrevivientes y el
aderezo de las mutuas acusaciones. Y posiblemente surgirán nuevos liderazgos o
se sabrán superar algunos de los ya existentes.
Estar claros en la vocación de
poder dictatorial del gobierno, que lo llevará a todo tipo de acciones en un
curso confuso de violencia y fachada de legalidad.
Compensa saber que la
discusión es continua, que son muchos los grupos que por vía virtual, en redes
y correos, o presencialmente y en escritos se realizan y se trata de
profundizar en la comprensión de lo que somos y en las maneras y vías de salir
adelante. Tal podría ser el curso que podría transformar la crisis en un gran
salto.
En el fondo, el poder y sus
actores saben de su transitoriedad, de su inevitable salida, y no pueden evitar
las cuentas y deudas que acumulan, y el mundo cada vez más angosto para el
disfrute de lo mal habido.
11-11-17
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