Fernando Mires 03 de enero de 2018
La
gente que es brutal cuando se ensaña, la gente que es feliz cuando hace un mal
(Tango “Infamia”, música y letra de Enrique Santos Discépolo)
1.
Ya ni
siquiera asombran. La impunidad con que las neodictaduras del siglo XXl violan
las reglas, no digamos de la democracia sino las de la política, se ha
convertido en algo tan normal como leer que en Europa nieva y en América Latina
hace calor. Sin embargo, uno de los imperativos del ser moral es no aceptar a
la infamia como hecho cotidiano.
¿Cabe
acaso esperar el bien de una dictadura? Evidentemente no. De una dictadura solo
cabe esperar infamias. El problema es otro. De lo que se trata es que a diferencias
de las dictaduras clásicas, las neo, las de nuestro tiempo, realizan su infamia
de acuerdo a pautas que rigen en los sistemas constitucionales modernos. Vale
decir, cometen doble infamia: atropellan los derechos más elementales y,
además, lo hacen de acuerdo a la constitución y las leyes, pero de una
constitución y de unas leyes hechas por ellos. De este modo no solamente dañan
cuerpos y almas, como las dictaduras de antaño. Su claro propósito es que la
ciudadanía sepa que no cuenta con ninguna protección. Ni institucional ni
legal.
Si se
nos pidiera caracterizar de modo somero a las neo-dictaduras del siglo XXl
habría que decir que, mientras en las de antaño el poder carecía de legalidad,
en las últimas, el poder se deduce de la legalidad, pero de una legalidad
construida por ese mismo poder. En eso pensé mientras leía el comunicado del
Tribunal Electoral de Rusia mediante el cual fue inhabilitada la candidatura de
Alexis Navalny, único líder opositor a Putin (antes hubo otros, pero han sido
asesinados)
2.
La
inhabilitación de Navalny era la esperada. Al fin, son las reglas del poder
dictatorial: cada vez que aparece un opositor con don de líder, ha de ser
rápidamente inhabilitado, si no biológicamente, por lo menos, por vía
administrativa. Así y todo llama la atención el texto del Tribunal Electoral.
Desde el punto de vista formal es impecable. Cita leyes e incisos. ¿Una
farsa? No necesariamente. La farsa es el
Tribunal Electoral, nombrado por el propio Putin. Pero el procedimiento no lo
es.
¿Para
qué tanta parafernalia legalista y leguleya? ¿Por qué las dictaduras de nuestro
tiempo se obstinan en presentarse como guardianes de la Constitución? El hecho no es en sí tan raro. Sabido es que
los “capos” de organizaciones delictivas mantienen todos sus papeles en orden.
Incluso pagan rigurosamente los impuestos. No faltan las que financian
instituciones de beneficencia, las que fundan escuelas para niños
discapacitados, y por cierto, las que donan grandes sumas a los “países del
tercer mundo”. Mientras más horrendos los crímenes que ocultan, más impecable
será la fachada legal.
Ahora,
si se da el caso de que las mafias organizadas en partidos logran apoderarse
del estado, puede suceder lo mismo, pero esta vez en el ámbito nacional. Las
infamias aparecerán ocultas bajo el manto de la ley.
3.
El
procedimiento empleado por Putin, a saber, seleccionar a los líderes de la
oposición inhabilitando a sus adversarios más peligrosos, ha hecho escuela
entre sus hijos predilectos. En su mayoría, ellos hablan español. Todos son
re-eleccionistas, díganse de derecha como en Honduras, díganse de izquierdas
como en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Todos intentan eliminar en nombre
de la ley a sus adversarios, todos se sirven de las instituciones públicas para
cometer fechorías, todas legitiman sus infamias detrás de parapetos
constitucionales. Esa es la diferencia entre el comunismo soviético del pasado
y el putinismo del presente. Mientras el primero era una forma de dominación
sustentada en una ideología, el segundo es una forma de Estado y, por lo mismo,
de gobierno.
El
modelo Putin fue construido en Cuba antes de Putin. Allí el estado fue
convertido por los Castro en un estado militar y la constitución democrática de
1940 sustituida por otra cuyo principio fundamental es todo el poder para el
estado.
En
Nicaragua el modelo Putin ha sido aplicado por Ortega y su familia con extrema
rigurosidad. La oposición fue allí convertida en un ornamento destinado a
asegurar el poder vitalicio de la dinastía orteguista.
En
Bolivia el poder no ha renunciado al carisma mesiánico del caudillo indígena
cuya postulación vitalicia nos es presentada como un mandato de la historia,
aunque no de la gente que la hace pues el NO a la postulación fue y es
mayoritario. El país andino cuenta, en efecto, con una oposición constitucional
muy activa y ella dificultará el plan re-eleccionista. Puede ser que en una
Bolivia aislada interna y externamente, el re-eleccionismo de Evo sea
derrotado, como ya ocurrió en Ecuador.
Venezuela
en cambio sigue siendo -a pesar de las victorias “militares” del general
Padrino sobre jóvenes indefensos y de las victorias “electorales” logradas por
Maduro en horrorosos fraudes- el eslabón más débil de la cadena putinista.
Aunque muchos piensen que Venezuela ya es la nueva Cuba, hay razones que
permiten opinar lo contrario.
4.
En
Venezuela el poder chavista no surgió de ninguna revolución como en Cuba o
Nicaragua. Y si alguna vez Chávez fue caudillo carismático como antes Castro,
ese caudillismo, tan propio a los países rurales, ha sido sustituido por una
secta civil-militar cuyas cabezas visibles son más gangsteriles que políticas.
Y bien, ese grupete puede producir terror o miedo, pero jamás irradiará
carisma.
Fue
precisamente el carisma de la revolución cubana, apoyada desde el propio
Occidente político, el factor que permitió a Fidel Castro arrasar con las
instituciones republicanas y con la muy débil oposición que surgió en la Isla.
No es el caso de Venezuela.
Cierto
es que la dictadura Padrino/Maduro intenta, al igual que la de los Castro,
destruir la institucionalidad, invalidar la Constitución, suprimir a la AN y a
los partidos políticos. Pero todavía no lo ha logrado. La oposición, pese a sus
numerosas divergencias, continúa existiendo. Gracias a esa oposición la Venezuela
de Padrino/Maduro ha logrado convertirse en nación-símbolo de las luchas
democráticas de nuestro tiempo. Mientras esa oposición, aún con todos sus
tremendos errores, exista,Venezuela no será Cuba. El premio Sajárov fue un
reconocimiento a esa existencia.
La
introducción del orden putinista pasa en Venezuela por la destrucción de la
oposición. Padrino/Maduro a su vez, han entendido que la destrucción de la
oposición pasa por la destrucción de sus partidos y por la destrucción de la AN
y por lo mismo por la destrucción de la Constitución. Para llevar a cabo esa
inmensa obra destructiva el régimen inventó la monstruosidad jurídica llamada
Asamblea Constituyente, mejor conocida como la Prostituyente.
La
lucha en contra de la Prostituyente marcará el rumbo de la oposición en el
tiempo que viene. Esa es la razón por la cual la dictadura intenta obligar a la
oposición a reconocer una Prostituyente elegida en el fraude electoral más
gigantesco que conoce la historia electoral latinoamericana. Fueron no miles, millones
de votos falsos, reconoció la empresa Simarnatic. Para lograr su objetivo la
dictadura no ha vacilado en obligar a algunos presos políticos a que reconozcan
a la Prostituyente a cambio de su liberación. Acto sin más valor jurídico que
una confesión arrancada mediante la aplicación de la tortura.
La
Prostituyente intenta suplantar a la AN, a los tribunales de justicia, a los
organismos electorales, en fin, a la propia Constitución. La Prostituyente es
la dictadura. Luchar en contra de la Prostituyente es luchar en contra de la
dictadura. Ese y no otro debería ser el objetivo de la oposición.
La
crisis que hoy vive la oposición venezolana no sucedió porque los jóvenes
fueron aniquilados a balazos en las calles. Tampoco por traición de los
dirigentes de la MUD. Esa crisis apareció desde el momento en que la oposición
se apartó del camino por ella misma trazado. Un camino democrático, pacífico,
electoral y constitucional.
Desde
el momento en que la oposición concurrió a las regionales con un frente interno
dividido, perdió su hoja de ruta. El reconocimiento de la Prostituyente por un
grupo de gobernadores - quienes dieron al traste con la magnífica posibilidad
de iniciar en ese momento la lucha anti-constituyentista- fue una abierta
ruptura con la Constitución. La no concurrencia de los principales partidos de
la oposición a las municipales, rayó en la locura. Siendo verdad que las
elecciones estaban viciadas, los políticos de la oposición olvidaron el abc de
la acción política: nunca se gana con actos de ausencia. Solo se gana con actos
de presencia.
Todas
las apariencias indican que la dictadura Padrino/Maduro ha ganado la guerra.
Mas, son solo apariencias. La oposición, cierto, está más desunida que nunca.
Pero no ha desaparecido. La AN no cumple ninguna función legislativa, pero está
ahí. La Constitución no ha sido derogada y solo espera que la ciudadanía vuelva
a unirse en su defensa. La crisis económica, la miseria y el hambre, no han
tocado fondo. Cada día son más los gobiernos que repudian a la dictadura y la
palabra Maduro es un insulto continental. Si en 2018 la oposición retoma el
hilo de la vía electoral y constitucional, puede ser ese el año decisivo. El
año en el cual la infamia perdió su poder. Feliz Año Nuevo.
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