IBSEN MARTÍNEZ 07 de febrero de 2018
Los
analistas coinciden en que la boa constrictora de las sanciones internacionales
contra la dictadura de Nicolás Maduro logrará, al cabo de unos cuantos anillos
más, poner al régimen chavista en el trance de convocar elecciones libres.
De ser
así, Maduro no sería hoy el resiliente elegido de Chávez, sino un Macbeth de
carnaval caribeño, desvariando en lo alto de la muralla mientras el bosque
avanza.
Es
posible que los más avispados adviertan algo que no alcanzo a discernir, pero
yo sigo viendo la misma guayabera verde olivo sacar a pasear su ignorancia y su
zafiedad, su criminal indiferencia ante el sufrimiento de toda una nación. Y
ante Maduro, veo una impertérrita Mesa de Unidad Democrática poner cara de palo
si se le pide dar cuentas de sus indescifrables tejemanejes en República
Dominicana.
A las
sanciones internacionales, Maduro ha respondido convocando unas ilegales
elecciones presidenciales que casi 50 naciones desconocerán por
inconstitucionales y por estar rodeadas de ejecuciones extrajudiciales,
carcelazos a activistas de oposición e inaceptables inhabilitaciones selectivas
de partidos y candidatos opositores.
Sin
embargo, la MUD, o lo que va quedando de ella, ha aceptado el reto y contempla
acudir a esas fulleras elecciones, tragándose sus gallardas palabras de hace
apenas 15 meses. Ciento cuarenta muertes atrás, la MUD no se transaba por menos
de un muy constitucional referéndum revocatorio.
La
interfaz de la MUD que comunica con el resto del mundo es la miríada de sesudos
articulistas, politólogos y encuestadores que desde hace meses pondera en la prensa
digital las complejidades del oficio de político, abstrusas e inaccesibles para
el impaciente vulgo parlero y mediocre, ese que no entiende de negociaciones y
es injusto con los incomprendidos comisarios de la MUD.
A
estos opinadores exaspera el desencanto de un electorado que brindó masivamente
a la MUD su más señalada victoria electoral en las parlamentarias de diciembre
de 2015 y que la ha visto claudicar, una y otra vez, con arrogante
autocomplacencia moral.
Los
fundamentalistas del voto a toda costa se duelen de que haya prosperado en
Venezuela una “fobia a la MUD” que denuncian como campaña a sueldo. No admiten
como legítimo el mayoritario repudio a la idea de participar, contra viento y
marea, en unas elecciones a la medida de Maduro. Preferirían que los
venezolanos firmásemos sin chistar un cheque en blanco a los dialogantes de
Santo Domingo.
Despachan
a todo aquel que se sienta burlado y lo exprese en las redes tachándolo de
solitario guerrillero de Internet, de frenético tuitero impolítico que solo
sabe criticar sin aportar alternativas viables al modus vivendi que permita
electoralmente a la MUD convertirse en leal oposición del dictador Maduro.
De un
lado, Maduro, cada día más solo y probadamente dispuesto a matar para
perpetuarse. Del otro, el creciente rechazo de los venezolanos a unas
elecciones amañadas. Difícil adivinar el desenlace de este tremendo impasse.
Pero
es casi seguro que, al final, la única solitaria guerrilla de Internet será la
cofradía de adoración perpetua al Sagrado Corazón de la MUD.
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