Por José Guerra
Continúa el debate sobre cómo
detener la hiperinflación en Venezuela. José Guerra, diputado de la Asamblea
Nacional y profesor de la Universidad Central de Venezuela, nos envió el
siguiente texto en el que realiza una serie de propuestas para la
estabilización de la economía venezolana.
Un programa de estabilización
consiste en una combinación de políticas fiscales, monetarias y cambiarias
mediante el cual se persigue bajar la inflación o alcanzar una posición viable
de la balanza de pagos. En algunos casos se busca alcanzar ambos objetivos
simultáneamente y en otros casos no necesariamente. Se aplican usualmente
cuando la economía experimenta tasas de inflación elevadas, padece de
hiperinflación, tiene un nivel de deuda insostenible o el déficit de la cuenta
corriente no es financiable con entradas de capital. Los programas de
estabilización económica suelen ser sinónimos de planes de ajuste; sin embargo,
el alcance de las medidas va más allá de las acciones tradicionales de
contracción de la demanda agregada y alzas de las tasas de interés.
Por lo general, las economías
con alta inflación o hiperinflación tienen un desempeño muy pobre en términos
de crecimiento, de allí que derrotar la hiperinflación y reanudar el
crecimiento económico vayan de la mano. El asunto más complejo para estabilizar
la economía y detener una hiperinflación tal vez sea seleccionar el ancla (una
regla) apropiada para que ésta actúe como un referente en la formación de los
precios. Anclar la economía significa tener un patrón para la determinación de
los precios internos.
En ese sentido, es conveniente
reseñar algunos criterios sobre el tema y revisar experiencias sobre programas
que lograron derrotar de forma permanente inflaciones altas e hiperinflaciones
y que a la vez ayudaron a sentar las bases para el crecimiento. Siguiendo a
Mishkin (2007), se pueden considerar las siguientes anclas.
Objetivo de tipo de cambio.
Consiste en fijar el tipo de cambio en relación con otra moneda, generalmente
el dólar de EE. UU. o el euro. Su principal ventaja es que los precios internos
tienen una referencia clara en los precios internacionales, en particular los
de aquellos con la cual se fija el tipo de cambio. Si esa fijación del tipo de
cambio es creíble, bajan inmediatamente las expectativas de inflación. Se trata
de una regla clara y simple, fácilmente entendible. Venezuela mantuvo un tipo
de cambio fijo a una tasa de Bs 4,30 por US$ sin mayores problemas cambiarios
entre 1963 y 1982.
Un caso extremo de esta regla
es la caja de conversión como la que estuvo vigente en Argentina entre marzo de
1991 y enero de 2002, mediante la cual, para que el banco central emitiera un
peso, había que tener un dólar en reservas internacionales. La inflación
disminuyó significativamente, pero hizo insostenible la deuda y, al final, se
tuvo que abandonar. La gran desventaja de esta política es la pérdida de
independencia del banco central para ejecutar una política monetaria activa.
Igualmente, todos los shocks que experimenten los países cuya moneda se adopte
para fijar el tipo de cambio se transmiten al otro país. Una política fiscal
deficitaria es el principal enemigo que confronta este tipo de regla.
Objetivo monetario. Su
principal ventaja para anclar la economía es la autonomía que confiere para
manejar la política monetaria. De esta forma, la moneda flotaría libremente con
lo cual el banco central tendría pleno control de la cantidad de dinero. Bajo
este esquema, disminuir la inflación implicaría una política contractiva que
impida el financiamiento monetario del déficit. Básicamente, funciona
perfilando una senda para el crecimiento de la cantidad de dinero conforme
evoluciona la demanda esperada por ese activo. Esto, obviamente, es
insuficiente para contener una hiperinflación. Su aplicación y eventual éxito
están sujetos a dos elementos. El primero, que exista una relación estable
entre la variable intermedia, el dinero en cualquiera de sus definiciones y la
variable final, los precios. El segundo, que la demanda de dinero sea estable.
Objetivo de inflación
(inflation targeting). Este esquema de política se comenzó a usar
exitosamente en Nueva Zelandia a mediados de los años noventa y, a partir de
ahí, su uso se ha generalizado. Se trata fundamentalmente de que el banco
central y el gobierno anuncien una meta de inflación para un período
multianual, comprometiéndose a emplear todos los instrumentos a su disposición
para logar la meta. De no cumplirse la meta, se puede establecer una cláusula
de penalidad para las autoridades económicas, si el incumplimiento es
atribuible al banco central. De esta forma, el anuncio de la meta de inflación,
al ser creíble, contribuye a coordinar los distintos precios de la economía. El
banco central no se basa para la consecución de su objetivo exclusivamente en
el control de la cantidad de dinero. Este enfoque de política monetaria es útil
cuando la inflación se ha estabilizado, no cuando un país sufre una hiperinflación.
Dolarización o eurización. Si
un país adopta otra moneda, lo puede hacer de hecho o de derecho. El primer
caso ocurre cuando la moneda local es sustituida progresivamente por el dólar o
el euro en las principales transacciones de la economía. Puede convivir la
moneda local y la moneda extranjera, pero ésta termina imponiéndose. La
dolarización o eurización de derecho puede llevarse a cabo en el marco de una
unión monetaria al integrarse el país en cuestión al área de esa moneda. El
caso emblemático es la Unión Europea. También puede suceder unilateralmente,
cuando el país decide adoptar una moneda distinta a la suya, como fue el caso
de Ecuador. Algunos países de Centro América están dolarizados de hecho, sin
que tal proceso estuviese precedido por una crisis cambiaria, inflacionaria o
se hubiese alcanzado un acuerdo con EE. UU.
Acogerse al dólar o al euro
como moneda significa abdicar totalmente el manejo de la política cambiaria y
monetaria. En este caso, el país importa la reputación y la institucionalidad
de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo. Si la economía que se
dolariza tiene inflación elevada o hiperinflación, con seguridad la misma
convergerá a la tasa de Estados Unidos. Así como ayuda a desinflar la economía,
también genera otros problemas. Si la economía sufriera un shock en los
términos de intercambio y una recesión, difícilmente podría hacerle frente
ajustando la tasa de cambio o con una política monetaria activa.
Algunas experiencias
Reforma económica en Alemania
Al finalizar la Segunda Guerra
Mundial, en junio de 1945, Alemania quedó destruida y su territorio dividido en
cuatro zonas ocupadas por los vencedores: EE. UU., la Unión Soviética, Francia
e Inglaterra. En vista del caos económico, los EE. UU. se propusieron lanzar un
plan para recuperar la zona bajo su dominio y que luego se extendió al resto
del país, menos a la parte dominada por los soviéticos, quienes siempre se
opusieron al plan, denominado Plan para la Liquidación de las Finanzas de la
Guerra y para la Recuperación Económica. Con la participación de técnicos
americanos del Departamento del Tesoro, el plan fue coordinado por Ludwing
Erhard, en lo que se llamó el milagro alemán. De allí nació la economía social
de mercado.
Elementos del Plan
Prohibición del déficit
fiscal. El gobierno no podía incurrir en déficit fiscal. Todo gasto debía tener
una fuente genuina de financiamiento. La deuda se emitiría solamente sobre la
base de ingresos futuros ciertos.
Reducción del gasto: Se
facultó al gobierno para rescindir contratos que no pudiese pagar y aplicar
todas las medidas conducentes a la estabilidad monetaria.
Creación de una nueva moneda.
Se instituyó el marco alemán en sustitución del marco real, el 21 de junio de
1948, en una relación fija con el dólar.
Establecimiento de un límite
estricto a la emisión de dinero.
Eliminación del control de
cambio y de precios. Sólo se mantuvo por poco tiempo el control sobre un grupo
de bienes. Se liberaron los salarios del sector privado. Se derogaron todas las
leyes nazis sobre acuerdos de precios y contra el acaparamiento.
Plan de estabilización de
Israel
Como resultado de los déficits
fiscales, derivados de conflictos bélicos, Israel sufrió en los años setenta y
ochenta de altas tasas de inflación. La tasa de inflación entre 1980 y 1983 se
situó entre el 100% y el 140% anual y, a mediados de 1984, llegó al 500%. Esto
requirió de un programa de estabilización que fue aplicado en julio de 1985. La
economía estaba indexada, aunque no completamente, lo cual evitaba los efectos
redistributivos de la inflación, pero hacía que la gente tolerara la inflación.
El programa se trazó los
siguientes objetivos (Bruno y Piterman, 1998): abatir rápidamente la inflación
y mejorar la balanza de pagos, para crear las condiciones que restablecieran el
crecimiento de la economía; se combinaron tres anclas fundadas en la reducción
del déficit fiscal: fijación del tipo de cambio y los salarios, y se estableció
una meta para el crédito.Con la reducción del déficit, se procuró estabilizar
la balanza de pagos y darle credibilidad a la fijación del tipo de cambio luego
de la devaluación.
Las anclas múltiples tenían
como objetivo bajar la inflación rápidamente. Luego del plan, la inflación bajó
a menos del 30% en 1986 y el desempleo aumentó levemente. El programa fue
apoyado por un crédito de EE. UU. por 7 mil millones de dólares. Con el plan de
estabilización, se instauró una nueva moneda: el nuevo shekel.
Plan de estabilización de
Bolivia
Bolivia comenzó a registrar
altas tasas de inflación desde comienzos de los años ochenta y la situación se
hizo inmanejable entre abril de 1984 y mediados de 1985, cuando la inflación
promedio fue del 46%. El pico se observó en febrero de 1985, cuando la tasa de
inflación llegó al 182%. El banco central actuaba como financista del gobierno
ante la caída de la recaudación y la falta de ingresos.
El descontrol era tal que,
entre 1978 y 1982, hubo por lo menos cinco presidentes de la República debido a
la crisis política y seis intentos de planes para estabilizar la economía
acompañados por siete presidentes del banco central. El país no tenía reservas
internacionales y el pago de la deuda representaba el 306% de las exportaciones
en 1982. En ese año se agotaron las reservas de divisas y el gobierno implantó
un sistema de tipo de cambio dual que también fracasó.
Al asumir un nuevo gobierno,
se hizo perentorio la necesidad de acabar con la hiperinflación y la
inestabilidad que ella provocaba (Morales, 1988). Así, el 29 de julio de 1985
se aprueba el Decreto Supremo 21.060 que contenía los lineamientos esenciales
del plan económico, el cual se basó en medidas drásticas de corrección del
déficit fiscal a través del alza del precio de la gasolina para llevar el
déficit a cero, la congelación de salarios y de la inversión pública. Además,
se unificaron los tipos de cambios y se estableció convertibilidad de la
moneda, se liberaron de los mercados de cambio y de bienes. La base
instrumental del programa fue la estabilización del tipo de cambio, para lo
cual se adoptó una nueva moneda: el boliviano. El gobierno logró posponer los
pagos de la deuda externa, lo que significó un alivio para las finanzas
públicas. La hiperinflación finalizó en septiembre de 1985 tras la implantación
del programa económico.
El Plan Real
Luego de los intentos de
estabilizar la economía con el plan cruzado y cruceiro, la inflación en Brasil
se acentuó, alcanzando el 3.000% en 1993. El gobierno de Itamar Franco nombró
como ministro de finanzas a Fernando Henrique Cardozo quien, con un equipo de
economistas, diseñó y aplicó el plan real.
Elementos fundamentales del
plan real (Cardozo, 2006): un ajuste fiscal significativo al crearse el Fondo
de Emergencia Social mediante el cual el gobierno pasó a controlar el 25% del
presupuesto nacional sin la aprobación del Congreso. Nueva moneda, el real,
basada en un tipo de cambio estable en relación con el dólar. Funcionaba como
una caja de conversión. Para darle credibilidad, el real se concibió como una
moneda fuerte y gradualmente se iría ajustando respecto al dólar. Al aplicarse
el plan la inflación, bajó rápidamente, la economía creció y Brasil resistió
con éxito la crisis mexicana de 1996 y la crisis asiática de 1998.
El caso de Venezuela
Venezuela enfrenta una crisis
hiperinflacionaria que comenzó en noviembre de 2016 cuando la tasa de inflación
mensual se ubicó en un 56,7%. Con la hiperinflación convive una contracción de
la economía que se ha traducido en una pérdida de más del 30% del PIB entre
2014 y 2017. Las reservas de divisas del BCV están agotadas y el país encara un
default de su deuda externa. El mercado cambiario se caracteriza por un control
de cambio con una tasa paralela que excede en más de seis veces la tasa
oficial. La institucionalidad monetaria y fiscal está destruida. Entre 2016 y
2018, ha habido tres presidentes del BCV y tres ministros de Finanzas. La
industria petrolera está en una situación calamitosa: el nivel de producción de
crudos en marzo de 2018 es similar al que tuvo Venezuela en 1947.
Se requiere un plan para bajar
la inflación y hacer que la economía crezca. Este plan no puede ser concebido
para constreñir la economía y generar un superávit de la cuenta corriente que
genere las divisas para pagar la deuda. Todo lo contrario, tras cuatro años de
recesión, es fundamental reanudar el crecimiento de la economía, para lo cual
es vital derrotar la hiperinflación. En las actuales circunstancias de
Venezuela es difícil que un programa económico basado en un objetivo monetario
pueda ayudar a anclar de forma creíble y contribuir así a desinflar rápidamente
la economía, que es lo que se requiere. Un esquema de flotación del tipo de
cambio equivale a conferirle a la cantidad de dinero el rol de ancla nominal,
la cual puede funcionar bien para el caso de una inflación alta o intermedia,
pero difícilmente en una hiperinflación. Esa política enfrenta otro problema:
la inestabilidad de la demanda de dinero en Venezuela.
La flotación del tipo de
cambio y su consiguiente volatilidad se le transmitiría a los precios en un
contexto en que se sufre de una hiperinflación, además el miedo a flotar puede
llevar a intervenciones cambiarias ineficientes. Tampoco funcionaría un
objetivo de inflación debido a que una meta, sin primero haber detenido la
hiperinflación, no sería realista. Hoy, el BCV no tiene la base institucional
para asumir un esquema tan demandante de información y capacidades técnicas
como la fijación de una meta de inflación.
Derrotar la hiperinflación
implica un cambio de régimen monetario y político. Sobre lo segundo, quienes
causaron la crisis hoy están incapacitados para resolverla. Venezuela debe
olvidarse del socialismo del siglo XXI y avanzar rápidamente al
restablecimiento de los derechos de propiedad y pasar de un Estado empresarial
a otro de vocación social y abrir todo el espacio posible a la iniciativa de la
gente para que produzca sin restricciones.
Para abatir la hiperinflación,
igualmente hay que hacer un cambio en el régimen monetario. Éste consiste en
anclar la tasa de cambio con relación al dólar y que el BCV, para emitir
dinero, debe hacerlo sobre la base y mantener al menos el 80% de la base
monetaria en activos en moneda extranjera y oro y el 20% restante en crédito a
la banca. Se haría una conversión de un millón de bolívares nuevos por cada
nuevo bolívar. Esto estaría precedido por medidas conducentes a la eliminación
del déficit fiscal, lo cual está condicionado al levantamiento del control de
cambio para que, al inicio, la tasa de cambio se ubique en su nivel de mercado
y PDVSA no tenga que financiarse con impresión de dinero del BCV, un aumento
del precio de la gasolina y otros servicios ahora con déficits fundamentales y
un programa financiero internacional con fondos de los organismos
multilaterales y bancos extranjeros.
Como principio, todo
endeudamiento debe tener asegurado su financiamiento genuino, sin que se tenga
que acudir al BCV para que actúe como prestamista de última instancia. La
ampliación de la base tributaria aseguraría que no se tenga que acudir al
financiamiento monetario del déficit fiscal que ha sido el causante de la
hiperinflación. Subsidios financiados actualmente por el BCV significan
inflación hoy. Todo lo anteriormente descrito ayudará a la recuperación de la
demanda por la moneda local, lo que resulta clave para detener la
hiperinflación. Anclado el tipo de cambio con soporte fiscal y monetario, la
formación de los precios se desvinculará de las expectativas de depreciación de
la moneda.
Mientras se alcanza un acuerdo
con multilaterales y la banca, se solicitará un crédito puente a varios
gobiernos para fortalecer las reservas, aumentar las importaciones y reanudar
el crecimiento de la economía. Simultáneamente, se aplicaría una nueva política
petrolera con la licitación de nuevos campos y el aumento de la participación
privada en las empresas y asociaciones mixtas. Esto sería básico para captar
capitales, levantar la producción petrolera y mejorar rápidamente el flujo de
caja del BCV.
Aunado a lo anterior, un
equipo plural y técnicamente solvente entraría en negociaciones con los
acreedores en moneda extranjera para renegociar los pagos vencidos y por
vencerse. Esto se basaría en un descuento sobre lo adeudado, rebajas de tasas y
mayores plazos. Así se oxigenaría la posición externa de la nación para
importar los bienes finales y de capital y las materias primas fundamentales
para vigorizar la economía, mejorar el empleo y los salarios y comenzar así un
nuevo ciclo de expansión con estabilidad de precios.
Referencias
Bruno M y S Piterman
(1998): La estabilización de Israel: Una reseña de dos años. En Bruno M, G
Di Tella y R Dornbusch: Inflación y Estabilización. FCE, 1998.
Cardozo FH (2006): The
Accidental President of Brazil. A Memoir. Public Affairs.
Mishkin F
(2007): Monetary Policy Strategy. MIT Press.
Morales JA (1998): La
inflación y la estabilización en Bolivia. En Bruno M, G Di Tella y R Dornbusch:
Inflación y Estabilización. FCE, 1998.
06-04-18
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