Por Henrique Capriles
Decir que el 2018 fue un año
difícil es decir poco. Viendo los eventos con las distancias propias del
análisis, 2018 será un año imprescindible para entender la historia
contemporánea de nuestra Venezuela. En especial cuando las urgencias pasen a
ocupar otro lugar y se estudie el desastre político, económico y social que
representó la mal llamada revolución y cada una de las consecuencias que
tuvieron, tienen y tendrán sus decisiones y las acciones de quienes fungieron
como sus cómplices.
Sin embargo, nosotros, los
que seguimos creyendo y amando profundamente a Venezuela, hoy somos los
encargados de recuperar nuestra democracia. Y con ella la enorme capacidad de
producción y de progreso que late en el país honesto. Eso sí: también debemos
asumir la tarea de ser testigos que le recuerden al mundo entero que el llamado
“socialismo del siglo XXI” es un instrumento directo de la cleptocracia, que la
división puede asesinar a los pueblos como la peor de las guerras, y que el
abuso del Poder y el secuestro de las instituciones conduce a los pueblos a la
guillotina de las dictaduras y de la peor de las pobrezas.
Así como durante el siglo
XIX ser venezolano significaba ser un vocero de la independencia y la libertad,
este siglo XXI debemos convertirnos en vigilantes de la democracia y de los
derechos humanos en cada rincón del planeta donde estemos.
Y formará parte de nuestra
lucha evitar que algo así se repita. Ni en nuestra Venezuela ni en ninguna otra
nación del mundo.
Hoy el nombre de nuestro
país es sinónimo del fracaso político, económico y social, pero yo sé que
nuestra amada patria es mucho más que eso. Cada vez que en las campañas
electorales de los otros países nos usan como ejemplo de la debacle y de las equivocaciones
políticas, me empeño todavía más en que hay que seguir en esta lucha.
Tenemos que hacer que el
nombre de Venezuela pase a ser un ejemplo de libertad, de progreso y de gente
honesta capaz de reparar un daño tan grande como el que ha hecho el oficialismo.
Y está en nosotros, en
nuestras manos, en nuestras acciones. Entendamos que sí, la solución está en
nosotros, los propios venezolanos.
El régimen actualmente,
continuando y agravando las equivocaciones de su antecesor, ha convertido a
nuestra Venezuela en una especie de parque temático, con males que ya la
humanidad había dejado atrás en el siglo pasado. Hiperinflación. Hambruna.
Crisis humanitaria. Militarismo. Presos políticos. Flagrantes violaciones de
los Derechos Humanos. Restricciones a la libertad de prensa y de expresión.
Debacle de los servicios públicos.
Mientras la mayoría del
pueblo venezolano vive estas penurias, ellos tienen acceso a dólares, a
servicios, a comida, a medicamentos, a viajes y prebendas.
Y aun así, ¡nuestro pueblo
noble sigue dispuesto a dar la batalla por su Libertad!