Por Piero Trepiccione
Los acontecimientos
políticos ocurridos en el primer cuatrimestre del año 2019 van
cerrando los escenarios de cara a un desenlace posible de la crisis que golpea
al país e impacta enormemente a toda la región. Surgen ahora dos posibilidades
llenas de bemoles pero acumuladoras de variables que se han entrelazado y
complejizado para acelerar la dinámica de las decisiones.
En primer lugar se presenta
la necesidad de potenciar las jugadas maestras en el tablero geopolítico.
No es fácil poner de acuerdo tantos intereses contrapuestos. Rusia, China,
Cuba, Turquía, Irán, Corea del Norte por una parte y los EEUU, la Unión Europea,
Brasil, Argentina, Perú, Colombia y un conjunto de más de cincuenta países que
se han pronunciado sobre la situación venezolana, por la otra. Se están jugando
varias simultáneas en paralelo con resultados modestos en algunos casos, pero
mucho más avanzados en otros. Vista la desconfianza de los
actores políticos de oposición y gobierno entre sí, el impulso y la promoción
de estas negociaciones se ha hecho directamente asociadas a actores
internacionales. Pero tal es la complejidad del asunto, que esta vía pudiera
demorar demasiado tiempo para encausar una solución democrática, legítima y
respetada por las partes.
Y en segundo lugar, nos
encontramos con la “avalancha”. Nos referimos con este término a la posibilidad
inmensa de una gran explosión social de gran impacto social, político y
económico o a una serie de protestas que puedan alinearse en todo el territorio
nacional creando un caos de tal magnitud que precipite acontecimientos de
cambio político en el corto plazo.
Aunque si bien es cierto el
gobierno controla hegemónicamente los medios de comunicación y
militarmente ha logrado aislar los focos de descontento, la situación
particular por la que atraviesan millones de venezolanos, cada día se deteriora
más lo que hace muy factible que la “presa” oficial no pueda impedir un
desbordamiento de la situación que pudiera tener consecuencias dramáticas para
el país. Aunque el fenómeno migratorio ha amortizado la posibilidad de la
“avalancha”, su porcentaje indica que en el corto plazo, los países vecinos no
tendrán la capacidad de absorber más venezolanos y tenderán a dificultar los
accesos.
Frente a ello, tenemos
a Nicolás Maduro afianzado en el gobierno más sobre sus aliados
internacionales y sus relaciones con los militares que con apoyo popular. Sus
porcentajes de aprobación han venido en picada desde 2013 y aunque ha logrado
revertir en algunas ocasiones estas cifras (Dakazo, relanzamiento de planes
sociales, etc.) ya ha entrado en una fase de la que difícilmente tiene retorno
por la desconfianza y el desgaste que arrastra políticamente.
Acelerar el ajedrez
Hoy en día aparece muy
debilitado en su capacidad de gobernar y generar políticas públicas capaces de
revertir la situación económica del país. Y aparece su gran
contraste: Juan Guaidó, que por encima de los eventos ocurridos y sus
diversas interpretaciones, ha logrado reunificar tanto al espíritu
opositor disperso durante los últimos años como la ola de descontento
generalizada de la población. Este fenómeno ya está arrojando cifras de
respaldo muy superiores al cincuenta por ciento de la población y se ha venido
convirtiendo en una confluencia de articulación política y social que puede
tener consecuencias en el muy corto plazo.
Como vemos, las
circunstancias están dadas más para acelerar las jugadas de ajedrez que para
dejar pasar y que las consecuencias sociales se desencadenen. Sería muy
lamentable que a estas alturas, la humanidad permita un baño de sangre en pleno
siglo veintiuno y en los estadios civilizatorios actuales. El ajedrez
político y geopolítico no es fácil de jugar, pero los actores involucrados
deben dejar de lado las visceralidades y los intereses absolutos para mediar
una solución a muy corto plazo. Las “avalanchas” no avisan cuando van a
ocurrir, pero las circunstancias si se muestran proclives a ser agudizadas en
términos irreversibles.
12-05-19
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