Ismael Pérez Vigil 12 de octubre de 2019
@Ismael_Perez
Desde
diciembre de 1999, concretamente, desde aquel aciago día electoral y del
deslave de Vargas, estamos esperando una sampablera, que se arme la de San
Quintín, una noble poblada que arrase, que acabe con todo, la sublevación
añorada del “bravo pueblo” –a quien canta nuestro himno nacional– y que no
acaba de ocurrir. ¿Será que ocurrirá algún día? Cada vez tengo más dudas. Al
menos no ocurrirá así, como una poblada que arrase con todo.
Mientras
las élites dirigentes, los analistas y los políticos esperan esa “santa
cruzada” que acabe con la oprobiosa dictadura, parece que el “bravo pueblo”
prefiere –dicen algunos– una vía más tranquila: marchas y concentraciones
multitudinarias, manifestaciones diarias reclamando las más variadas penurias y
derechos, procesos electorales –en los cuales se expresa votando o
absteniéndose– y hasta largas caminatas para abandonar el país.
No
cabe duda que en la ausencia de la “rebelión popular” operan dos mecanismos;
uno, la sabia constatación del pueblo de que hay una fuerte represión que se
cierne sobre él como espada de Damocles, si se “extralimita” al tomar la calle;
y dos, la realidad de que cualquier tipo de “insurrección” que lleve a un fin,
el de acabar con una tiranía, requiere de una organización, que por lo visto
nadie asume o emprende.
No
podemos olvidar lo que dijera Trotsky hace más de un siglo: lo que hace falta
no es la voluntad por adueñarse del poder –lo cual posiblemente aquí nos
sobra–, tampoco importan las condiciones objetivas, las condiciones generales
en que se encuentra el país, lo importante –decía Trotsky– es aplicar una
táctica insurreccional. ¿Dónde están los Trotsky que, detrás de la
insurrección, nos guíen a tomar nuestro “Palacio de Invierno”? ¿Dónde está ese
Trotsky que va a organizar, no las masas, que según él no sirven de nada en la
insurrección popular, sino esa “pequeña tropa”, fría, instruida en la táctica
insurreccional, que realizará todos los actos estratégicos necesarios?,
nuevamente, según Trotsky.
Desde
la distancia geográfica –e histórica, la de los que añoran Polonia, Ucrania, el
23 de enero de 1958 y tantas otras– esto de una insurrección popular se ve
fácil. Son solo dos palabras altisonantes. Pero para el pueblo, que está aquí,
el que no ha tenido la posibilidad de “escapar” o que no lo quiere hacer, lo
que contempla es una represión despiadada, con heridos, presos, exilados, hasta
muertos, sin que eso de manifestar, marchar y protestar haga mella en el ánimo del
régimen.
Por
eso, hay que llegar al punto de plantearse: ¿Es posible, es organizable, una
insurrección popular? Tal parece que no es tan fácil o al menos no lo ha sido
en estos 20 años, si es que alguien lo ha intentado hacer. Y si la respuesta
es: No, no es posible, no hay gente ganada para esa opción, para esa
“aventura”, ¿Qué otra vía nos queda?
Para
algunos –¿podríamos decir que para los mismos que hablan de la insurrección
popular? –, la vía es la intervención militar externa, desde alguno o varios de
los países aliados –que, por cierto, todos han dicho que no están dispuestos a
eso– o la actuación “colegiada” de organismos como el TIAR, que la componen los
mismos que han dicho que no están dispuestos a la intervención externa.
Nos
va quedando una vía, nada fácil, nada trivial, la de la negociación – sí, esa,
la vilipendiada negociación– para terminar en un proceso electoral.
Pero
esa vía tampoco es trivial ni de una sola calle; por más que todos estemos de
acuerdo en que la oposición somos una “mayoría aplastante”, según lo que dicen
las encuestas, hay quienes pensamos que no es suficiente el voluntarismo
electoral y dar por sentado que el régimen respetará los resultados; y por eso
un proceso electoral solo es aceptable en determinadas condiciones: con un CNE
neutral, elegido por la Asamblea Nacional –como manda la Constitución–; con un
proceso electoral y un acto de votación observado y supervisado
internacionalmente; con la posibilidad de que voten todos los venezolanos
mayores de 18 años, donde quiera que estén; y algunas otras condiciones, que se
pueden resumir en que se cumpla con las leyes vigentes. Y por supuesto, votar y
estar organizados y presentes en todas las mesas para defender ese voto.
Pero
hay otros, lo sabemos, porque los hemos visto y escuchado, que están dispuestos
a aceptar esa vía electoral bajo cualquier condición o ninguna, pues son
todavía más voluntariosos o una especie de super hombres que consideran que el
mero voto es más que suficiente para derrotar una dictadura tramposa y cruel
como la que nos mal gobierna.
En
estas dos perspectivas se mueve la negociación y la posibilidad de unas
elecciones libres; no es nada fácil el tema y menos si llegamos “ciegos” a esa
negociación y a ese proceso electoral por habernos sacado los ojos entre
nosotros, mientras la dictadura sonríe.
Ismael Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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