Opus Dei 26 de marzo de 2022
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Comentario
del 4.º domingo de Cuaresma (Ciclo C). El padre "corriendo a su encuentro,
se le echó al cuello y lo cubrió de besos". Si aprendemos a “hacer de hijo
pródigo” recibiremos la misericordia divina, y sabremos entonces vivirla con
los demás y amar su libertad.
Evangelio
(Lc 15,1-3. 11-32)
Se le
acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo:
—Éste
recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces
les propuso esta parábola:
—Un
hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame
la parte de la hacienda que me corresponde». Y les repartió los bienes. No
muchos días después, el hijo más joven lo recogió todo, se fue a un país lejano
y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo,
hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se
puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a
guardar cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los
cerdos; y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi
padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e
iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». Y
levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre.
Cuando
aún estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro,
se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: «Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo
tuyo». Pero el padre les dijo a sus siervos: «Pronto, sacad el mejor traje y
vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este
hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado». Y se pusieron a celebrarlo.
El
hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los
cantos y, llamando a uno de los siervos, le preguntó qué pasaba. Éste le dijo:
«Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle
recobrado sano». Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a
convencerlo. Él replicó a su padre: «Mira cuántos años hace que te sirvo sin
desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para
divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu
fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado». Pero él
respondió: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero había
que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y ha sido encontrado».
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