Maxim Ross 15 de enero de 2023
Ha
vuelto al terreno de la opinión pública la pregunta de si los venezolanos
tienen la capacidad para superar la coyuntura política y económica actual o, si
por el contrario, somos apenas “peones del ajedrez mundial” y estamos
completamente atados a las decisiones de Washington, Moscú, La Habana y Pekín.
La pregunta ha regresado con mayor dureza, gracias a la intensificación del conflicto mundial, originado en la invasión de Rusia a Ucrania, pero no solo por el hecho de que el gobierno tomara partido por Rusia, lo que nos coloca directamente en el medio de la disputa, sino porque revela una tragedia de mayor alcance y profundidad, la del país que fue perdiendo la fortaleza y la habilidad para hacerse un camino menos dependiente del entorno mundial, siempre sujeto a presiones y tensiones y del cual, por supuesto, es imposible desatarse completamente.
Desde
luego, la pregunta hecha así tiene un matiz de “blanco o negro” y en realidad
debería formularse de una manera relativa, es decir: ¿En qué medida podríamos
atenuar o reducir esa relación y que posibilidad real existe de hacernos más
autónomos de ese entorno?, sin que por ello pretendamos ningún tipo de
autarquía en una sociedad internacional cada vez más intrincada.
Venezuela:
¿Peón del ajedrez mundial?
La
respuesta a esta pregunta proviene, creemos, de que seamos capaces de
desarrollar unas capacidades que reduzcan, tanto como sea posible, la
dependencia y los vínculos que tenemos con el exterior o, en especial con los
países claves del concierto mundial. En lo que respecta al ambiente
internacional, este podría desarrollarse por dos vías. O se acentúa y recrudece
la convulsión actual, poniendo en peligro todo el planeta o se llega a un arreglo.
Pensar en lo primero pareciera inconcebible, con lo cual apuesto por el segundo
porque la experiencia nos dice que, con toda la agresividad y la violencia que
hoy se vive, la humanidad ha sabido regresar al acuerdo y a la civilidad [1].
Existen razones e indicios para creer en que más temprano o más tarde Rusia,
Ucrania, China, Estados Unidos y Europa lo alcanzaran, con todo y el dolor
causado en pérdidas materiales y humanas. En este caso, si regresamos a un
escenario menos conflictivo ¿Podremos resolver solos nuestra dramática
situación o seguiremos estando totalmente sujetos al acontecer internacional?
Creemos que la respuesta hay que buscarla en nuestra propia experiencia y en
dos direcciones. Una, examinar hasta donde pudimos hacerlo en el pasado y, dos
tratar de identificar que causas estuvieron detrás de esa conducta.
Mi
hipótesis principal, la cual resulta bastante obvia, es que mientras el país
viva casi totalmente del ingreso petrolero en divisas esa relación se
acrecienta y fomenta y se nos convierte en una “ley de hierro” y es
prácticamente inescapable. Como sabemos, en los primeros años de la explotación
del crudo, Venezuela dependió casi totalmente de su producción y exportación y,
por supuesto, de la situación del mercado y de los precios internacionales, con
lo cual el país dependía totalmente de él, para luego reducir su peso en la
economía y regresar, en los últimos tiempos, a representar cerca del 90% de los
ingresos totales del país. A ello se agrega la total dependencia del fisco
venezolano de los tributos y regalías que este genera.
Se
puede comprender fácilmente, aunque es obvio también que, mientras esta
condición se mantenga, aquel “ajedrez” se impone sobre nosotros, lo que resalta
que el formato para evadirlo implica reducir la dependencia del petróleo, a
sabiendas de que sigue allí en el subsuelo y continua siendo muy atractivo para
los grandes consumidores y que juega un papel crucial en la geopolítica
internacional, como lo comprueban los hechos, entonces: ¿De qué depende que
podamos cambiar este esquema? Creemos que nuestra propia experiencia no brinda
una respuesta y una lección.
Causa
detrás de la causa
La
respuesta inmediata está, desde luego, en la creación de una economía mucho
menos centrada en el petróleo y más centrada en las fortalezas internas del
país, capaz de convertirse, realmente, en su “motor” principal y generar
empleos productivos y una senda de bienestar generalizado, pero en
realidad el secreto está en que pudimos construir una capacidad aglutinadora,
capaz de diseñar y llevar a la practica un proyecto de país de largo aliento,
con asideros económicos, políticos, institucionales y sociales.
¿Cuál
fue el secreto, cual el acertijo? Los venezolanos nos pusimos de acuerdo.
El “milagro” de alcanzar una tregua política que acabó con el conflicto y
la exclusión que marcaron nuestros primeros años como Republica, permitió
diseñar y elaborar un programa político y económico producto del consenso entre
los principales partidos y con una participación importante del empresariado y
el sector sindical. El Pacto de Punto Fijo cementó las bases de una visión de
largo plazo y de un país sólido y menos dependiente del petróleo. Cuando ese
acuerdo fue demolido por las circunstancias políticas y por la avalancha de
ingresos que se produjo a mediados de los años setenta, regresamos a
“vivir” del petróleo, no del Acuerdo y facilitamos la ruptura de la ruta
emprendida y terminamos en el recordado y trágico “Viernes Negro”. De
allí en adelante, acentuadas las diferencias políticas repetimos el esquema
petrolero y, nosotros mismos, creamos las condiciones para ser “peones” del
ajedrez mundial.
Este
acertijo: ¿Se puede repetir?
Todo
depende de que nos podamos poner de acuerdo otra vez. Primero que nada, ¿es
posible repetir un Punto Fijo hoy? Creemos que no, por razones que todos
conocen. Un partido único en el poder y los opuestos fragmentados en mil
pedazos, de manera que sin partidos ¿Cómo lograrlo? Existen tendencias en la
opinión pública que atribuyen esa responsabilidad a los ciudadanos, o a la
“ciudadanía” en abstracto, mientras que otros apelan a los “vecinos”. Somos de
la opinión de que repetirlo depende de cómo la sociedad civil se organiza y
responde a este reto y asume esa tarea, sin que ello signifique obviar a los
partidos sino, por el contrario, reforzarlos.
Creemos
que esa posibilidad está abierta y pende de su propia habilidad y voluntad de
unificar sus voces, de articularse y aglutinarse alrededor del propósito de
hablar por Venezuela. Esa sociedad civil son los empresarios organizados, los
empleados, las Universidades, los Colegios profesionales, los sindicatos, las
comunidades, etc., etc., que podrían mostrar al mundo que no existe una sola
voz por Venezuela. Si así fuera, quizás podríamos repetir el acertijo de un
gran acuerdo que regrese nuestro a país a una ruta menos dependiente del
“ajedrez” mundial pero, para ello se requiere un requisito adicional, pues esa
organicidad, esa articulación no se puede levantar de la nada.
Construir
capacidad nacional
En un
escrito reciente defendimos la tesis de que, solo si el país, sus ciudadanos
organizados, logran construir una economía menos dependiente del petróleo, sin
dejarlo de lado, pero mucho más integrado hacia el país, mas afincada en la
fortalezas regionales y locales, en instituciones fuertes y en una verdadera
batalla para traer a la vida entera a esos millones de venezolanos que viven en
la precariedad y, aun en la miseria, que no tengan que depender de ningún
gobierno o de ningún partido para sobrevivir, entonces sería posible
aislarnos tanto como posible del “ajedrez” mundial. Decíamos en aquel escrito
que había que construir Capacidad Institucional, Capacidad Cívica, Capacidad
Productiva, Capacidades Regionales y, ahora más que nunca Capacidad Política.
Si logramos construir este espectro de país podríamos empezar a resolver solos
nuestros problemas y no depender de la palabra de Moscú, de La Habana, de Washington
o de Pekín. ¿Seremos capaces de activar la sociedad civil organizada y ponernos
de acuerdo otra vez?
[1]
Yuval Noah Harari “El futuro de la humanidad depende de lo que pase en
Ucrania”. La Vanguardia.16 de febrero 2022
Maxim
Ross
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