Trino Márquez 07 de marzo de 2024
@trinomarquezc
El
calendario electoral aprobado por el CNE después del teatro escenificado en la
Asamblea Nacional (AN) la semana pasada por el PSUV y los grupos políticos y
sectores sociales que le sirvieron de comparsa, fue concebido para montarle una
emboscada a María Corina Machado (MCM), a la Plataforma Unitaria Democrática
(PUD) y crear confusión y frustración en la inmensa franja de electores que
quieren cambiar el régimen por la vía pacífica, electoral y constitucional.
La fecha de la elección presidencial fue anunciada el 5 de marzo, cuando se cumplía un año más del fallecimiento de Hugo Chávez, y fijada para el 28 de julio, día en el cual el ‘Comandante Eterno’ estaría cumpliendo 70 años de edad. Nicolás Maduro necesita organizar la campaña a la sombra de su mentor. Refugiarse en la nostalgia que su figura evoca y apelar a las emociones que aún desata, para aspirar a continuar en Miraflores. Está claro que no posee los méritos suficientes para ser reelegido. Sabe que no puede caminar sin esa muleta. Que el pueblo no lo quiere porque ha conducido al país a la miseria y a una situación peor que la heredada de su preceptor.
En
calendario definido por el CNE –todavía parcial e incompleto- representa la
materialización del ‘Acuerdo Nacional sobre las Garantías Electorales y el
Calendario de los Comicios Presidenciales 2024’ suscrito en la AN, que
sustituyó al Acuerdo de Barbados, según la interesada versión de Maduro y Jorge
Rodríguez. En realidad, hay que entender que las únicas ‘garantías electorales’
son las que ese documento le otorga a Maduro para que se mantenga en
Miraflores, pues en él se le cierran todos los caminos legales a MCM para ser
candidata.
El
desconocimiento por parte de MCM del dictamen de la Contraloría General de la
República (CGR), avalado posteriormente por el Tribunal Supremo de Justicia
(TSJ), sin que hubiera un juicio previo, se enmarca en lo que la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) señala en el artículo 350: “El
pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por… la
libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe
valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”.
En
este caso, la arbitraria e inconstitucional medida adoptada contra ella,
conspira contra la libertad de los electores a elegir sus candidatos de acuerdo
con el método que consideren más adecuado (prerrogativa reconocida en el
Acuerdo de Barbados), y menoscaba los derechos humanos de una ciudadana que
cumple con los requisitos exigidos en el Art. 227 de la CRBV para ser
presidenta: ser venezolana por nacimiento, no poseer otra nacionalidad, ser
mayor de treinta años y de estado seglar. Lo que sucede es que MCM fue objeto
de una decisión arbitraria de dos órganos del Estado que le cercenaron sus
derechos políticos, sin estar sometida a condena mediante sentencia
definitivamente firme, por no haber ido a un juicio justo en el que tuviese la
posibilidad de defenderse, tal como ocurre en una nación donde impere el Estado
de derecho.
Se
trata de una batalla muy desigual porque toda la maquinaria estatal se alineo
contra MCM para anular el inmenso apoyo popular con el que cuenta y el esfuerzo
que viene realizando a lo largo y ancho de Venezuela para hacer valer el
mandato recibido cuando fue electa candidata en la Primaria del 22 de octubre
del año pasado. Contra ella se colocaron, además del TSJ y la CGR, el CNE, la
AN, la FANB, las policías regionales y la amplia red de medios de comunicación
financiados con fondos públicos, que de forma orquestada la desacreditan. Los
grandes medios de comunicación privados en televisión y radio, se han inhibido
de invitarla a programas de opinión por temor a la reacción del régimen, que
puede acosarlos con Conatel, el Seniat o los cuerpos policiales.
La
indignación de la gente que apoya la candidatura de MCM es una expresión
pacífica y constitucional que partió de las bases sociales. Las giras y
concentraciones por el interior del país despiertan un entusiasmo que no se
veía desde la campaña de Henrique Capriles contra Hugo Chávez en 2012 y contra
Nicolás Maduro, en 2013. La gente descontenta por la inflación, la inseguridad,
la corrupción, la falta de electricidad, agua potable, gasolina, el deterioro
de la educación, la salud y el transporte público, ha salido a manifestar su
desagrado y a exigir un cambio de Gobierno en los términos establecidos en la
CRBV. En ese movimiento ascendente, que desde las capas más pobres ha ido incluyendo
a los sectores medios y a las clases más acomodadas, no hay nada de subversivo
ni insurreccional. Lo que esas personas insatisfechas aspiran es a trasformar
su realidad diaria para hacerla más amable y vivible.
El
‘hasta el final’ de la campaña de MCM, convertido en consigna épica, busca
crear una emoción y un compromiso inquebrantables con esos millones de
venezolanos que se movilizaron a votar por ella en la Primaria, que la han
acompañado en sus recorridos por la nación y que están dispuestos a mantenerse
a su lado en esta batalla tan desigual.
Si al
final de esta dura y asimétrica contienda, el pueblo no alcanza vencer la
resistencia del régimen y MCM no logra ser candidata de la mayoría que
representa, viéndose obligada a respaldar a otro aspirante, los venezolanos que
han estado a su lado podrán entender que no hubo deslealtad ni debilidad (ni
lloradera, como dijo Lula) de su parte, sino una decisión sensata para tratar
de salvar al país de otros seis años de penuria.
Por
ahora, sigue siendo la candidata de la PUD y habrá que acompañarla al CNE en
marzo para que intente inscribir su candidatura. Todavía no ha llegado la hora
de rendirse.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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