Manuel Malaver 07 de septiembre de 2016
Como
todo movimiento histórico fundacional, el 1S barrió en su flujo con algunos de
los mitos que le dieron identidad al proceso político de los últimos 17 años,
pero en el reflujo, pudo haber dejado los gérmenes de otros, de los mitos que
incidirán en los sucesos que empezaron a cumplirse desde lo que,
característicamente, se conoce como el “Día-D”.
Conviene,
entonces, alertar y reflexionar sobre unos y otros, tal como los viajeros que,
antes de iniciar una travesía peligrosa, deciden cuáles instrumentos deben
portar y cuáles abandonar.
Empezando
por los primeros, creo que el 1S dejó en el baúl de los recuerdos el mito de
que, aquella gigantesca manifestación del 11 de abril del 2002 jamás volvería a
repetirse, ni superarse y que, por sus funestos resultados, quedó como el
símbolo de la invencibilidad del castrochavismo.
A
contravía, el 1S, no solo igualó, sino que superó el 11-A, y dado que fue
convocado en circunstancias francamente adversas para la oposición (ahora casi
no hay libertad de expresión, se realizó en medio de una implacable represión
contra líderes de los partidos democráticos y de los organismos gremiales que
tanto hicieron por la planificación del 11-A, no queda ni el recuerdo) puede
decirse que pasó a convertirse en su contrario: en el símbolo de la
vencibilidad del castrochavismo.
¿Cuántos
manifestantes estaban en la marcha del 11-A y cuántos en las concentraciones
del 1S? No existe un cálculo preciso porque, entre cosas, ocurrieron en
escenarios y tiempos diferentes, pero si tienen que medirse no por su cantidad,
sino por su calidad, no por su apariencia sino por su esencia, entonces los
números le sobran al 1S.
El
segundo mito que desalojó el 1S del inconsciente colectivo venezolano, fue
aquel de que, “los cerros jamás bajarían a manifestarse contra el chavismo”
porque, supuestamente, sus habitantes vivían muy felices en sus gethos -antes
con escasa comida, medicinas y seguridad, ahora sin ningunas-, y sitiados por
grupos de paramilitares que llaman Colectivos y cuerpos de élite del G-2
cubano.
Pero
el 1S bajaron los cerros y bajaron a incorporarse a las marchas programadas por
la MUD en el Este de Caracas, en la avenidas y calles que pasan entre
municipios y urbanizaciones de clase media que, por elegir autoridades
democráticas, sufren las penurias de los barrios, pero en aires de libertad y
democracia.
Escaparon
del cerco, del estado de sitio, tal como la gente que venía del interior a
Caracas a marchar, burlaba los obstáculos y trancas que se le atravesaban y
seguían, y así ellos, los demócratas y opositores de los barios, se zafaban de
controles y vigilancias y el 1S estaban entre los venezolanos de siempre, como
venezolanos de siempre.
Fue en
stricto sensu, un encuentro de toda Venezuela, una unión de todas sus clases,
sexos, razas, credos y edades que pone fin a 17 años de polarización,
exclusión, división y odios.
El
tercer mito a derrumbarse era, igualmente, un paradigma político, el que rezaba
que, si la oposición se movilizaba en un sentido medianamente preocupante hacía
los eternos cuarteles de invierno del Maduro, habría violencia, choques entre
los querían asaltar el palacio de Miraflores y quienes lo defenderían.
Pero
no sucedió porque la Toma era de Caracas y no de Miraflores y, tal como había
visto el país cuando se dieron los aplastantes resultados antigobierno de las
elecciones del 6D, el aparato militar y político madurista se paralizó, se
desactivó y permitió que la oposición, el electorado y la sociedad civil, en
uno y otro caso, cobraran una victoria que les resultó demasiado fácil.
Por
último, cayó el mito de que la oposición, y en particular la MUD, era desunida
“por naturaleza” y jamás lograría la concentración, coherencia y madurez
necesarias para ponerse al frente de tareas políticas complejas y culminarlas
exitosamente.
Fue el
desmentido más rotundo que pudo direccionar la MUD hacia el gobierno, y el
resto de la oposición disidente, pues, no solo se mantuvo unida en el conjunto
de las diferencias entre sus líderes y partidos, sino que, las tareas fueron
gerencialmente distribuidas entre los factores, y la conclusión fue una central
de energía que jamás irradió sin rumbo ni dirección, sino con una luz distribuida
hacía donde su brillo fuera más potente.
La
gran pregunta es: ¿dónde estuvo la clave que hizo posible la peligrosa apuesta
del 1S y por qué, ¡otra vez!, el régimen, no solo se paralizó, sino que dejó
fluir una corriente que en el futuro inmediato podría electrocutarlo?
Definitivamente,
la crisis humanitaria en que concluyó otro intento por implementar el modelo
socialista y la conversión del superestado paternalista y benefactor en una
descarada y cínica cueva de ladrones, hizo lo suyo, así como también, desvelar
la oferta de igualdad, justicia social y bien absolutos de los revolucionarios
como una suerte de red para pescar incautos que terminan siendo los soportes de
una dictadura feroz, militarista y neototalitaria.
Hoy el
pueblo de Venezuela luce como la última víctima de un gobierno autodenominado
revolucionario y socialista, así como presa de bestias feroces y rapaces que le
quitan el pan de la boca para venderlo en cualquier tipo de mercado más
rentable que la artificiosa estructura regulada de un estado ineficiente,
corrupto y ladrón.
Por
eso, no hay en América Latina un gobierno con más rechazo que el de Maduro, ni
otro que concite más odio y abominación entre los mas necesitados que, por
todos los medios, hacen esfuerzos para zafarse de semejante monstruosidad.
Típica
de todos los socialismos, pero en especial de este del Siglo XXI que, intentó
presentarse con rostro nuevo, y para demostrar que era cierto, hizo un pacto
con valores democráticos que, aunque cada vez más disminuidos, dejaron ranuras,
como la electoral, que es por donde se han filtrado las fuerzas que están
destruyendo al sistema.
Pero
en la paralización de las guardias pretorianas del crepúsculo madurista también
debe señalarse la importancia de la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, la
cual, no solo es la organización de partidos democráticos que viene encabezando
las acciones que buscan el fin del madurismo, sino produciendo las políticas
que, al par de garantizar la unidad interna, le brinda a Venezuela el regalo de
que el fin del ciclo de turbulencias ocurra en paz, sin apartarse de la
constitución y usando la gran arma que produce los grandes cambios en las
sociedades modernas y postmodernas: el voto.
En
este orden, la estrategia que se puso en juego para la victoria del 1S fue
irreprochable, pues se basó en el principio del “Arte de la Guerra” de Sun Tzu
de derrotar al enemigo sin el uso de la violencia y empleando el menor esfuerzo
posible.
No es,
sin embargo, un atajo filosófico, ni un aforismo militar, sino una disposición
constitucional que obliga a los partidos de la MUD, y a los que marcharon ayer,
y seguirán marchando hasta que no se logre el objetivo de que, Maduro, respete
la constitución y acepte someter su gestión a un referendo en que los electores
decidan si le mantienen o revocan el mandato.
Despliegue
de esfuerzos, de acciones y estrategias que deben cuidarse de los mitos que
pueden estar germinando a raíz del 1S, de los cuales, uno de los más importante
a subrayar, es que la movilización por si misma produzca resultados, si la MUD
no realiza políticas dirigidas a horadar y debilitar los centros de poder, que
solo pueden ser alcanzados por políticas especificas sobre aspectos concretos
de la gestión de gobierno.
Otro
mito que puede estar germinando, es aquel que se apoya en la tesis de que los
partidos y sus líderes necesitan más soltura e independencia frente a los
fórceps de la MUD y no es que, la multilateral de partidos no siga existiendo,
sino que sus decisiones deben ser menos invasivas y vinculantes.
Por
último, el más peligroso y corrosivo de los mitos que pueden estar incubándose:
Venezuela fue gobernada en los últimos 17 años por líderes fuertes y
carismáticos, por lo cual, el sentido común obligaría a mantener “la
tradición”, mientras se producen políticas que la vayan liquidando o
desenfatizando, cuando la experiencia de las sociedades indica más bien que se
trata de ciclos, que una vez concluidos, giran hacia los liderazgos débiles,
colectivos y compartidos.
Ya hay
candidatos presidenciales para las primarias de unas eventuales elecciones
postrrevocatorio y no es que critiquemos que los políticos piensen en el poder
con más énfasis que el cuidado de su salud, sino que la política es también
sentido de la oportunidad, coherencia y unidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico