Por Fernando Mires
Así llegó la noticia: Henrique
Capriles, gobernador del estado Miranda, aseguró que en el país debe
articularse un gran movimiento de rescate de la Constitución.“Tenemos que
articular un gran movimiento de rescate de la Constitución. Eso significa que
tenemos que poner contra la pared al gobierno. Si no se sienten presionados no
van a realizar elecciones”, aseguró. (El Nacional, 07 de Mayo de 2016)
La idea de Capriles es excelente.
Un movimiento en defensa de la Constitución llenaría un espacio de gravitación
política: el de la unificación de todas las corrientes y tendencias que, pese a
múltiples diferencias, concuerdan en dos puntos:
1. Rescate
y defensa de la Constitución de 1999
2. Oposición
radical a la constitución corporativa-fascista que intenta implantar el régimen
en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
La propuesta de Capriles puede
ser formulada en una tesis: Si bien todos los partidos de la MUD se
manifiestan en contra de la Asamblea Constitucional Comunal, no todos quienes
están en su contra pertenecen a la MUD.
Hay un espectro político y
social que por múltiples razones (ideológicas, programáticas, personales) no
concuerda, o simplemente es indiferente con la MUD. Sin embargo, hay también
una mayoría ciudadana que está de acuerdo en rescatar a la Constitución de
1999, aprobada por voluntad popular durante el gobierno del presidente
constitucional Hugo Chávez Frías. Por las mismas razones, según Capriles, se
trataría de un movimiento muy amplio en el cual deben tener cabida tanto
militantes de la MUD como ciudadanos no alineados, incluyendo seguidores del
chavismo que no aceptan ser regidos por una constitución ilegal, impuesta por
la fuerza de las armas.
Hubo una vez una experiencia
histórica similar. El año 1987, a iniciativa del socialista Ricardo Lagos, fue
fundado en Chile el Partido por la Democracia (PPD). La única función de ese
partido (en verdad, más movimiento que partido) debería ser defender el orden
constitucional amenazado por la dictadura. El PPD llegó a ser así un movimiento
de convergencia entre militantes de los partidos de izquierda (con excepción de
los comunistas) social cristianos e incluso, independientes. En 1988 el PPD
fue, además, el partido del plebiscito para constituirse después en el partido
eje de la Concertación que gobernaría al país durante muchos años. Y aunque hoy
el PPD es solo un residuo histórico, la función política que cumplió fue decisiva
durante la transición que llevó a la democracia en Chile. Por supuesto, nadie
dice que en Venezuela deba ser fundada una organización idéntica, pero las
experiencias y lecciones que dejan detrás de sí los movimientos de transición
democrática pueden servir a veces –si se toman las debidas precauciones- como
fuentes de inspiración política.
Atendiendo a las
particularidades específicas del caso venezolano, un movimiento de ese tipo no
debería surgir de la MUD, de por sí esencialmente partidaria. A la Asamblea
Nacional –en Chile nunca se contó con un instrumento parecido- le
correspondería por naturaleza y derecho dar forma y curso a una propuesta
movimientista como la sugerida por Capriles. Pero también puede ser el
resultado de un llamado conjunto de líderes, personalidades de la ciencia y de
la cultura, organizaciones civiles y autoridades religiosas.
Quizás sea necesario insistir
en que un movimiento nacional constitucionalista no debería regirse por ninguna
ideología, programa, o estrategia que no sea la defensa de la Constitución. En
ese sentido se trataría de un movimiento de carácter instrumental, destinado a
cumplir un solo objetivo: el rescate de la Constitución de 1999. La idea de
Henrique Capriles es, sin duda, excelente.
11-05-17
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