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martes, 17 de noviembre de 2009
La psicosis del papel higiénico, en Cuba
Por Fernando García
Hace un par de meses afirmamos que el verano se presentaba crudo en Cuba. Fue en un reportaje sobre lo que llamamos la "policía eléctrica": el cuerpo de inspectores que investiga y sanciona los casos de derroche o "sobreconsumo" de electricidad, así como los de pufo mediante manipulación del contador. El Gobierno acababa de adoptar con todo rigor la consigna de "ahorro o muerte", lo que en el día a día se traducía y sigue traduciéndose en la mencionada represión del desmadre energético en el hogar y, sobre todo, en fuertes restricciones al uso de aire acondicionado en el centro de trabajo. Todo ello so pena de fuerte multas o de apagones de castigo. Sudor o lágrimas, podríamos decir.
Nuestra obvia afirmación sobre el duro verano que entonces empezaba, y por cierto acaba ahora con los mismos agobios, mereció la atención y los insultos de un medio de la prensa oficial cubana. Insultos extendidos a otro medio español que, con mayor tino y extrema sencillez, había vaticinado un estío "caliente". El columnista oficial nos replicó a ambos que lo que iba a caracterizar el verano iba a ser en todo caso un fervoroso "calor revolucionario".
Bueno, vale. Pero ahora, en puertas ya del otoño, podemos corroborar que el verano ha sido y sigue siendo muy duro en Cuba. Ya no sólo por el calor y las medidas de ahorro. Ni por la cortedad del salario y la insuficiencia de los productos subvencionados. También porque los problemas de abastecimiento de mercancías básicas que siguieron a los ciclones del año pasado persisten. Puede que las carencias no se hayan agravado, aunque a ratos se diría que sí, pero no tampoco hay indicios de que vayan a menos.
Las causas son complejas y numerosas. Podemos citar algunas que nadie discute, y ya nos salen unas cuantas: hay dificultades e ineficiencias en la producción, transporte, almacenamiento, conservación y distribución de alimentos, materias primas y mercancías acabadas; hay graves problemas en la cadena de pagos que agobian a los proveedores nacionales y ahuyentan a los de fuera, problemas que tienen su origen en una alarmante falta de liquidez. Y hay corrupción y robo de bienes de todo tipo.
El caso es que hacer la compra en La Habana constituye una empresa de titanes. No es una gran novedad. Los huecos en estantes o mostradores de frutas y verduras son como los síntomas de una enfermedad crónica. Unos días no quedan huevos, otros días falta la sal, a veces no se encuentra pescado y hasta el azúcar está "perdido" en ocasiones. No es nuevo, no, pero los deprimentes vacíos en las baldas del súper parecen agrandarse por momentos. Y hay agravantes poco alentadores.
A crónicas carencias, ansiedades crónicas. Sobre todo cuando se corre la bola, cierta o falsa, de que tal o cual producto va a dejar de verse en los próximos meses. Es el caso del papel higiénico. El run-run de que los rollos de celulosa iban a desaparecer llevaba semanas recorriendo los pasillos de los grandes almacenes cuando la alarma estalló definitivamente a primeros de agosto. Entonces un funcionario convirtió el rumor en noticia al reconocer oficialmente que sí, que el elemental producto de higiene podía agotarse antes de fin de año. Si ya antes las partidas de sanitario se acababan en un abrir y cerrar de ojos, a partir de ese día las apresuradas operaciones de acaparamiento empezaron a ocasionar verdaderos problemas de tráfico en las tiendas: algunos compradores acumulan tantos paquetes en el carrito, que las torres que forman con ellos hasta les impiden la visión y, claro, los choques son inevitable.
"¡Vaya si vuela el papel. Eso no dura aquí ni cinco minutos, chico!", reconocía el domingo un empleado de la tienda Palco: un establecimiento controlado por el máximo órgano político del país, el Consejo de Estado, a través de su empresa "Palacio de Convenciones" (curiosidades de Cuba). El caso es que el dependiente de Palco nos aclaró que al menos hasta dos días antes el papel se había ido recibiendo con cierta normalidad, cada mañana, aunque nunca había más de un par de horas en la estantería. Así que, al parecer, el aviso del funcionario se habría adelantado con mucho a la presunta crisis.
La alarma está ahí, en todo caso. Una amiga cubana nos confirmó e ilustró así la "matazón" social por el objeto de deseo en que se ha convertido el elemento de limpieza: "Ayer mi madre me dijo: "Hija, quiero que salgas a la calle a buscar papel higiénico". ¡Imagínate tú! Uno se pone así, tan solemne, cuando hay que salir a buscar trabajo. O a un hermano que está perdido. Pero para buscar papel higiénico… ¡Caballero, por favor!
Otro amigo consideró en cambio que nadie debería echarse las manos a la cabeza ante las perspectivas de recesión en el mercado de esta útil mercancía. "Perdona que entre en detalles en un tema tan escatológico, pero es que los cubanos siempre hemos tenido algunos problemillas en este aspecto de nuestra vida", me soltó. Y se explicó: Mira, yo recuerdo cuando era casi un crío y las cosas no estaban tan mal, pero casi siempre faltaba papel en rollo y había que recurrir a otras cosas. Lo que más usábamos en casa eran las revistas rusas. Había muchas, aunque recuerdo especialmente una que se llamaba Films. Había que arrugar las páginas, machacarlas para reblandecerlas... No era fácil. Y según quién saliera en la foto a uno le daba no sé qué. Me vas a perdonar, pero yo prefería los textos…".
Es probable que a muchos lectores españoles de más de 45 todo esto les suene. O que al menos no les resulte marciano. El que escribe recuerda privaciones similares en los años sesenta y setenta, y jamás olvidará las severas calidades táctiles de aquella cosa llamada El Elefante, un papel tanto o más espartano como el de prensa, sólo que sin tinta.
Querido lector: nos adherimos a la petición de disculpas de nuestro amigo por ahondar en un asunto tan prosaico, pero se trata de una preocupación cotidiana que tiene su calado en la vida diaria de los cubanos. Sí, hay psicosis de papel higiénico.
Publicado por:
La Vanguardia
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