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miércoles, 10 de febrero de 2010
Caso: Residencias Las Marias, Merida
Por considerar que el ataque ocurrido en el Conjunto Residencial Las Marias, en la ciudad de Merida reviste suma gravedad, el 25 de Enero pasado, transcribimos la carta que le envia la Asamblea de Vecinos del conjunto a la Asamblea Nacional en fecha 30 de Enero. Agradecemos que lo lean con detenimiento pues ese dia le toco a Las Marias, la próxima vez le pude tocar a tu barrio, vencindario o urbanización.
Mérida, 30 de enero de 2010
Diputados y Diputadas de la Asamblea Nacional de la
Republica Bolivariana de Venezuela
Comisión de Política Interior y Derechos Humanos:
Presente.
Nos dirigimos a ustedes en la oportunidad de informar sobre los hechos acaecidos el lunes 25 de enero de 2010 en el Conjunto Residencial Las Marías, situado en la Avenida Las Américas de la ciudad de Mérida. Estas residencias están formadas por 6 edificios; cada uno de ellos posee 8 pisos, 40 apartamentos y una conserjería. Están resguardadas por un muro de protección que bordea todo el conjunto residencial. Las Marías constituyen el hogar de mucho más de 240 familias merideñas y están ubicadas a menos de 200 metros de la entrada del Núcleo La Liria de la Universidad de Los Andes. En este núcleo tienen su sede la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (mejor conocida como faces), la de Humanidades y Educación y la de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas. Cuando hay disturbios en la ciudad, las residencias se ven afectadas por estar cerca de la universidad. Aunque nunca se habían visto tan resentidas como en esta oportunidad.
El día lunes 25 hubo manifestaciones y protestas estudiantiles en toda la ciudad, y como era habitual, nos vimos afectados. En esta ocasión, hubo disturbios en la zona del viaducto, cerca de nuestras residencias. Había también un grupo de motorizados armados, que al parecer perseguían a los manifestantes. Durante la tarde los motorizados empezaron a circular frente a la entrada principal, disparando hacía la plaza y nuestros estacionamientos. Hay que resaltar que en la plaza se encontraban niños jugando, vecinos y vecinas paseando a sus mascotas entre otras personas. Todos los presentes corrieron a refugiarse. A pesar de esta situación no hubo actuación diligente de los organismos competentes para resguardar la seguridad de los residentes de este conjunto de edificios.
Ya, cuando se hacía tarde noche, un joven que formaba parte de esos grupos armados cayó herido. Sus compañeros lo llevaron al Hospital Sor Juana Inés de la Cruz que está situado como a 200 metros de nuestra entrada principal. Ni aún después de este hecho, se presentó autoridad alguna. Al contrario, los pocos policías que había se retiraron hacia el Centro Comercial “Mamayeya”. Es un hecho público y notorio que a través de los medios de comunicación, voceros del gobierno regional informaban al pueblo de Mérida que la bala que hirió a Yorsiño Carrillo había salido desde un edificio de Las Marías. Nuestra comunidad considera que esta declaración fue apresurada, irresponsable, sin fundamento válido y fehaciente pues no se produjo experticia alguna ni se practicó ninguna planimetría por peritos calificados. No hizo acto de presencia ningún fiscal del ministerio público, ni expertos que midieran la calle y las distancias o entrevistaran a testigos imparciales; además, no se habían hecho los estudios con las balas que extrajeron del cuerpo del joven para conocer el tipo de arma utilizada. No había habido tiempo para hacer ninguna de estas experticias, muchos menos se podía hacer una declaración tan tajante.
El control de la situación quedó en manos de los grupos armados motorizados, cuyo número aumentó. Paralelamente a esto, los motorizados empezaron a disparar hacia los edificios y a todo lo que se moviera tanto adentro como afuera de las residencias. Igualmente disparaban a los carros que circulaban por el frente o a los que intentaban entrar. En la tarde noche hicieron estallar a una camioneta blanca que estaba estacionada a pocos metros de la entrada de nuestras residencias. A pesar del ruido producido por los disparos, de la explosión de la camioneta y de las llamaradas que se veían desde lejos, no se presentó ninguna autoridad. Estábamos solos (as) y completamente desprotegidos (as).
Desesperados (as), los (as) vecinos (as) llamábamos a las diversos organismos que debían socorrernos pero o bien no contestaban el teléfono o decían que ya mandarían a alguien. Pero el tiempo pasaba y no llegó en ningún momento algún cuerpo legal, responsable de instaurar el orden, ni la Policía del Estado, ni la Guardia Nacional, ni ningún otro ente competente.
La situación continuó así por varias horas. Los habitantes de Las Marías no podían entrar ni salir del conjunto residencial, pues estábamos rodeados por los grupos armados en busca de venganza. A los 9 pm, aproximadamente, empezaron a oírse disparos, ya no desde la entrada principal del Conjunto Residencial sino desde la entrada lateral que daba acceso a la Avenida las Américas y cerraba el muro perimetral de nuestras residencias, él cual fue destruido. Los disparos se producían hacia las ventanas de los Edificios María Virginia y María Alejandra. Más de 20 hombres armados con picos, patas de cabras, tubos y armas de fuego golpeaban dicho muro, pero lo hacían muy pegados de la pared, como buscando protegerse. Tal vez suponían que las pacificas familias de Las Marías estábamos armadas, y que íbamos a responder al fuego con fuego. Un pequeño grupo de hombres golpeaba con fuerza los candados que protegían el portón de metal. Los golpes contra el portón y el muro duraron por un buen rato, como 30 minutos o más. Mientras tanto, todos los habitantes de Las Marías llamábamos pidiendo socorro a las diversas fuerzas del orden, pero ninguna autoridad se presentó.
No podemos describir el terror, la desesperación y la impotencia que sufrimos al vernos sin protección en manos de personas armadas y violentas que se creen con derecho a imponer justicia por su cuenta, de forma apresurada y sin pruebas fehacientes, violentando la misión de los organismos competentes para tal fin.
El grupo de hombres armados, al darse cuenta de que el portón no cedía a pesar de la fuerza que le infligían, hicieron más fuerza en el muro de protección hasta derribarlo. Algunos testigos dicen que cuando vieron que el muro empezó a ceder terminaron de derribarlo con un autobús. Cuando lo lograron, ingresaron violentamente a nuestras residencias. Los vecinos escuchábamos aterrados (as) las fuertes pisadas y el ruido que producían los vidrios de los carros al romperse, así como los golpes que daban a todo lo que encontraban por delante, con tubos, picos y todas las herramientas que trajeron para tal fin. Rociaron los automóviles con gasolina pero el viento les apagaba las llamas de los fósforos que encendían, hasta que algunos de los carros prendieron fuego.
Cuando estos carros empezaron a explotar y se extendieron las llamaradas nos atrevimos a salir a pesar del terror que todos (as) teníamos, pero sabíamos que podíamos morir ahogados (as) por el humo o quizás, consumidos(as) por las llamas. Entonces uno de los hombres dijo: “Orden de retirada, camaradas”, frase oída por muchos de los vecinos. De inmediato, a la carrera se alinearon y trotando se montaron en los autobuses; como si fuesen militares. Atrás de los buses se fue un grupo de motorizados que estuvo todo el tiempo resguardándolos en la avenida, circulando hacia arriba y hacia abajo mientras el grupo cumplía con su cometido. Hay vecinos que aseguran que estos últimos motorizados eran funcionarios de la policía. Luego, se detuvieron frente a FACES mientras contemplaban impunemente los daños y el terror que habían ocasionado.
Cuando bajamos, en medio del humo que ahogaba, del horror, los llantos y los gritos de desesperación, pudimos comprobar los desastres y la ruina que habían causado y la destrucción completa que estuvieron a punto de cometer. Vimos como los primeros pisos del Edificio María Virginia quedaron completamente chamuscados, y parte del techo del estacionamiento del mismo edificio quedó destrozado, debido a la explosión de los vehículos. La conserjería de ese edificio agarró fuego con el consiguiente terror para la señora conserje y su familia. De hecho, asegura la señora que la amenazaron de muerte cuando quiso huir de su casa, ahogada por el humo y por el riesgo de quemarse.
Los carros que no agarraron fuego quedaron igualmente destruidos. Como 45 automóviles entre los edificios María Virginia y María Alejandra fueron dañados, algunos con más saña que otros. A todos les destrozaron los vidrios. Tres carros del Mª Virginia explotaron por lo que no se pueden recuperar, al igual que un carro y dos motos del Mª Alejandra. Lo más grave fue que violaron las válvulas de las bombonas del gas de los dos edificios mencionados. Entendemos que la intención era hacer volar los apartamentos, según refieren los vecinos de las casas que colindan por el norte con nuestras residencias. Fueron ellos quienes advirtieron a los violentos, que ellos mismos podían morir en la explosión, al igual que los habitantes de todas esas casas. Pudo haber ocurrido una tragedia de proporciones inimaginables.
Esta situación, desde que empezaron a golpear el portón que cerraba el muro perimetral disparando hacía los mencionados edificios Mª Virginia y Mª Alejandra, hasta que recibieron órdenes de retirada, duró aproximadamente una hora. Ninguna autoridad se presentó en algún momento, aún cuando conocían ya la situación que estábamos viviendo desde tempranas horas de la tarde. Situación que reiteramos se agudizó al atardecer con la herida que recibió el joven Yorsiño Carrillo en las afueras de Las Marías, y que estalló salvajemente con el violento ataque que sufrimos entre las 9 y las 10 pm.
Al cabo de un rato se presentaron los bomberos, quienes apagaron el fuego, rescataron a las personas encerradas en los ascensores; a quienes estaban inconscientes por enfermedades cardiacas o de otro tipo; y auxiliaron, además, a los afectados por el humo, los nervios y otras dolencias. Varias personas tuvieron que ser hospitalizadas y fueron los bomberos quienes los trasladaron.
En toda la noche no se presentó ninguna fuerza legal y legítima que evaluara la situación y nos protegiera. Durante los días siguientes hemos permanecido sin protección, al cuidado de los propios vecinos que han hecho guardia. Es triste pensar en las secuelas psicológicas que este acontecimiento dejará en la vida de nuestros pequeños hijos. Haremos lo posible para infundirles la idea de que no deben nunca responder con violencia a las agresiones de este tipo. Eso fue lo que salvó nuestras vidas. Si un solo habitante de esta urbanización hubiese respondido con violencia, los atacantes hubieran matado a muchos de nosotros. Con la prudente respuesta que dimos los(as) residentes de Las Marías en esa noche de horror hemos demostrado que somos ciudadanos y ciudadanas respetuosos(as) de la vida, de la paz y de la leyes, ajenos a enfrentamientos violentos de ningún tipo.
Dados estos repudiables hechos referidos apelamos a nuestro derecho a la vida, a nuestro derecho a la paz y a la seguridad en nuestros propios hogares. Exigimos vivir con la seguridad que debe brindar un estado de derecho. Una de las principales funciones del estado es la del preservar la vida, la seguridad y los bienes de sus ciudadanos(as), derechos consagrados en la Constitución y las Leyes de la República Bolivariana de Venezuela. Estas funciones no fueron cumplidas por la Policía del Estado, ni por la Guardia Nacional ni por el Ejército. Podemos afirmar que no sucedió algo peor porque Dios existe y nos protegió de una tragedia irreparable. Los bienes materiales pueden recuperarse con mucho esfuerzo pero la vida no.
Esperamos que la Gobernación del Estado, el Gobierno Nacional o a quien le corresponda, se haga responsable por lo que ha sucedido y nos resarzan de los daños que hemos sufrido. Apelamos a la justicia para que se cumplan las siguientes peticiones:
1. Que se abra un antejuicio de mérito al gobernador del Estado Mérida y se comience un proceso que conduzca a su destitución, por el abandono al que nos sometió en esa noche de horror.
2. Solicitamos también que se abra una investigación y se enjuicie a los otros funcionarios encargados de los organismo que deben velar por la seguridad de los ciudadanos (as) del Estado Mérida y de la República; bien sea la Gobernación, la Policía del Estado, la Guardia Nacional y/o cualquiera otra fuerza legal y legitima de nuestra república que pudo protegernos del terror pero prefirió abandonarnos a nuestra suerte el 25 de enero de 2010.
3. Que se investigue a estos grupos civiles armados, quienes han proclamado públicamente por los medios de comunicación su responsabilidad sobre estos terribles y repudiables hechos. Exigimos que los culpables sean detenidos, juzgados y condenados.
4. Demandamos una compensación ajustada a los daños económicos y morales que hemos sufrido. Somos pueblo trabajador y honrado. Todo lo que tenemos lo hemos logrado con mucho esfuerzo, no es justo que por la irresponsabilidad y el abandono de las autoridades, nos veamos involucrados en una situación tan dolorosa. Los automóviles dañados y destruidos constituyen herramientas indispensables para llevar a cabo nuestros trabajos. No solo se perdieron bienes materiales. Ahora, sobre todo para quienes sufrieron daños irreparables en sus vehículos, se hará más difícil o imposible cumplir con sus trabajos.
5. Sobre todo, exigimos, como ciudadanos (as) pacíficos(as) que somos, QUE EL ESTADO VENEZOLANO GARANTICE NUESTRA SEGURIDAD PARA QUE ESTA SITUACIÓN NO VUELVA A REPETIRSE NUNCA MÁS.
Para finalizar, demandamos una vez más, que se haga justicia con nosotros y que nunca más el Conjunto Residencial Las Marías ni sus residentes, ni ningún otro sector de Mérida vuelvan a sufrir una agresión tan criminal y lamentable como la que vivimos el día 25 de enero de 2010.
Se leyó en Asamblea de Vecinos del Conjunto Residencial y conformes firman, en Mérida, 30 de enero
Que lástima yo estudié en Mérida y dejé amistades en esta residencia, como mi amiga Jackeline Pérez Lu, nunca supe de ella y de su madre. Ahora vivo en el exterior.
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