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viernes, 26 de febrero de 2010
Giordani y el mamut del Estado
Por Miguel Angel Santos
Los primeros once “añitos” de la revolución han cerrado con un balance que combina la política económica de la peor parte de la cuarta con algunas adiciones de su propia cosecha.
El consumo por habitante al cierre del año 2009 ha resultado 49% superior al de 1998. Es decir, el volumen de consumo de cada uno de los venezolanos ha crecido en promedio 3,7% durante cada uno de estos once años. ¿Cuál ha sido la fuente que ha hecho esto posible? ¿El trabajo? No. De acuerdo con el BCV, durante estos once años el salario promedio creció 580%, mientras la inflación totalizaba 743%. Eso equivale a una pérdida acumulada en el poder adquisitivo del salario de 19% en once años. ¿Nuestra propia capacidad productiva? Tampoco. Entre 1999-2009 nuestra producción creció 9,4%, equivalente a sólo 0,8% anual. En otras palabras, si de nuestra capacidad productiva dependiera, la tasa de crecimiento del consumo hubiese sido una quinta parte de lo que fue.
Existe otra implicación más interesante y menos directa de estas cifras. Si se acepta la convención económica según la cual la producción es función de la inversión de capital y el trabajo, se puede concluir que los frutos del crecimiento (por más bajo que haya sido) fueron recogidos por los dueños del capital, no por los trabajadores (cuyo salario real cayó 19% durante el período). Este resultado es una consecuencia directa de la combinación entre muy poca o ninguna inversión de capital en un escenario de aumento sostenido del gasto público. Acaso los “sombrerazos” a los que aludía Giordani para sacudirse a los inversionistas hayan sido de plomo: En 2009 la inversión extranjera directa en Venezuela resultó negativa en 6.200 millones de dólares. Es decir, el dinero que salió vía repatriaciones de dividendos y expropiaciones (por pagar), superó en esa magnitud a lo invertido en Venezuela.
Para fortuna del gobierno, las exportaciones del período 1999-2009 totalizaron 520 mil millones de dólares (89% petróleo). Nada menos que 283 mil millones (55%) se destinaron a importaciones (he aquí la fuente del boom de consumo). Otros 142 mil millones (27%) se utilizaron para financiar salidas privadas de capital (para mantener la tasa oficial cuando no había control de cambio, o el paralelo ahora que sí hay). Aún así, la tasa de cambio oficial se ha devaluado 662% y el paralelo se ha depreciado 961% en estos once años.
Todos estos elementos que caracterizaron el fracaso económico registrado en los últimos veinte años de la cuarta han sido repetidos a carta cabal por la revolución. A eso le podemos agregar algunos toques más personales. Ahora el propio Estado ahorra en dólares en el exterior, transfiriendo 58 mil millones a un fondo sin ningún tipo de reporte ni mecanismos de rendición de cuentas. Ahora las expropiaciones son cosa de todos los días, y nuestros vecinos empiezan a recibir al capital y el trabajo que salen despavoridos de Venezuela. Como la colosal renta petrolera no ha sido suficiente para todo lo que el gobierno quiere hacer ahora tenemos una deuda externa que duplica la que teníamos hace once años. “Logramos mover el mamut del Estado”, como dice Giordani. El problema es hacia dónde.
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