Camino a la seguridad

Por Ana Isabel Torres Pantín

Era sábado en la noche y, como cualquier joven, estaba fuera de mi casa. Había pasado todo el día en una tienda en Santa Inés que se estaba inaugurando. El festejo empezó a las 4:00 de la tarde, pero, como la mayoría de las veces, el bonche duró hasta pasadas las 8:30 de la noche.

Me encontraba en una zona muy concurrida de día, pero solitaria de noche. Y como si fuese poco, cercana a la entrada de un barrio. Aun así, en su mayoría, los invitados se tomaron su postín para salir con calma, porque dentro de lo que cabe se estaba en una «zona segura», mientras que los más conscientes salieron cuando empezó a ocultarse el sol.

Temas iban y venían, se hablaba de todo un poco. Surgieron entonces comentarios de la película de moda, La hora cero, y el problema de inseguridad que refleja; luego los chistes; la política; y nuevamente los chistes. Así transcurrió la noche.

Pasada ya las 8:00 p.m. salí acompañada de dos personas más para irme a mi casa. Ellos llevaban el paso más rápido, mientras yo los seguía. El sótano estaba a oscuras, cuando veo que baja alguien con paso acelerado. Ni dos segundos trascurrieron cuando de un jalón intentó arrancarme la cartera y empujándome se fue corriendo con mi bolso en la mano. El resto es historia…

Cada día que pasa me entero de más cuentos, más historias como ésta. Y es que en Venezuela los lugares donde uno se «siente seguro» son cada vez menos. Elegir salir de tu casa para ir a hacer diligencias o para sólo divertirte es cada vez un proceso más cauteloso. Entonces, ¿por qué elegir seguir acá, te preguntarás? Y es porque tu voz, mi testimonio, las denuncias y nuestra lucha nos devolverán en un futuro las opciones por donde caminar.

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