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sábado, 23 de abril de 2011
Salir de la pobreza en Venezuela es cosa de músicos
Por Patricia Clarembaux
María Gabriela González nunca había quedado tan impresionada. Uno de sus compañeros de Orquesta, ése que tocaba la trompeta a unos puestos de ella, iba por la calle con una pistola en su mano. “Fue muy duro para mí”, recuerda. Le costaba creer que era posible tocar un instrumento y un arma a la vez.
Luego de mucho tiempo, él se retiró del Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela. “Muchas veces viene y hablamos. Ya no toca con nosotros, pero sé que se salió de ese tipo de vida y que trabaja”. En una reflexión de momento, infiere que con seguridad su amigo hoy es quien es, porque “el Sistema de Orquestas lo salvó. Aquí nos dan valores y nos crean una moral”.
Ésta es una realidad cotidiana para el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, que hoy tiene en sus salas de música a más de 350.000 jóvenes y niños. De allí que su fundador, el maestro José Antonio Abreu, concibiera esta experiencia como un espacio de organización social y desarrollo comunitario a través de la música: “Un modelo y escuela de vida social”.
Con este panorama, en el marco del cumplimiento del primer y octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio, en 2002 el PNUD en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) inició un trabajo de apoyo a la Fundación del Estado para el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (Fesnojiv) en la compra de instrumentos. Hoy, muchos de los violines, violas, pianos, trombones, clarinetes, tubas y bombos que suenan en Alemania, Francia e Italia, sólo por mencionar algunos países, son comprados por Fesnojiv a través de proyectos firmados con el PNUD.
Entre 2004 y 2010, la inversión realizada superó los 14 millones de dólares, entre instrumentos musicales y equipos de audio y video. Sólo para 2010, se compraron 178 instrumentos musicales de nivel profesional, con una inversión que supera el millón de dólares.
Dice Nehyda Alas, gerente de la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño, que 99% de los jóvenes que tiene a su cargo inician su aprendizaje musical con los instrumentos del PNUD. Una sonrisa invade su rostro.
Por pura casualidad...
Jonathan Piñero (19 años) llegó a la música por casualidad. Un verano su madre olvidó inscribirlo en el plan vacacional y una tía le sugirió que, para no dejarlo en casa, lo pusiera a estudiar música. Luego de eso, se enamoró de la trompeta y nunca más volvió al campamento. Ahora y desde hace 12 años es miembro de la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño, en la que dice que ha aprendido más que a tocar un instrumento. Hoy se siente inclusive como un ejemplo en la comunidad en la que vive: “Es como el logro de todo el trabajo que uno hace”.
Lo mismo ocurrió a Gustavo Briceño. Entró hace 13 años por la motivación de su madre y luego, volvió solo. Nunca más soltó su violín. “Comienzas a impresionarte de ti mismo y piensas: ´Si hoy puedo hacer esto, ¿qué puedo hacer mañana?’”. Para él, aunque dejó de un lado las vacaciones y compromisos sociales, estar en el Sistema le genera más ganancias que pérdidas. Ser miembro de la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño es su orgullo. Incluso ha logrado influenciar positivamente a otros vecinos de Propatria, la zona popular en la que vive, que hoy también son miembros de alguna orquesta.
Dice la profesora Alas, que “el Sistema es la esperanza de las madres de ver a sus hijos salir de la pobreza a través de la música y en igualdad de condiciones para todos. Si hay pan, hay pan para todos. Si hay instrumentos, son también de calidad para todos”.
El maestro Gustavo Dudamel, director de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela “Simón Bolívar”, comentó en una entrevista a PNUD que Fesnojiv hace jóvenes para la vida cotidiana y para la vida en la orquesta, pero que no se trata de una fábrica de músicos. Sin embargo, el éxito de la Fundación ha sido tal, que diversos países del mundo –como Suiza y Austria– quieren replicar el modelo.
Publicado por:
http://www.pnud.org.ve/content/view/266/163/
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