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sábado, 18 de junio de 2011
Si no le duele, olvídelo
Por Vicente Díaz, 10/06/2011
No se trata de lenguajes sino de dolores. Los más pobres solo respaldaran a quien le duela su dolor. ¿Le duele a usted, de verdad, la pobreza?
Si usted está leyendo este artículo, usted es minoría. Usted no es representativo del pueblo de Venezuela. No se ofenda, usted puede ser tan venezolano como el que más, dispuesto a dejarse matar antes que entregar la patria. Sí, pero no es mayoría. Si usted tiene cuenta bancaria (así sea sin fondos), si tiene carro, si en su grifo hay manilla de agua caliente, si ha viajado alguna vez en avión; usted es minoría. Tal vez se pregunte ¿qué le pasa a este tipo? ¡Toda la gente que yo conozco es así! Sí, pero usted no conoce a toda la gente.
Su respetada opinión y la de sus amigos es minoría.
La mayoría de este país compra en mercados populares, o en Mercal. Asiste a hospitales y ambulatorios públicos, o a Barrio Adentro. Estudia en liceos y universidades públicas, o en Misión Sucre. Esa es la mayoría. Tienen una relación particular con el Estado. Y mientras más adentro el barrio o alejado el pueblo, esa relación se vuelve indispensable para subsistir. Por eso, mientras más adentro y alejado, más es el apoyo al Presidente. No es masoquismo amigo lector, es supervivencia. No les importan los equilibrios macroeconómicos sino que se cumpla la guardia del médico del barrio a quien no le preguntan si es cubano o iraní.
Y el Presidente lo sabe. Perfectamente. Ese es su público. A ellos les habla. En sus códigos, con sus ejemplos, con sus chistes y sus dolores. Y les dice tres cosas. Solo tres. Dichas de mil maneras diferentes. Les dice que se sientan orgullosos: de su pasado heroico, de sus raíces mezcladas, de su sabiduría innata... Les dice que si viven mal no es culpa de ellos; que alguien los robo, que los burgueses los atracaron. Y finalmente, les dice que allí está él, para defenderlos; que sin él volverán los malos.
Esa combinación de dependencia estatal con una narrativa perfectamente enfocada en y para los más pobres es lo que explica la todavía respetable popularidad del presidente entre los sectores más humildes.
Pero, como le decía, no hay ningún masoquismo. Su popularidad ha declinado de forma importante en esos sectores. Ir al hospital y no encontrar insumos tiene un costo. O el atraco en la buseta, o los apagones o el retraso del metro. El vínculo afectivo no resiste indefinidamente la frustración y el desencanto. Como en los malos matrimonios, un cónyuge malquerido no resiste los susurros tentadores de un tercero. Así lo demostró Ocariz en Petare. Los más humildes han tenido razones poderosas y legítimas para respaldar a un hombre que los quiere y habla su lenguaje. Y, sí, amor con hambre no dura, pero la relación permanecerá hasta que aparezca el nuevo amor. Quien aspire a sustituirlo debe ser capaz de emocionar al más humilde. Se equivocan los expertos en mercadeo político que aconsejan a los aspirantes a hablar el lenguaje del pueblo.
No se trata de lenguajes sino de dolores. Los más pobres solo respaldaran a quien le duela su dolor. ¿Le duele a usted, de verdad, la pobreza?
Publicado por:
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3441912.asp
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