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domingo, 3 de julio de 2011
Los damnificados de la Revolución
Editorial del Equipo Productor
Según el Diccionario de la Real Academia Española se entiende por damnificado: “adj. Que ha sufrido grave daño de carácter colectivo”. Así mismo, damnificar: “tr. Causar daño”.
Las lluvias que cayeron incesantemente en muchas zonas del territorio nacional en los meses finales del año 2010, dejaron, además del lamentable saldo de muertos, a miles de familias damnificadas.
A pesar de que el gobierno pretenda eludir su responsabilidad en esta tragedia, por no haber implementado los correctivos necesarios desde la tragedia de 1999, los venezolanos sabemos que la corrupción, incapacidad, improvisación en la gestión pública han sido corresponsables de la tragedia que afectó a nuestro país.
Pero la cosa no termina allí. Ahora, el gobierno reacciona, y el presidente, en un gesto de su voluntarismo, asume el tema de la vivienda como un compromiso personal y emprende, sin ninguna planificación y estudio, una serie de acciones destinadas a dotar de vivienda a las familias damnificadas durante las lluvias; acciones que están generando, paradójicamente, más damnificados.
¿Cómo es esto?
Pues sí, el gobierno en su afán de hacerse de terrenos urbanizables en el área metropolitana de Caracas, ha emprendido una serie de expropiaciones (que más bien parecen confiscaciones), que están dejando en el limbo a propietarios, trabajadores y usuarios. Para muestra un botón: las expropiaciones de talleres, estacionamientos y viviendas realizadas en la Avenida Lecuna han afectado no solo a los dueños de los terrenos y viviendas, también han dejado sin empleo a los trabajadores de dichos establecimientos, a la vez que dejan damnificados a los usuarios de los estacionamientos, quienes han quedado sin un lugar donde dejar sus vehículos.
Pero es que el efecto damnificador del gobierno revolucionario va más allá del tema de las viviendas.
Está el caso del Metro de Caracas, que por falta de políticas coherentes de mantenimiento y continuidad en la gestión, está en una franca crisis que afecta la calidad, seguridad y continuidad del servicio que presta a los millones de usuarios que diariamente utilizan el sistema en cualquiera de sus modalidades (subterráneo y MetroBus), y ni hablar de las condiciones laborales de sus trabajadores. Un colapso del sistema Metro implicaría graves consecuencias en materia de seguridad y orden público que damnificarían a toda la ciudad de Caracas.
Tenemos también, por mencionar un tema de alto impacto nacional, el estado del sistema eléctrico, damnificado desde hace dos años, a pesar de los voces de alerta que se habían levantado desde hace más de cinco años, y el cual afecta la productividad, seguridad, salud y calidad de vida de todos los venezolanos. Antes del año 2010 se habían asignado más de US$5.000 millones para desarrollar este sector, sin embargo, para el 2010 no había ninguna obra construida, en el 2010 se asignaron otra gran cantidad de recursos para paliar la crisis, pero llegamos a mediados del 2011 y es muy poco lo ejecutado.
Los venezolanos también nos encontramos damnificados en materia de vialidad, seguridad social y ciudadana; y no hablemos de la seguridad alimentaria, donde cada vez que acudimos a un expendio de comida nos preguntamos qué productos encontraremos.
Ni hablemos del poder adquisitivo del venezolano, que también se encuentra seriamente damnificado, a pesar de la promesa del “Bolívar Fuerte”, la cual fue tan fugaz que ni siquiera había entrado en vigencia cuando ya había sufrido una devaluación. La inflación, que según nuestro novel Ministro de Planificación es “endémica”, es una de las más altas del mundo, lo cual damnifica - que no dignifica – aún más nuestro comprometido presupuesto.
Pero quizás el aspecto donde el gobierno revolucionario ha sido más efectivo en su trabajo damnificador, es en la destrucción de nuestra moral nacional, pisoteada como nunca por un gobierno corrupto, indolente, ineficiente y entreguista, sometido como está, al gobierno de los hermanos Castro, de quienes es tan dependiente el Presidente que ha llegado a poner en sus manos aspectos tan delicados como su propia salud, y ha trasladado de facto la sede del gobierno venezolano a la Habana.
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