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domingo, 20 de noviembre de 2011
Los diez personajes venezolanos en el exterior
Por Pedro Camacho, 13/03/2011
Puede que no haya una sensación más reconfortante para un venezolano que escuchar su propio acento en el exterior. La próxima vez que viaje, tenga en mente este listado: una guía práctica para reconocer a los compatriotas, más allá de sus fronteras
10 El que quiere crear un ghetto venezolano en el exterior
Parece empecinado en reunirse sólo con compatriotas, sin importar lo lejos que se encuentre de Venezuela. Para lograr su objetivo convocará a todas las amistades de sus amistades en el exterior, abrirá blogs para juntar a la venezolanidad en la ciudad que habita, organizará arepadas cada fin de semana y, de escuchar un acento similar al suyo en algún autobús o calle, ofrecerá su ayuda con exagerada disposición. Su idea pareciera ser, formar una comunidad venezolana capaz de auto abastecerse por completo, sin mezclarse en lo más mínimo con los locales. Es importante, sin embargo, conocerlo y tener buena relación con él, ya que suele ser una fuente de información indispensable, como los informantes de las películas de mafiosos o la chismosa del salón de clases.
9 El que podría considerar ya abrir un resort
Toda despedida en Venezuela termina con amigos y familiares un poco tomados y advirtiendo que tengamos una cama lista, porque, nos irán a visitar tarde o temprano. En el caso de este personaje, la gran mayoría de esas promesas se hace realidad. Su popularidad y excesiva bondad harán de su apartamento un cuarto de hotel. En un principio, cada visita será un suspiro de aire fresco, un pedacito de familiaridad encapsulado en períodos cortos de dos semanas. Con el tiempo y al tener que visitar las principales atracciones turísticas de la ciudad por vez 500, este personaje se convertirá poco a poco en un ser amargo y, con cada nuevo invitado (o autoinvitado) su hospitalidad se irá degenerando en miradas asesinas y comentarios cargados de ira. Si eres este personaje y estas leyendo esto, te cuento que las claves para tu cordura mental son dos. La primera está en hacerle entender a los visitantes que tenemos una vida ya establecida en esa ciudad y que, por lo tanto, no podemos acompañarlos a todos los paseos en los que incurran (así sea mentira). La segunda es pedirles que nos traigan siempre algo de Venezuela (puede ser una caja de Torontos, una botella de ron, entre otros, y así supeditar su estadía al hecho de que ya pagaron peaje, por así decirlo.
8 El que parece que viajó, sólo para quejarse de Venezuela
Para él, el vaso siempre está medio vacío, sin importar que el vaso esté en Venezuela, en París o en Australia. Su negatividad lo ha llevado a un descontento permanente, a bajarle las energías a todo aquel que se atraviese en su senda, a reventar los sueños de todos sus allegados con dardos cargados de realismo crudo y duro. A ser un amargado pues. Ahora, es comprensible que haya cosas de su país que no le agraden, pero es importante entender que estos trapos sucios se lavan es en casa (siendo la casa Venezuela), no en el exterior, donde nuestras palabras puede que sean la principal fuente de información de Venezuela para los extranjeros, que suelen limitar sus conocimientos del país a lindas mujeres y lindas playas. Y a lo que dice el presidente.
7 El que parece que viajó, sólo para quejarse del país al que llegó
En el extremo opuesto y muy cerca en la balanza al personaje 10 del listado, está este personaje. Un sujeto que parece haber sido contratado por un canal de turismo, pero para resaltar las 10 peores cualidades de cada ciudad que visita. Me imagino la promo de su programa: “¿Quieres saber cuál es el destino más paradisíaco del mundo? Yo también, porque si pensaban que es esta pocilga a donde me enviaron (…)” Lo ideal, para que se le quite la amargura a este personaje y al anterior, es ponerlos a discutir y observar (a una distancia prudencial) quien logra amargarle más la existencia al otro.
6 El grupito bullero
Quizás estando en Venezuela no se percibe muy bien, pero basta con ver más de dos venezolanos juntos en el exterior para caer en cuenta de lo ruidosos que son. Es decir, la forma en que se saludan (“Eeeeeepa! ¿Qué mas?”), la manera de contar chistes y de brindar en la mesa, todo lo hacen, para que le quede claro a los demás que nos gusta nuestro acento y queremos que el mundo lo sepa. Más de una vez me he topado con grupitos de venezolanos en el exterior y me he dividido entre saludarlos y formar parte del círculo de la bulla o verlos (y obviamente escucharlos) a una distancia prudencial. Lo más simpático es observarlos cuando están perdidos turisteando alguna ciudad y deteniendo a los transeúntes para preguntarles, en cambote, donde queda alguna catedral o algún museo (la cara de los locales, que no entienden que está pasando, es muy graciosa)
5 El que va de paseo y compra de todo
Tienes que ser venezolano para entender a cabalidad el sentido de la expresión: viajar para raspar el cupo. Este personaje probablemente la tenga tallada en su lápida cuando fallezca. Anualmente viaja, no para conocer, no para absorber otras culturas, no para visitar a sus seres queridos (aunque esto influye ya que se ahorra estadía), sino para comprar. Desde aparatos electrónicos, hasta ropa y zapatos, todo será susceptible a ser comprado. Para tal propósito viajará a su destino con poca cosa en las maletas. Ojo, no es que cargará poco equipaje, sino que las dos monstruosidades de maletas que lleva irán prácticamente vacías para poder rellenarlas cual piñata. Lo peor de la situación es que, al regresar, sus compras lo obligarán a redistribuir el peso de su maleta en 10 equipajes de mano (que tendrá que llevar con sólo sus dos manitos), dejar atrás cinco pares de zapatos y una chaqueta para que se los lleve el huésped donde se estaba quedando “cuando tenga un chancecito” y, aun así, tendrá que pagar 15 kilos de sobrepeso.
4 El que le pega la distancia por el estómago
Yo nunca lo he comprendido por completo, a pesar de que siempre me afecta la distancia por ese lado también. Rara vez le pasa a los que salen de vacaciones, pero aquellos que viven afuera de Venezuela empiezan a encontrar un valor casi místico/religioso en la hallaca, el queso guayanés y las cachapas, por sólo mencionar tres. Para este personaje, los alimentos tienden a equipararse en importancia con sus mismos familiares y empiezan a cuestionarse si en ciertos momentos preferirían un abrazo de sus padres o un buen mordisco a una reina pepeada. Por lo general, tiende a condicionar las visitas que le hacen desde su país a que le traigan Harina Pan, botellas de ron y demás consumibles que aplaquen el sonido de sus tripas nostálgicas. Termina convirtiendo su casa en una especie de guarida del contrabando de chucherías y comestibles venezolanos, llegando al extremo de ocultar cosas como Torontos y Sambas en los copetes de las camas y debajo del mueble de la sala. Lo más insólito es que comienza a añorar, incluso productos que no son venezolanos, pero que de alguna manera los percibe como tales, como el diablito y el Cheez Whiz. Nota adicional: Estando en Venezuela no comía nada que no fuese Mc? Donalds. Así de irónica es la vida.
3 La adicta a Skype
Desde que vive en el exterior empezó a cultivar grandes amistades, pero ninguna tan trascendental como la que tiene con Skype, su compañero fiel. El programa se ha convertido en una ventana al mundo, la posibilidad para poder ver y ser vista por todos los que dejó atrás. Bueno, esto en el mejor de los casos. Por lo general, hay decenas de elementos que nos hacen caer en cuenta, de que la distancia existe y no es una simple ilusión. En 80% de los casos, le tocará adiestrar a distancia a sus tecnológicamente limitados padres a utilizar el programa (“mamá, busca el botón que dice video. ¿Lo ves? ¿Cómo no lo vas a ver? Llama a mi hermana para que te ayude”) y en 60% de los casos lidiará con malas conexiones que congelan las imágenes por minutos y generan un desagradable e incómodo desfase temporal en las conversaciones. Ahora, esto definitivamente es una mejoría sobre los tiempos de mi papá en los que escribías una carta a tus familiares diciendo que estabas empezando a salir con una muchacha que te gustaba mucho y, cuando te llegaba la respuesta de ellos dos semanas después, ya la tipa te había terminado y estaba saliendo con otro. Punto para Skype.
2 El que se adapta al nuevo entorno muy rápido (es más, demasiado rápido)
A las dos semanas ya usa expresiones locales, a las tres semanas ya tiene acento, al mes y medio ya se considera uno de ellos. Este personaje está convencido que nació en el lugar equivocado y que su verdadero llamado en la vida fue ser español, argentino, estadounidense, entro otros. Al llegar se afilia a algún club deportivo, se acostumbra forzosamente a la comida local (así le parezca desagradable) y se busca a un amigo autóctono del cual pueda absorber toda cultura. Rara vez vuelve a Venezuela y se desliga casi por completo del acontecer de su país de origen. Con el tiempo, encontrará una pareja local y, con el humor irónico del destino, tendrá algún día un hijo que viajará y se mudará a Venezuela cuando sea mayor de edad, a sufrir la misma transculturización exagerada que se autoinfligió su padre.
1 El que parece enviado a predicar las bondades turísticas venezolanas
Mucho más de mi agrado que el estereotipo anterior. Este personaje parece un mensaje del ministerio de turismo, hecho persona. Viajó lo suficiente por Venezuela como para conocer en sangre propia las maravillas turísticas del país y recitarlas cual canción “mira, pana, es que tiene desierto, selva, nieve y volcán”. Al escucharlo hablar es difícil no verse tentado a sugerirle que ponga un sombrero de paja en su cabeza, una guacamaya en su hombro y una imagen del Salto Ángel de material de apoyo. En ciertas ocasiones lo he visto incluso dibujando en servilletas el mapa de Venezuela para explicar donde quedan las mejores playas, según su opinión. Pareciera como si cobrase una comisión por cada cosa buena que dice, como si por cada persona que convence a ir a Venezuela y dice que llegó recomendada por él, recibiera un bono. Pero su motivación suele ser genuina y encierra en sí el deseo de que así como él está hoy día viviendo en una ciudad lejana, en el futuro sean ellos los que viajando a Venezuela se enamoren de todo lo bonito que tiene para ofrecer.
pedrocamacho84@gmail.com
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