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viernes, 2 de diciembre de 2011
Las mascaras del fascismo
Por Juan Claudio Lechín, 23/11/2011
INTRODUCCIÓN
La mayor consanguinidad entre el fascismo europeo de Mussolini, Hitler y Franco con el socialismo del siglo XXI (cursivas) de Castro, Chávez y Morales es un tajante antiliberalismo. Se trata de un hecho mayor, en la medida en que el liberalismo político fue la propuesta alternativa y revolucionaria frente al monumental y milenario sistema de las monarquías, tanto feudales como absolutistas. Y resulta que cuando creíamos avanzada en la historia la lucha democrática, la lucha por la igualdad, la de los derechos, de pronto aparecene dos facciones políticas “revolucionarias”, populares e innovadoras: fascismo y comunismo (donde se inscribe el socialismo del XXI), reeditando el combate emprendido por las monarquías absolutistas para destruir lo que Bolívar llamó en el Congreso de Angostura los “actos eminentemente liberales”.
Por decreto presidencial 7454 de junio de 2010, Chávez creó el CESNA, un organismo de censura de la información que, según su gobierno, tenía por objeto prevenir efectos negativos para la estabilidad o la seguridad nacional. Atacar la libertad de prensa y de información esgrimiendo razones de Estado es uno de los bastiones centrales del modelo fascista. Hitler, en su Programa de 25 puntos, exige que “se persiga legalmente a todas las tendencias artísticas y literarias (…) que contribuyan a la disgregación de nuestra vida como Nación” y Castro, en su Constitución Política, amenaza con castigar al que ejerza la libertad en contra del Estado “socialista”. Este trabajo mostrará de manera comparativa cómo estos seis caudillos acometen contra la independencia de poderes, contra la descentralización y contra las libertades de prensa, sindical y política; señalará, además, la manera como capturan los aparatos represivos del Estado (Policía y Ejército), controlan el voto, el Parlamento y lo judicial, y amañan las preguntas de los referendos. Pero, además, veremos que también inventan símbolos patrios, renombran a los países y hacen nuevas Constituciones. La historia, haciendo gala de una geometría perversa, se repite a pesar del tiempo y de la distancia geográfica.
Aunque hay muchos más datos que los que presento en este trabajo, he colocado los más significativos para hacer claras las tesis que nos ocupan y sus conclusiones. Con datos relevantes y cuadros, con espacios de apuntes y reflexión, este primer libro comparativo tratará sobre la destrucción de los “actos eminentemente liberales”. Para semejante empresa desmontadora de un sistema que lleva más de un siglo instalándose, el fascismo necesita de un potente sujeto político que es el cuerpo del caudillo fascista constituido por el caudillo mismo, por su brazo (los grupos de choque, mayormente de origen lumpen, y el partido), por su lengua (la propaganda), por su fantasía (la ideología) y por su oído (la red de informantes). Y el bloque legitimador de ese cuerpo es el pueblo adepto. El cuerpo del caudillo fascista será un próximo libro.
El bordado ideológico, la espectacularidad del discurso y la propaganda mostraban “irreconciliables diferencias” entre fascismo y comunismo. En lo esencial, hay muy pocas. Las visiones de la economía y de la propiedad son elásticas en cualquier fascismo y están subordinadas al pragmatismo de la concentración del poder tanto que Hitler y Mussolini nacionalizaron, y los del XXI privatizan. Lo esencial del fascismo es concentrar al poder en manos del caudillo rey. Todo lo demás es accesorio y se instrumentalizará de acuerdo a las condiciones de cada país, a su atraso político, a las complejas relaciones entre modernidad y tradición y, muy importante, a la particularidad de los traumas y otras psicologías sociales pendientes de sus pueblos.
Como ambos son esencialmente lo mismo, los nombraré “fascismo”. Podría, al revés, haber usado la palabra “socialismo” o “comunismo”, pero esto ayudaría al desprestigio de la maravillosa utopía católica española medieval del País del Bien o Tierra sin Mal, y de sus émulos posteriores, los socialistas utópicos europeos. Este ideal, posiblemente irrealizable, debe continuar siendo una guía y un llamado permanente a moderar la desigualdad y la injusticia humana. Entonces, es preferible reservar estos nombres lo más intactos posible luego de tan abusivos manoseos.
En lo que respecta al presente texto, veremos lo esforzado que les resulta a los caudillos fascistas desmontar el joven y hegemónico sistema planetario liberal (un sistema político tarda siglos en madurar y consolidarse). Esta acción desarmadora define al fascismo no como un sistema político sino como un modelo coercitivo y pragmático para la toma absoluta del poder político, bien se llame “derecha” o “izquierda”, bien se haga por la vía “democrática” o por la armada. Los creyentes del socialismo, o más bien del fascismo del XXI, prejuzgarán que demonizo a los caudillos fascistas y a sus modelos, que ni de cerca cumplo con demonizarlos como se merecen, pues no hay vocabulario suficiente para describir a cabalidad la horrenda tarea que realizan. Que este grupo de caudillos pertenecen al mismo fenómeno político y que el fascismo es un modelo de toma absoluta del poder y no un sistema político son tesis que analizaré en este texto y, para ello, presentaré datos históricos comparativos.
En la primera estación de este trabajo hay tres acertijos que, de no ser resueltos, obligan al lector a continuar. Luego, veremos los programas políticos de Mussolini y de Hitler que actuarán como básica medida comparativa y, después, expondré un instrumento detector de fascismo denominado El Índice Facho. Los datos históricos acopiados son resumidos en cuadros comparativos, lo que nos permitirá corroborar que el movimiento político de Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y otros no son socialismo aunque así se hayan autodenominado durante tanto tiempo y con una millonaria propaganda; ellos no son el porvenir, ellos son el pasado, lo más tenebroso del pasado, ellos son Las máscaras del fascismo.
Publicado por:
http://www.observatorio-arendt.org/wp/?p=1644
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