Por Vladimiro Mujica, 23/08/2012
Leo con una mezcla sui generis de indignación y
alegría sobre una campaña iniciada hace poco tiempo por el colectivo juvenil
Miranda es Otro Beta en apoyo al Comandante Candidato Hugo Chávez. Confieso que
eran otros los tiempos en que conocía al pelo todos los términos que se usaban
en la jerga popular de los barrios caraqueños. Ahora, muy de cuando en cuando,
me sorprenden con una nueva palabra cuyo significado me es desconocido. De
acuerdo a la nota de prensa, un beta es, según explicó el vocero del colectivo,
“parte de la jerga que se usa en los barrios para referirse a algo negativo o
un acontecimiento malo”.
“¿El beta en el barrio qué es? Es la violencia, es la
exclusión, es la discriminación, es el racismo. El otro beta, en cambio, es la
inclusión, el trabajo, la visibilización de los jóvenes en sus prácticas y en
sus códigos”. Según se desprende de la definición, otro beta no es, como podría
ingenuamente pensarse, un individuo que comparte las características de un
beta, sino exactamente su opuesto. Herencia quizás de la jerga militar en la
cual se habla de “una voz” para referirse a una orden y “otra voz” para indicar
una orden distinta.
Indignación:
Ver al Comandante Candidato intentando cubrirse de una
imagen que reproduce una especie de visión idílica y bucólica de un barrio
donde los jóvenes practican deporte, andan en motos y componen alegre y
extrovertida música rap. De lado se deja que los barrios venezolanos son de los
lugares más peligrosos del mundo, que la vida en ellos no tiene nada que ver
con la imagen esperanzada que el Comandante intenta apropiarse. De lado también
se deja que si bien es cierto que durante sus catorce años de gobierno Chávez
ha abierto espacios inexplorados de participación popular y mejorado el ingreso
de los sectores más deprimidos de la población, no es menos cierto que ese
mismo gobierno es una maquinaria gigantesca de fabricación de pobreza para todo
el país.
Que la inclusión no ha ocurrido, que no se ha creado
más trabajo, y que, en general, nuestras posibilidades como nación se han
deteriorado, que vivimos en una sociedad profundamente dividida, polarizada y
violenta.
En un sentido muy real, y aprovechando las
maravillosas posibilidades de los juegos de palabras, Chávez no es Otro Beta.
Chávez es en realidad, y tratando de pasar agachado, El Gran Beta. El gran
creador de todo lo que dice combatir y, al mismo tiempo, un increíble
ilusionista que todavía guarda algo de su mítico carisma de encantador de
serpientes para vender imágenes e ideas que contradicen abiertamente a la
realidad pero que, sin embargo, convencen a sus seguidores.
Alegría:
El hecho de que el Comandante Candidato esté
comenzando una acción de su campaña presidencial que pretende copiar los
códigos y los mensajes de la campaña de Capriles no puede pasar desapercibido.
Ya no es únicamente que Capriles le está marcando la agenda al Comando
Carabobo, algo visible no solamente en las acciones sino en las destempladas
declaraciones de Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, quienes dedican horas y
horas no a hablar de su campaña abusiva y ventajista sino a comentar sobre lo
que hace el candidato de la unidad. Ahora se trata también de que se intenta
modificar la imagen de un semidiós momificado, viajando en carroza, distanciado
y protegido del pueblo, por otra donde Chávez anda en moto, o con la gorra
volteada o componiendo rap. Y ni siquiera es la imagen real del candidato, ahí
sería imposible disfrazar las señales de un cuerpo enfermo y envejecido, sino
una caricatura de un Chávez atrevido y juvenil. Es decir, es la comiquita la
que pretende parecerse a Capriles. Así de hondo ha calado la desesperación ante
lo que se ha venido evidenciando como un verdadero fenómeno de penetración del
mensaje del candidato de la unidad en sectores otrora considerados como
bastiones del chavismo.
Epílogo:
No es posible enfatizar lo suficiente que el Gran Beta
tiene aún inmensos recursos para torcer la voluntad popular que cada vez se
anuncia con más fuerza y que terminará con un período nefasto de la historia
venezolana para abrir las puertas a la reconciliación nacional. Todavía quedan
los recursos del miedo, del ventajismo y de una menguada pero aún enorme
capacidad para ganar voluntades a favor de la fallida revolución. Todo esto es,
a estas alturas, predecible, y Capriles ha dado muestras cada vez más
convincentes de estarse moviendo en la dirección correcta y hacer lo que tiene
que hacer.
Queda asegurar de nuestro lado que la defensa del voto
se llevará a cabo de manera eficaz corrigiendo, entre otras cosas, un peligroso
hueco de presencia de testigos en todas las mesas electorales, un elemento
esencial de la prevención del fraude sin el cual toda la estrategia electoral
queda desprotegida.
Del mismo modo, entender que en esta etapa de la lucha
son indispensables todas las fuerzas, tanto las que corresponden a nuevos
partidos y movimientos como las que representan a otras organizaciones más
tradicionales. Es esta sabiduría en la recta final, que está también integrada
en la idea de reconciliación, lo que puede hacer la diferencia en el resultado
de las elecciones y la posibilidad real del cambio.
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