Víctor Rodríguez Cedeño Miércoles, 24 de octubre de 2012
El señor Jaua, hasta hace días segundo
en el Ejecutivo, para completar el llamado del jefe, anunció que las
expropiaciones continuarán. ¿De qué se trata? ¿Se quiere un diálogo o
simplemente imponer un proyecto? ¿Vamos a conversar sobre el futuro del país
con nosotros o sin nosotros dentro?
A pocos días de las elecciones, los
venezolanos seguimos sorprendidos y confundidos, muchos tristes y probablemente
desorientados, aunque confiados en que no es el final de una larga lucha por la
democracia y las libertades.
Independientemente del resultado que,
sin duda, refleja maniobras oficialistas indignas, antes y durante el proceso,
para hacerlo a su favor, vemos una oposición fortalecida bajo un liderazgo al
que tenemos que acompañar irrestrictamente. Henrique Capriles mostró ser un
líder nacional, con propuestas serias y una postura honesta ante el debate y
las realidades del país.
Para Venezuela seis años más de
"socialismo bolivariano" no serán fáciles; se avecinan tiempos
complicados que tendremos que afrontar unidos con firmeza y sabiduría. El
camino "escogido" el 7-O es el de las expropiaciones, el del fin de
la descentralización que desaparecerá ante el sistema comunitario, de la
imposición de un pensamiento único, del control ciudadano y la exclusión.
Días después del "triunfo"
revolucionario y conscientes del significado de los más de 6 millones de voces
que critican la implantación de un régimen comunista en el país, Chávez y los
suyos hablan de la posibilidad de un "diálogo" con la oposición, lo
que debería ser bienvenido por todos, si responde a sentimientos sinceros,
enmarcados en la mayor tolerancia y respeto.
Pero el llamado al "diálogo"
se presenta con elementos condicionantes que lo afectan muy negativamente. El
mismo Chávez advirtió, poco después de que los observadores/amigos abandonaran
el país, que podía dialogar "pero sin subordinarse ni subordinar su
gobierno a los intereses de la burguesía". Es un llamado torpe o
malintencionado, en todo caso bien calculado, que cierra cualquier posibilidad
de acercamiento que permita encontrar el hilo común que une a todos los
venezolanos, para vencer el retraso y las tensiones y crear un futuro común.
El señor Jaua, hasta hace días segundo
en el Ejecutivo, para completar el llamado del jefe, anunció que las
expropiaciones continuarán. ¿De qué se trata? ¿Se quiere un diálogo o
simplemente imponer un proyecto? ¿Vamos a conversar sobre el futuro del país con
nosotros o sin nosotros dentro? ¿O es que simplemente pretenden dialogar sobre
la forma de sacrificio de los millones de venezolanos que vemos un camino
diferente para alcanzar el progreso y la tranquilidad? El chavismo no parece
haber entendido el mensaje que se puede extraer del extraño resultado de estas
elecciones, en las que se jugaba todo, como lo dijimos siempre. Los que votaron
por el cambio rechazan un sistema comunista en el que las libertades
fundamentales sean disminuidas o simplemente ignoradas. Los que votaron por
Chávez, la mayoría de ellos, rechazan también ese modelo que se agotó en el
siglo XX y que empobreció integralmente a millones de personas que despertaron
y encontraron muchos años después el camino. Ante ese panorama se debe cerrar
filas en la oposición para ir juntos a ese "diálogo".
Unidos todos, alrededor del liderazgo
de Henrique Capriles y de los nuevos dirigentes que le acompañan y que
representan, sin duda, la esperanza de los venezolanos y de las nuevas
generaciones. Es también el momento para que los chavistas, a los pensantes me
refiero, decidan entre seguir enfrascados en una confrontación que nos desgasta
a todos y no conduce a nada y encontrar puntos de acercamiento que sean serios
y racionales y que permitan avanzar en la resolución de los problemas que
afrontamos todos.
Debe incluirse en esa
"agenda" todo lo relacionado con la liberación de los presos
políticos, civiles y militares. Tenemos que dialogar sobre el sistema electoral
que dicen es el más confiable, pero que sigue siendo manejado en forma
exclusiva sin que los observadores independientes, los opositores y la gente
común puedan tener acceso a él.
Un diálogo verdaderamente constructivo
tendría que abarcar los aspectos más complejos, en especial, la economía y sus
correctivos, la promoción de las inversiones extranjeras y nacionales y las
garantías jurídicas.
No se puede concebir un diálogo
simplemente sobre la forma en que el régimen implantará sus políticas. Ello se
traduciría en una lamentable negociación para sobrevivir y eso no es lo que
quieren los más de 6 millones que votaron por Capriles y la mayoría de los que
"votaron" por Chávez. Es el momento de un diálogo franco y sincero.
Sería una torpeza ignorar las realidades e insistir en imponer un proyecto que
más temprano que tarde implosionará con las consecuencias que ello conllevará.
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