Por Vladimiro Mujica,
24/01/2013
Creo
que van quedando pocas dudas en el mundo de la oposición democrática acerca de
lo indispensable que resulta combinar la acción política electoral con acciones
no violentas de desobediencia y participación en la conflictividad social. El
reciente anuncio hecho por Gabriel Puerta en relación a la creación de una
Comisión de Agitación en la MUD va claramente en la dirección correcta pero hay
muchos hilos por atar en este crucial debate.
En
primer lugar, habría que destacar que a nadie le conviene la violencia. Sobre
todo, no nos conviene la violencia a nosotros porque ese es el territorio donde
el chavismo extremista es más poderoso y cuenta con sus mejores armas.
Eso quiere decir que la acción concreta de desobediencia, desacato o de
participación en los conflictos sociales debe ser no violenta. Eso también
implica que los llamados a protestar como sea y donde sea por la violación de
la Constitución pueden ser tremendamente contraproducentes.
En segundo lugar, que es indispensable internalizar que el régimen
chavista no es ninguna dictadura convencional que oprime al pueblo en su
conjunto. De hecho, el apoyo popular al gobierno, por las razones que sea, es
muy sustancial. Eso significa que es necesario debilitar primero las bases de
sustentación que hacen de la oferta chavista una oferta atractiva para
importantes sectores de nuestra población.
Esto es esencialmente un problema de estrategia política de mediano
aliento que debe combinar una narrativa poderosa con la acción concreta.
En tercer lugar, que no es posible asumir a medias tintas la tarea de
vincularse con los sectores populares y tampoco pretender hacerlo a través de
imposturas en un país donde casi el 80% de la población pertenece a sectores
empobrecidos o de clase media baja. Esto parece fácil decirlo, pero es una de
las tareas más complejas porque es lo que a mediano plazo puede transformar a
un régimen popular en uno que haya perdido el favor de la gente.
Lamentablemente hay muy pocos atajos en esta materia y los que puedan existir
no son controlables por las fuerzas de oposición porque dependen de hechos en
parte aleatorios, como por ejemplo la reacción de la población frente a las
promesas incumplidas del gobierno o la crisis económica que se avecina.
Por otro lado, está el hecho muy perturbador de que hay importantes
sectores de la oposición que tienen por un lado un discurso de que el país se
está desmoronando por la acción destructora del chavismo y, por otro lado, una
práctica donde su actuación política está esencialmente condicionada por
prebendas electorales.
En algún momento, más temprano que tarde, esto tiene que terminar y
darle paso a una conducta ética comprometida verdaderamente con los intereses
superiores del país.
Prestarle atención a todos estos elementos en su conjunto es
indispensable para el diseño de una estrategia de mediano aliento. Intentar
resolver solamente una parte de la ecuación, por ejemplo solamente el problema
de participar en unas elecciones, termina por conducir a nuevas frustraciones.
De hecho, en una pelea tan desigual como la que se libra entre la sociedad
democrática venezolana y el chavismo, es más frustrante ver las incoherencias
en el liderazgo que perder batallas importantes.
No hay nada que pueda reemplazar en una contienda contra un adversario
tan poderoso a un liderazgo político consistente. Todavía existe el espacio
para que la MUD se reorganice para ofrecer ese liderazgo pero difícilmente eso
podrá hacerse con el sólo concurso de los partidos políticos hoy agrupados en
la mesa y sin la participación de las organizaciones de la sociedad civil, como
las que agrupan a trabajadores y universitarios. Si esta reinvención del
liderazgo se realiza exitosamente, entonces podremos regresar al problema
esencial de cómo administrar el considerable capital político de la oposición
sin crear una sensación de inacción que induce a mucha gente a pensar que la
MUD está avanzando hacia una condición de grupo dirigente que parece no dirigir
a nadie, como lo apuntó recientemente Alonso Moleiro.
Aprovechar, y sobre todo, crear oportunidades es un arte muy difícil en
cualquier actividad humana y especialmente en la política. La alternativa
democrática en Venezuela cuenta con fuerzas muy importantes, todo un país en
“azul”, que pretende ser silenciado por la oligarquía que dirige al país
“rojo”. Pareciera que gradualmente estamos llegando al convencimiento de que es
necesario diseñar una estrategia de acción no violenta combinada con los
espacios electorales que debe acompañar a una narrativa que todavía está por
armarse.
Esta reflexión tiene que llevarse a la gente porque es importante que la
gente la entienda y se compenetre con ella para evitar el desánimo que parece
apoderarse lentamente de los venezolanos. La posición del chavismo parece
inexpugnable, por ahora. Pero eso puede cambiar.
Vladimiro Mujica es miembro de Compromiso Ciudadano
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