LUIS UGALDE 24 DE ENERO 2013
“No, no basta rezar, hacen falta
muchas cosas para construir la paz”, cantaba Alí Primera. Ahora gobernantes que
lo corean sólo parecen rezar. Muchos venezolanos rezan de todo corazón y con fe
por la salud del Presidente, pero otros hacen la comedia. Hasta los
confesionalmente ateos miembros del Gobierno de La Habana aparecen rezando para
manipular, porque, si “París bien vale una misa”, el petróleo de Venezuela vale
un novenario completo.
En este desconcierto, el Papa nos
recuerda que no basta rezar para conseguir la paz. Desde hace 46 años el primer
día del año la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz. El Papa
pide oraciones sinceras y, por tanto, acompañadas de esas “muchas cosas” que
hay que hacer para conseguir la paz. Como dice el Evangelio, no entrarán en el
Reino de Dios los que claman “Señor, Señor”, si no aman a sus semejantes; ya
hace dos milenios y medio los profetas de Israel decían que Dios aborrece la
oración hecha para manipularlo y acompañada de iniquidades y opresión. Dada la
brevedad de este artículo solamente puedo recoger los puntos del mensaje papal
de mayor importancia para Venezuela hoy.
La paz es un don de Dios y una obra
nuestra. Una
sincera apertura a Dios nos hace “vencer el egoísmo, la codicia, el deseo de
poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas” y nos
lleva a construir “una convivencia basada en la verdad, el amor y la justicia”.
Es la base del reconocimiento del otro. Sin ello, no tenemos
futuro y es imposible la construcción de la democracia. La apertura a Dios-amor
nos lleva a reconocernos como “una sola familia”, reconocer al otro en su
dignidad y crear “relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y
animadas por un “nosotros” comunitario. El “yo” se realiza en el “nosotros”,
nos lleva a “sentir como propias las necesidades y exigencias del prójimo” y se
concreta en “los derechos recíprocos y los deberes mutuos”. Trabajar por la paz
es promover la vida digna del otro en todas sus formas. Éstas no son verdades
únicamente para los cristianos –nos recuerda el Papa–, sino que “están
inscritas en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y, por
tanto, son comunes a toda la humanidad”. Contra esto se oponen la
absolutización y endiosamiento del poder, el fanatismo y la intolerancia
religiosa, “la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia”.
El trabajo humano. Sin actividad productiva fracasa la
dignidad humana. Ilusos los que creen que el Estado puede y debe alimentar a
todos y mantenerlos dependientes y sumisos, como en una granja. Cuba es una
muestra elocuente de su fracaso y también la Venezuela de los campos y fábricas
paralizados, mientras los puertos están cargados de mercancías importadas. El
trabajo no puede considerarse como “una mera variable dependiente de los
mecanismos económicos y financieros”, sino que tiene prioridad “como bien
fundamental para la persona, la familia y la sociedad”.
La economía y el poder político como
medios. Ni el
estatismo económico, ni el extremismo liberal del mercado, pueden ofrecer el
bien-hacer que necesitamos. El objetivo de toda economía y política no es la
ganancia económica ni la dominación política, sino las personas y sus vidas
dignas, lo cual no es posible sin fomentar la creatividad humana plural y
democrática y el bien común solidario. Nada de ello es factible con una
política sin ética y sin la “estructuración ética de los mercados monetarios,
financieros y comerciales”; pero a quienes absolutizan el poder o las finanzas
y los mercados les estorba la ética, porque los pone en evidencia.
Educación para una cultura de la paz. La siembra nacional de armas y del
odio va produciendo la espantosa cosecha de miles (más de 20.000) de asesinatos
al año. Hay que “proponer y promover una pedagogía de la paz”. Ya hay grupos
que lo hacen, pero el problema es tan grave que requiere una labor masiva del
Estado y la sociedad plural unidos. “Es necesario enseñar a los hombres a
amarse y educarse para la paz y a vivir con benevolencia (queriendo el bien del
otro), más que con tolerancia. No a la venganza. Sí al reconocimiento de las
propias culpas y al perdón mutuo”.
En el mundo y en Venezuela actúa Dios,
el Dios de Jesús, completamente solidario con los hombres, donde actuamos como
constructores de paz. Por eso no basta rezar, hacen falta muchas cosas para
construir la paz.
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