Mario Vargas Llosa Domingo,
08 de septiembre de 2013
Vine a Normandía con la intención de
releer a Flaubert y visitar su pabellón de Croisset y los lugares que describió
en Madame Bovary, pero en una librería del pintoresco y abigarrado puerto de
Honfleur me encontré con un pequeño libro de Jorge Semprún, recién publicado en
Francia, que me ha tenido toda la semana pensando en la irrupción del nazismo
en el continente europeo, en la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, y en la
conducta de ciertos intelectuales en aquellos años neurálgicos.
El libro se llama Le métier d’homme
(El oficio del hombre) y contiene tres conferencias que dio Semprún en la
Biblioteca Nacional de París los días 11, 13 y 15 de marzo de 2002.
Probablemente las dictó sobre notas, las charlas fueron grabadas y lo que se ha
publicado es una transcripción de esas grabaciones, pues el texto abunda en las
repeticiones y vacilaciones típicas de una exposición dicha, no leída. Pero, aun así, estas páginas están llenas de
sugestiones e ideas fascinantes que, lejos de contentarse con reminiscencias
históricas o anécdotas, gravitan con fuerza sobre la crisis europea de los años
cuarenta y la de nuestros días.
El libro es también un homenaje a un
filósofo, Edmund Husserl, un historiador, Marc Bloch, y un escritor y
periodista, George Orwell, que, en momentos de gran confusión y turbulencia
ideológicas y políticas, tuvieron el coraje de adoptar tomas de posición
refractarias a las de los gobiernos y la opinión pública de sus países y fueron
capaces, valiéndose de una razón crítica y una moral heroica, de fijar unos
objetivos cívicos y defender unos valores que a la larga terminarían por
prevalecer sobre el oscurantismo, el fanatismo y el totalitarismo que
desencadenaron la segunda conflagración mundial.
Edmund Husserl, padre de la
fenomenología y maestro de Heidegger, a quien éste dedicaría su obra capital,
Sein und Zeit (Ser y Tiempo), para retractarse luego de esta dedicatoria cuando
comenzó a colaborar con el régimen nazi, pronunció una conferencia en Viena el
7 de mayo de 1935, en la que exhortaba a sus colegas intelectuales a
enfrentarse “a la barbarie” y a mantener viva la gran tradición europea del
espíritu crítico y la racionalidad sobre las puras pasiones y la conducta
instintiva. Semprún destaca en esta conferencia, sobre todo, lo que llama “el
patriotismo democrático” del filósofo, quien afirma categóricamente que el
enemigo de la Europa civilizada no es el pueblo alemán sino Hitler y que, más
pronto que tarde, Alemania deberá reintegrarse, una vez que gracias al
federalismo opte por una resuelta vía democrática, a una Europa que habrá
superado también el nacionalismo de orejeras y se habrá unificado, sin
renunciar a su diversidad, en un régimen político y económico de carácter
federal. Afirmaciones y predicciones de una lucidez visionaria que medio siglo
más tarde confirmaría puntualmente la historia europea.
Cuando pronuncia esta conferencia
Husserl tenía setenta y seis años y por ser judío, de acuerdo a las medidas
antisemitas del nazismo, ya había sido despojado de todos sus derechos
académicos. Pronto se vería obligado a refugiarse en el priorato benedictino de
Sainte Lioba, donde moriría tres años después de aquella charla. Y de allí
rescataría un sacerdote franciscano, el padre Herman Leo van Breda, las
cuarenta mil páginas inéditas del filósofo que se las arreglaría para hacer
llegar, sanas y salvas, a la Universidad de Lovaina.
Semprún, en páginas de gran sutileza,
señala cómo en estos años hay intelectuales católicos, entre ellos Jacques
Maritain, que, a diferencia de la extrema prudencia con la que el Vaticano
encaraba la problemática nazi, se enfrentaron a los totalitarismos fascista y
estalinista a la vez, denunciando con entereza sus semejanzas sustanciales por
debajo de sus diferencias de superficie, una verdad escandalosa que se
confirmaría no mucho después con el pacto Molotov-Von Ribbentrop, y el trauma
que este acuerdo nazi-soviético causaría entre la intelectualidad progresista y
comunista.
El segundo homenaje de este ensayo es
al historiador Marc Bloch, fundador con Lucien Febvre de Annales, movimiento
que renovaría y daría un impulso creativo notable a la investigación histórica
en Francia. Marc Bloch, que había hecho la Primera Guerra Mundial –comenzó como
soldado raso y terminó como capitán– se alistó también en la segunda y fue un
resistente activo, hasta que la Gestapo lo capturó y fusiló en 1944. Luego de
la derrota del Ejército francés, Bloch escribe en apenas dos meses L’étrange
défaite (Extraña derrota), de julio a septiembre de 1940, un libro impublicable
entonces, que permanecería oculto hasta luego de la liberación. En él analiza,
con extraordinaria serenidad y hondura, las razones por las que Francia se
desmoronó tan fácilmente ante la embestida del ejército nazi. El análisis es
implacable en su denuncia de la corrupción que venía socavando a la clase
dirigente, a los partidos políticos, a los sindicatos, y cegando a los
intelectuales. Pero, pese a la virulencia de la crítica, el ensayo no sucumbe
al pesimismo. Por el contrario, destaca los sólidos recursos institucionales y
culturales que sostienen a la tradición democrática francesa, exhorta a la
nación a no rendirse a la barbarie totalitaria y a luchar no sólo para derrotar
al nazismo sino para luego reconstruir la sociedad francesa sobre bases más
decentes y más justas que las que provocaron la catástrofe. Al igual que en
Husserl, Semprún subraya en la postura de Bloch su rechazo del nacionalismo, su
vocación europeísta y la defensa de la racionalidad y el espíritu crítico.
George Orwell es el tercer ejemplo de
intelectual comprometido con la justicia y la verdad, que no teme enfrentarse
al descrédito y a la impopularidad, al que Semprún exalta como un ejemplo. Se
refiere, claro está, al periodista que se fue a pelear como voluntario en
defensa de la República durante la guerra civil española en las filas del POUM
y que en Homage to Catalonia (Homenaje a Cataluña) fue uno de los primeros en
denunciar el exterminio de trotskistas y anarquistas ordenado por Stalin en el
seno de las fuerzas republicanas. Pero destaca, sobre todo, su defensa del
“patriotismo democrático” con que exhortó a sus compatriotas a enfrentarse a
Hitler y al nazismo, a la vez que criticaba con dureza el colonialismo inglés y
exigía que el gobierno de Gran Bretaña asegurara la independencia de la India y
las otras colonias del imperio una vez terminada la contienda.
Semprún estudia con detalle un ensayo
poco conocido de Orwell, The Lion and the Unicorn (El león y el unicornio),
donde aparece su célebre frase: “Inglaterra es un país de buena gente con los
tipos equivocados en el control”. Y recuerda que, pese a la utilización que
hizo siempre la derecha de sus críticas a la URSS y al comunismo, sobre todo en
sus parábolas novelísticas Animal Farm (Rebelión en la granja) y 1984, Orwell
se consideró siempre un hombre de izquierda, un socialista convencido de que el
verdadero socialismo era de irrenunciable entraña democrática, defensor del
espíritu crítico y de la libertad intelectual, para él valores inseparables de
la lucha por la justicia social.
Es imposible no leer este pequeño y
hermoso libro sin pensar que Jorge Semprún perteneció a esta misma tradición de
pensadores y escritores refractarios al conformismo y a la complacencia a los
que dedicó estas tres conferencias. Él también consideró siempre que el
quehacer intelectual –aquí confiesa que su verdadera vocación fue ser un
“filósofo profesional” aunque la guerra y su militancia lo enrumbaran por otro
camino– era inseparable de una acción cívica, y tuvo el coraje de criticar y
apartarse del Partido Comunista en el que había militado toda su vida, en los
puestos de mayor riesgo, cuando se convenció de que aquella militancia era
incompatible con aquel espíritu crítico y el patriotismo democrático que
encarnaron intelectuales como Husserl, Bloch y Orwell. Pero aquella ruptura no
lo apartó de los ideales de su juventud. Por ser leal a ellos estuvo en la
Resistencia, en el campo de concentración de Buchenwald, de clandestino en la
España franquista, y fue luego el intelectual refractario con la misma
consecuencia y limpieza moral que él celebra en los tres maestros a los que
dedica este libro estimulante.
Honfleur, septiembre de 2013
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