Américo Martín 05
de junio de 2014
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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No fue el primero pero sí, quizá, el
más inesperado. El presidente Correa, pieza clave de la inocua ALBA y estrecho
aliado del presidente Chávez, se ha permitido desmarcarse en lo fundamental. El
presidente de Ecuador, Rafael Correa, relacionó la exacerbación de los
conflictos políticos con los errores económicos cometidos por el gobierno de
Maduro. Guardando como es natural las formalidades diplomáticas, Correa se
permitió criticar a quien ha sido su estrecho aliado:
Desde mi punto de vista, dicho sea con
mucho respeto, las contradicciones políticas se extreman por los problemas
económicos, que yo también tengo en Ecuador, pero no tienen cabida porque los
hemos tratado bien.
Correa es egresado de la Universidad
de Harvard, tenida como la de más alto nivel en el mundo. Es natural que en
privado se mese los cabellos oyendo declarar a los voceros oficiales de
Venezuela y más todavía viéndolos insistir en exabruptos que vienen de regreso
de los últimos residuos del modelo revolucionario, Cuba remando también en esa
dirección. Nadie le atribuye ya –lo impide un mínimo de amor propio- el
descalabro de Venezuela a una supuesta guerra económica promovida por la
alternativa democrática y la más alta tasa inflacionaria del Hemisferio, a los
especuladores. Todos se preguntan cómo es que en un mercado petrolero en alza
por más de una década, un barril de petróleo promedio de USD100 y un asesino
endeudamiento interno y externo apuntalado por un déficit fiscal de 15% del
PIB, la sedicente revolución haya desatado los demonios de la inflación, la
recesión, el desabastecimiento, la devastación de la economía real y la
conversión del país en una economía de puertos atada a un producto que le
proporciona el 96% de las divisas por exportaciones. ¿Y semejante colapso es el
pomposo SSXXI?
Es de conocimiento universal la
debilidad del presidente Maduro. La ineptitud de sus colaboradores y la
borrachera de la corrupción oficialista, animada probablemente por la urgencia
de raspar la olla antes del naufragio.
La incompetencia, la ignorancia del
gobierno y en especial de su presidente están irritando a sus propios
seguidores, que en número creciente se alejan o se permiten disentir
abiertamente. Para ganar puntos en un movimiento que exalta a los héroes reales
y ficticios, Maduro ha entrado en una erupción represiva que deja atrás la de
Chávez y la de los años que van de 1948 a 1998.
Despierta sentimientos de rechazo
incluso en su partido el ensañamiento contra los estudiantes, vecinos y líderes
opositores, la salvaje persecución contra los trabajadores y sus maltratados
dirigentes y la violencia descargada en barrios y urbanizaciones que protestan
por las consecuencias sociales de la crisis. Su estilo divisionista, su
exaltación del odio y el escarnio, la tortura, el exhibicionismo armado de sus
fasci di combatimento, sin contrabalancearlo con obras materiales dignas del
recuerdo.
En ese cuadro el ahora denominado
“Alto Mando” del PSUV (la resonancia militarista los ha inficionado hasta la
médula) vuelve con la lata del golpe y el magnicidio. ¡Otra vez lo mismo,
Señor! En la historia republicana de Venezuela los mandatarios no eran muy
dados a dar gritos hasta enronquecer denunciando que querían matarlos, siendo
tan escasos los magnicidios reales desde la fundación de Venezuela republicana
en 1830 hasta este mes de junio de 2014. Pero en un año de desaciertos Maduro
ha “descubierto” alrededor de 15 dirigidos contra él.
Un rasgo los identifica y es la
ausencia de pruebas, indicios, documentos capturados. Por eso hasta ellos
terminan por no hablar más del asunto. Han comprendido que esos anuncios
alarmistas suscitan la befa colectiva. No obstante asediado por el temor a los
fantasmas reales e imaginarios que se agitan a su alrededor, el “Alto Mando y
el presidente Maduro se decidieron a doblar la mano duplicando también la
falacia. Aparecieron nombres propios: María Corina Machado, Henrique Salas
Römer, Diego Arria, Gustavo Tarre. Montaron un escenario a lo grande. El medio
de prueba, unos e-mails de sospechosa factura. La respuesta de los acusados no
pudo ser más terminante. Sus alegatos merecían ser considerados por la pobre
Fiscalía, testigo mudo de las acciones de Jorge Rodríguez y Nicolás Maduro.
No se les pide que sean juristas de la
talla, por tomar dos nombres al azar, de René de Sola o Arminio Borjas, pero no
les vendría mal escuchar a un estudiante de primer año que hubiera aprobado
Introducción al Derecho.
Maduro condena a quienes critican a
Jorge Rodríguez por usar material que la Fiscalía o los tribunales no podrían
entregarles y agregó:
Critican a Jorge porque dice la verdad
y no a los magnicidas. Yo ordené que siguiera el procedimiento.
Esperaría aplausos de la tribuna
oficialista, pero lo que encontró fue un decepcionado malestar. Resulta que a
Maduro no le corresponde determinar cuál es la verdad. No es tribunal ni el
Ministerio Público los ha imputado. No hay debido proceso ni derecho a la
defensa. Nada, Maduro ya los sentenció. Son culpables porque a él le da la
gana.
Lo cómico es que al condenarlos por
magnicidio da por supuesto que el delito se consumó. En suma: Maduro no existe,
es un fantasma
Su tragedia es similar a la del
fantasma de Canterville de Oscar Wilde, que por mucho que se esmeraba no
asustaba.
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