Omar Barboza Gutiérrez junio de 2014
Cada día se suman argumentos para
demostrar el fracaso del modelo político y económico que hoy gobierna a
Venezuela, cuyos líderes llaman el Socialismo del Siglo XXI, pero que no se
parece en nada al socialismo democrático moderno que ha tenido éxito en otros
países, ni tampoco es del Siglo XXI porque las prácticas autoritarias y
centralistas que lo distinguen lo ubican en el Siglo XIX.
Hasta la presente fecha, ante las
críticas y preguntas sobre el destino que este régimen le ha dado a los
inmensos recursos provenientes de la extensa bonanza en los precios petroleros
que les ha correspondido administrar, lo cual contrasta con el mal estado de la
vialidad, de los hospitales, de muchas escuelas, y de la infraestructura en
general, así como la caída de la producción nacional de bienes y servicios, el
gobierno de manera reiterada para justificar el destino de los mismos, ha
contestado que ellos le han dado mayor prioridad al gasto social con el fin de
mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, y para generar empleos y
capacidades que les permita satisfacer sus necesidades básicas; es decir, que
su preocupación principal ha sido combatir la pobreza y sus consecuencias.
Pero resulta que en ese campo, han
surgido evidencias de que este gobierno también ha fracasado. Para sustentarlo,
teniendo como fundamento cifras oficiales, lamentamos afirmar que de acuerdo al
Instituto Nacional de Estadística (INE), durante el segundo semestre del año
2013 en Venezuela se incorporaron 1.795.884 personas a engrosar las filas de la
pobreza, al pasar del 25,4% en el segundo semestre del 2012 al 32,1% en el
segundo semestre del año 2013. De la misma fuente, se desprende que el número
de venezolanos que no están en capacidad de comprar los alimentos básicos,
pagar servicios prioritarios como salud, educación y transporte, ya que sus
ingresos son insuficientes, llegan a 9.174.142 personas. Es decir, el tamaño y
la profundidad del fracaso se reflejande manera dramática en lo social, en lo
humano, y en los aspectos que le han servido al gobierno para intentar
justificar el despilfarro de los recursos que ha administrado.
Han logrado un milagro económico
pero a la inversa, en uno de los países más ricos de América Latina, además de
la devaluación, la escasez, el alto costo de la vida, la inseguridad personal,
ahora crean las condiciones para que crezca la pobreza en nuestra población.
Los que todavía tienen ingresos para cubrir sus necesidades, se ven forzados a
permanecer en las colas para conseguir leche, harina pan, carne o las
medicinas, además de soportar los apagones o la falta de agua en muchas partes
del país.
Las empresas del Estado están en
las peores condiciones, especialmente PDVSA que está sometida a un déficit
constante, el cual es cubierto con la emisión de dinero sin respaldo por parte
del Banco Central de Venezuela (B.C.V.), violandoasí la norma constitucional
que le prohíbe financiar déficits de las empresas públicas.
La caída de la producción agrícola
e industrial nos ha hecho cada vez más dependientes de las importaciones, con
el agravante de que ahora no tenemos dólares para abastecernos y esa es la
causa real para la escasez, aparte de la inseguridad jurídica y el irrespeto a
la propiedad privada, lo que además de golpear gravemente a la producción,
aleja la inversión tanto nacional como extranjera, y reduce la generación de
empleos estables y bien remunerados.
La incertidumbre y la desconfianza
en el futuro del país se agravan ante la impunidad relativa alos actos de
corrupción generalizada que se observan en la administración pública y que está
llegando hasta los funcionarios de cualquier nivel. Para muestra un botón: se
robaron 20.000 millones de dólares de CADIVI, lo sabe el gobierno y no se hace
nada para castigar a los culpables, dando la sensación de complicidad general,
además del hecho significativo de que ese monto desfalcado para beneficio de
funcionarios y testaferros, es casi igual al monto de las reservas
internacionales, cuya disponibilidad líquida es cada día menor.
Todas estas circunstancias
conforman una olla de presión sobre la realidad económica y social de la
sociedad venezolana, de innegable repercusión política. Sin embargo, la Mesa de
Unidad Democrática (MUD) actuando responsablemente a pesar de las críticas,
decidió participar en un diálogo con el fin de buscar soluciones a los
problemas del país, pero el mismo se encuentra estancado por cuanto el gobierno
no cumple con lo que se acuerda, a pesar de que los planteamientos hechos están
fundamentados en la Constitución Nacional. Pareciera que a quienes están en el
gobierno sólo les interesa mantenerse en el poder sin resolver los problemas de
la gente, actuando con prepotencia. El pueblo los observa.
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