Por Jesús Alexis González, 11/08/2014
Ante un tema de marcada trascendencia
socioeconómica para Venezuela, como es lo referente al aumento del precio de la
gasolina (disminución del subsidio), observamos ciertas opiniones sesgadamente
contradictorias tales como: (1)Tenemos
el precio de la gasolina más bajo del mundo (correcto), pero igualmente tenemos la inflación más alta del mundo
(inflación acumulada 1998-2013: 3.120%); (2):
El precio de la gasolina tiene 17 años congelado (correcto), pero fue a partir del 2005 cuando la industria empezó a
producir con pérdidas (un precio que no cubre los costos); (3): Tenemos el consumo de combustible per cápita más alto del
mundo por unos 8.640.000.000 litros/año(correcto),
pero al propio tiempo existe un deficiente sistema público de transporte (que
no se verá afectado ya que en su mayoría consumen diésel);(4): Ha de reducirse el tamaño del subsidio interno(elevando su precio), en aras de disminuir las
pérdidas de PDVSA (correcto), pero
pretenden destinar el monto de los ingresos adicionales a varios programas
sociales, sin incluir a la industria petrolera que continuaría trabajando a
perdidas en el área de combustibles, (5):
Ha de aumentarse el precio internacional a efectos de disminuir el subsidio externo y contrarrestar el
contrabando (correcto), pero ello
por sí solo no justifica la acción ante nuestro bajo nivel de exportación de
combustible; (6): El impacto
inflacionario al corto plazo por el ajuste interno del precio de la gasolina,
no será superior al 10% (correcto),
pero a la par de ello, el resto de la economía se mantendrá en una tasa promedio mensual de inflación cercana
al 6% (72% anual) ante la continua monetización del déficit fiscal (emisión
de dinero inorgánico), la sobrevaluación de la moneda (fundamento para la
devaluación), una tendencia creciente del gasto público marcadamente
clientelar, una lenta recuperación de las reservas internacionales, en razón a
la existencia de una economía de puertos superior al 60% del consumo nacional,
una muy reducida participación de las exportaciones no petroleras, y una
elevada incertidumbre para invertir que aleja las intenciones privadas
nacionales y extranjeras; (7): Al
corto plazo se aplicara una devaluación bajo la figura de una unificación
cambiaria (correcto), ello generará
(a menor costo social directo) un ingreso fiscal muy superior al de un aumento
(posible) de la gasolina. Vale la pena destacar, que la política económica
durante el periodo 1998-2002 se caracterizó por una política fiscal y monetaria
equilibrada y ajustada a la dinámica económica imperante; orientación que
cambio bruscamente a finales del 2003 y especialmente a partir del 2004 como
respuesta a la elevación del precio del petróleo y al incremento de los
ingresos fiscales (superior al 50%), momento en el cual se asume una política
fiscal y monetaria expansionista en armonía con un aumento del tamaño del
Estado en la economía e igualmente se materializa desde entonces una subordinación de la economía a la dictadura
de los mecanismos monetarios y cambiarios.
En 2005, como ya mencionamos, PDVSA empieza a
vender gasolina en el mercado doméstico por debajo de sus costos de producción
(refinación) y transporte habida cuenta del congelamiento del precio, conformándose un subsidio internoque evidentemente se traslada al mercado
internacional (con contrabando incluido) configurándose un subsidio externo. En función de cuantificar el potencial monto
anual del subsidio interno, asumimos
como hipótesis que PDVSA “debería vender” a un precio-costo de 3,03 Bs/litro (2,75 bs/litro por refinación más
0,28 Bs/litro por transporte y comercialización), siendo que en la actualidad
se vende a 0,097 (el tipo de mayor demanda) es decir 2,93 Bs/litro por debajo
del costo total (3,03 menos 0,097 Bs/litro); monto que podemos calificar como
un subsidio al consumidor final, o
lo que es lo mismo un monto no pagado de
2,93 Bs/litro. A efectos prácticos, establecemos relación con 40 litros como la capacidad promedio de un
tanque de gasolina, en aras de estimar el subsidio
vehicular semanal equivalente, que se ubicaría en 117 Bs (2,93 Bs/litro por
40 litros), para un subsidio mensual de 468 Bs/vehículo y anual de 5.616
Bs/vehículo, cifra esta que al multiplicarla por un parque automotor aproximado
de 4,5 millones nos arroja un subsidio
global anual de Bs 25.270 millones. En esta hipótesis, el aumento del
precio representa para el consumidor una variación
cercana al 3.000% que en cifras absolutas indica un nuevo gasto mensual de
Bs 485; cifra que representa un 11% del
salario mínimo (percibido por más del 50% de la fuerza de trabajo
nacional). Nota: Dejamos al interés
del lector, estimar el efecto que representaría un ajuste del subsidio superior al precio-costo, o situarlo a
nivel del precio promedio internacional (¿?).
Reflexión final.
Resulta una
profunda obviedad, “afirmar” que el precio de la gasolina debe aumentarse ante
las pérdidas que experimenta PDVSA (y no como una estrategia de corte
fiscalista); sin embargo desde nuestra visión este señalamiento de “perogrullo”
debería, en todo caso, aplicarse
paulatinamente en al menos unos 4 años hasta alcanzar el precio-costo; en
estricta correspondencia con un plan de
rescate del equilibrio macroeconómico procurando en simultaneo neutralizar
en el bienestar colectivo tanto el efecto
gasolina como los otros impactos inflacionarios, muy especialmente en lo
que atañe al deterioro del salario real. En apego a una racionalidad del
pensamiento (y al costo político implícito), el Gobierno anuncio no tener apuro
en aumentar la gasolina (correcto), lo
cual nos permite inferir que dedicaran un tiempo prudente para evaluar el
basamento conceptual y metodológico de un afinado
sistema de precios para los combustibles y de los efectos socioeconómicos
que tal sistema pudiere generar; teniendo como premisa que no existe mejor política social que una buena política económica
orientada hacia la socialización del progreso.
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