Por Luisa Pernalete, 30/07/2014
Saben ustedes que hay niños de primer grado jugando a ser los “pranes” de su salón? Estos no son juegos de niños, pero está sucediendo. Los pranes se han convertido en referencia atractiva para las generaciones que se están levantando. Prefiero escribir historias esperanzadoras, pero creo que esta de horror debe ser contada también: las cárceles se están viendo como algo atractivo para niños y adolescentes. Les comparto evidencias.
Un maestro, que trabaja cerca de la cárcel de Tocorón, en el estado Aragua, alertaba a un niño sobre ciertas conductas, que en el futuro podían traerle problemas: “puedes terminar en la cárcel, le dije, y ¡mire qué me contestó!, que la cárcel no era mala, que era divertida, que los fines de semana se podían encontrar castillos inflables y mucha diversión”. Confieso que a mi edad, creí que ya no podía sorprenderme nada. Llevo cuarenta años trabajando en escuelas de sectores populares y voy con frecuencia a barrios considerados muy violentos, pero relatos como este me dejan sin palabras.
Puedo contarles otras parecidas, escuchadas en los últimos meses: niños orgullosos de ser pranes escolares, niños contando lo bien que se pasa un fin de semana en diversas cárceles del país… Creo que basta con esto para hacer una reflexión: las cárceles no están suponiendo un factor de disuasión para adolescentes y jóvenes, “con la facilidad como se entra, se sale”, me dijo una señora en San Félix (investigación “ciudades seguras”). Pero no solamente no son factor para disuadir a los delincuentes, sino que ahora también son atractivas. Esto sí es peligrosamente novedoso, al menos para nosotros. Es verdad que ellos no son capaces de ver lo que hay detrás de los castillos inflables, pero el problema es la imagen de “cosa buena” que se está construyendo en sus mentes.
Los educadores tenemos la misión de sembrar valores y la esperanza de tener una sociedad justa y fraterna, como reza el ideario de Fe y Alegría, pero tengo que decir que en estos tiempos se nos está haciendo difícil. Proteger integralmente a niños y adolescentes, no se refiere sólo a cuidarlos de las balas, se refiere también a protegerlos de referentes negativos y a la obligación del Estado, la familia y la sociedad, a construir referentes positivos. Al Estado le toca lo grueso: las políticas públicas (recursos, metas a corto mediano y largo plazo, planes sostenidos) y añadimos, apoyar las iniciativas “semilla” que hay en el país, que pudieran ser replicadas si contaran con recursos. Me prometo seguir buscando historias inspiradoras que digan a los niños que las cárceles no tienen que ser su sueño.
http://sicsemanal.wordpress.com/2014/07/30/la-carcel-como-aspiracion/
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