LUIS UGALDE domingo 14 de septiembre de 2014
El Gobierno está atrapado en sus
propias redes y es incapaz de tomar algunas medidas inevitables y muy
dolorosas, aunque esté convenido del fracaso; así prolonga la agonía entre la
vida y la muerte. Trata de disfrazar la grave enfermedad con "hegemonía
comunicacional", propaganda mentirosa y más controles. Aplazamiento de
decisiones imprescindibles en espera de milagros; quiere remediar los efectos
mientras el mismo sigue fomentando las causas que los producen. La causa es el
modelo económico, social y político en el que están empeñados.
El 80 % de los venezolanos
(gobiernistas y opositores) quieren un cambio y una Venezuela unida para salir
de la agonía y entrar en el muy exigente esfuerzo de recuperación de la salud
de la República. La fortaleza de Chávez estuvo en el vigor de la denuncia,
acompañada de la esperanza de cambio radical. Pero su propuesta de solución fue
profundamente errada, destructiva y fracasada en todas las sociedades que la
impusieron. Su columna vertebral es la idea de que la empresa privada es en
esencia e irremediablemente una realidad inhumana y criminal, basada en el robo
de la plusvalía y producto de la sangre del obrero. De ahí que para construir
el comunismo de la felicidad la clave sea la eliminación de la empresa privada;
cuanto antes, mejor. Para eso el Plan de la Patria. Por supuesto, hay que
eliminar también todo pensamiento y educación distintos y autónomos de la
ideología oficial estatista-gobiernista-partidista. La prédica chavista
demonizó tres elementos básicos de toda economía: la ganancia, la productividad
y el profesionalismo. ¡Vicios capitalistas neoliberales! Desde luego, toda
sociedad debe discutir cómo y para qué la ganancia, la productividad y el
profesionalismo y acordar solidariamente (pacto social) la sociedad justa,
digna y libre que quiere compartir para beneficio de todos. La ilusa prédica de
que no necesitamos esas virtudes creativas porque tenemos a un Presidente con
renta petrolera y buen corazón que nos ama y nos regala, duró unos años.
Hoy son evidentes la falta de producto y
la corrupción en el reparto; el Presidente no tiene ni el liderazgo, ni la
visión para corregir tan fundamentales errores de Chávez y que forman el
corazón de la fe de sus seguidores. La
ineficiencia y la corrupción consustanciales al régimen han producido el mayor
saqueo de toda nuestra historia.
Hace 16 años asistí como observador a
un mitin de Chávez en la plaza Glorias Patrias de Mérida. Faltaban tres meses
para su triunfo electoral de diciembre de 1998 y escribí un artículo titulado
"El Gobierno de Chávez", afirmando que "hay alta pro babilidad
de que Chávez gane las elecciones y poca de que pueda hacer un buen go bierno;
lo que significa una espe cie de suicidio colectivo". En el ambiente del
mitin y en el discurso del candidato, veía mucha emotividad, y lugares comunes
de la izquierda fracasada, sin capacidades para manejar el Estado y curar la
enferma gestión pública.
Hoy el Gobierno prolonga la agonía. El
suicido es colectivo en la medida de nuestra complicidad por omisión. Ni el
Gobierno se cae solo, ni la economía y la democracia se recuperan solas. Es
gravísima la responsabilidad unida de los liderazgos democráticos y de toda la
población: propósito de recuperación único, pero variado en iniciativas y
organizaciones políticas y sociales. Entre 2014 y 2015 nos jugamos el futuro. Las
próximas elecciones parlamentarias son un hito clave para luchar por las
condiciones realmente democráticas y con movilizaciones antes y después del
triunfo. Pero ello debe ir acompañado de otras mil acciones de resistencia, de
denuncia y de combate contra un modelo político y económico suicida,
antidemocrático y anticonstitucional. No basta que el 80% esté en desacuerdo
con ese modelo, es necesaria una gran unión en la actuación de diversos
demócratas, los de la oposición y aquellos del Gobierno que han abierto los
ojos desengañados con la miseria. Unidad más allá de bloqueos ideológicos, con
más sentido pragmático orientado a producir una sociedad con justicia social,
un gobierno honesto y eficiente con
movilización de todas las fuerzas creativas.
Nota: Recientemente en el semanario La
Verdad, su columnista Colina afirmó que Ugalde aconsejó a Maquilena el nombre
de José Vicente Rangel para presidir la transición. El mismo Colina, un mes
antes, escribió que Ugalde aconsejó a Copei el nombre de Diosdado Cabello para
presidir la misma transición. La verdad es que no he aconsejado nada, ni a
Copei ni a Miquilena. Menos semejantes disparates.
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