Por ANGEL OROPEZA ago 30, 2014
@angeloropeza182
Hay una relación muy estrecha, y
usualmente no muy visible, entre desconfianza y autoritarismo. Según esta
relación, la forma como una población se perciba a sí misma determinará no sólo
su mayor o menor aceptación a prácticas coercitivas de gobierno, sino su idea
sobre los roles de la autoridad y del Estado.
Uno de los primeros en estudiar la
relación desconfianza-autoritarismo fue el profesor Juan Carlos Rey. Para él,
si las personas en una sociedad se perciben a sí mismas como llevadas por sus
excluyentes intereses y egoísmos, lo que termina convenciéndolas que la
sociedad civil no es más que un terreno caótico donde sólo reinan los cálculos
subalternos de cada quien, en consecuencia el necesario orden social sólo puede
venir desde arriba, desde el poder. Así, la falta de confianza de la gente
sobre su propia capacidad para generar sus formas de convivencia, termina por
convencerles que el único que puede asegurar el orden en una sociedad de
egoístas es el Estado
Esa falta de confianza ha sido
estudiada con detalle en el caso venezolano. El problema es que la reducción de
la confianza en una sociedad obliga a aceptar, como compensación, medidas más
invasivas y tutelares por parte de la autoridad para regular las relaciones y
asegurar el funcionamiento social. Así, la poca confianza que el venezolano
tiene hacia los demás le lleva con facilidad a aceptar que la única forma que
las cosas funcionen es “poniendo orden” o “metiendo en cintura”, lo que por lo
general significa que alguien desde arriba vigile y controle que los demás
hagan lo que son incapaces de realizar por ellos mismos.
Estas reflexiones vienen a propósito
de algunas reacciones a la iniciativa de imponer que los venezolanos se
registren ante un captahuellas para poder adquirir alimentos y otros productos.
A pesar que la respuesta inicial parece mayoritariamente de rechazo, ya han
comenzado a aparecer personas que sienten la medida como justificada.
¿Justificada en qué? En que a los venezolanos hay que domesticarlos para que se
porten bien. Tal fue el razonamiento, por ejemplo, de una señora de clase media
a las puertas del Bicentenario de Las Mercedes, en Caracas, quien ante las
cámaras de CNN reconoció que esa es la única forma que la gente deje de “provocar
desabastecimiento” con sus compras nerviosas y egoístas. La captahuellas sería
entonces una especie de dispositivo moral que contribuirá a que los venezolanos
seamos mejores personas, por supuesto “a juro”.
Más allá de la dudosa viabilidad de
imponer un sistema de estas características a toda la red de expendios
alimenticios del país, lo políticamente resaltante es el nuevo intento de
seguir reforzando en el imaginario colectivo las ideas de desconfianza
interpersonal entre los venezolanos.
Ya los laboratorios comunicacionales
del gobierno han comenzado a enfatizar que, al final del día, esta libreta
electrónica de racionamiento es consecuencia que los venezolanos no son más que
son un pueblo inmaduro, egoísta e incapaz de manejarse en sociedad, razón por
la cual el gendarme necesario necesita intervenir para domesticarlo. Por su
propio bien, claro está.
La forma más sutil pero al mismo
tiempo efectiva de legitimar la represión y el autoritarismo, es convenciendo a
la propia gente que los necesita, porque es incapaz de funcionar por sí misma.
En la medida que una población crea –independientemente que eso le guste o no-
en su propia incapacidad, en ese misma medida justifica la necesidad de
dominación.
¿Es malo el nuevo captahuellas?
Depende. Desde los intereses del poder, y más allá que se logre aplicar o no,
cualquier cosa que siga reforzando en la psicología del venezolano sus ya altos
índices de desconfianza en los demás y en sí mismo, resulta muy útil para
perpetuar su aceptación, aunque sea pasiva y a disgusto, a la sumisión y al
control por parte de la autoridad. ¿O acaso no son pocos los que piensan que a
los venezolanos “hay que meterlos en cintura”?
Tomado de: http://www.elcolumnero.com/aoropeza/1478
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico