Por Ricardo Hausmann y Miguel Angel Santos, 05/09/2014
CAMBRIDGE – ¿Hará default Venezuela?
Los mercados temen que sí. Por esa razón, los bonos de la deuda externa
venezolana rinden 11 puntos porcentuales más que los del Tesoro estadounidense,
12 veces más que los de México, 4 veces más que Nigeria y el doble de lo que
paga Bolivia. En mayo pasado, Venezuela hizo una emisión “privada” por US$
5.000 millones en bonos a 10 años con cupones del 6%. Para poder colocarla,
tuvo que dar un descuento del 40% por lo que apenas recibió US$ 3.000 millones.
La diferencia, US$2.000 millones, es la compensación que demandan los
inversionistas por tomar el riesgo del país.
Se aproximan los primeros días de
Octubre, en donde el Gobierno de Venezuela debe afrontar US$5.200 millones en
pagos de servicio de deuda. ¿Pagará? ¿Tiene suficientes fondos líquidos?
¿Reunirá los fondos mediante una venta
apresurada de CITGO, filial de PDVSA, la empresa petrolera estatal
de Venezuela?
Es una buena pregunta. Otra pregunta
diferente es si Venezuela debería pagar. Es cierto, qué
deberían hacer los gobiernos no está totalmente divorciado de qué es lo que
efectivamente harán, pues en general la gente hace lo que debe. Pero las
preguntas que involucran “debe hacer” traen consigo juicios morales que no
están presentes en las preguntas que involucran "hará”, y por eso suelen
ser mucho más complejas.
Uno podría decir que siempre
que se pueda cumplir con las obligaciones asumidas, eso es lo que se debería hacer.
Es lo que la mayoría de los padres enseñan a sus hijos.
Pero el cálculo moral se complica
cuando es imposible cumplir con todos los compromisos y se hace necesario
decidir cuáles cumplir y cuáles no. Hasta ahora, bajo el ex Presidente Hugo
Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, Venezuela ha optado por pagar
religiosamente sus bonos de deuda externa, gran parte de los cuales están en
manos de venezolanos ricos y bien relacionados.
Yordano, el popular cantante
venezolano, probablemente tendría un orden de prioridades diferente. Diagnosticado
con cáncer hace algunos meses, debió lanzar una campaña en las redes sociales
para poder conseguir las medicinas necesarias para su
tratamiento. La gran
escasez de medicamentos y material quirúrgico en Venezuela es
una consecuencia directa de un default de US$3.500 millones del gobierno con
importadores de farmacéuticos.
Algo similar ocurre en el resto de la
economía. Los retrasos con importadoras de alimentos alcanzan ya US$4.200
millones, lo que ha producido una grave escasez en productos de la canasta
básica. En el sector automotriz, el incumplimiento supera los US$3.000
millones, lo que ha resultado en el colapso del transporte por
falta de repuestos. A las
aerolíneas se les deben otros US$3.700 millones, lo que ha llevado a
varias a suspender sus vuelos y redujo la oferta de cupos en 50%.
En Venezuela, los importadores deben
esperar seis meses luego de que sus productos pasan por la aduana para poder
adquirir dólares previamente autorizados. Dado que el gobierno ha optado por
incumplir estas obligaciones, muchos importadores han venido acumulando una
abundante cantidad de moneda local. Durante un tiempo, la falta de acceso a
divisas fue compensada con préstamos de proveedores extranjeros y casas
matrices, pero las deudas acumuladas y las pérdidas debido a las sucesivas
devaluaciones han acabado con su paciencia y cerrado el crédito.
La lista de defaults es interminable.
Venezuela está también en mora con los proveedores, contratistas y socios en
joint-ventures de PDVSA, con lo cual las
exportaciones de petróleo han caído 45% en relación con 1997, y su
producción apenas roza la mitad de lo que el plan
de 2005 había previsto para 2012.
Más aún, el Banco Central de Venezuela
también ha incumplido con su obligación de mantener estabilidad de precios,
habiendo casi cuadruplicado el dinero en circulación en 24 meses, lo que ha
hecho que el
bolívar pierda el 90% de su valor en el mercado negro y que la
tasa de inflación sea la más alta del mundo. Para colmo de males, el Banco
Central también ha incumplido con su obligación de publicar la inflación y
otras estadísticas esenciales.
Venezuela funciona con cuatro tipos de
cambio, donde el más fuerte está 13 veces por encima del más débil. Así las
cosas, no ha de sorprender que el arbitraje cambiario sea el negocio más rentable
en el país, lo que ha impulsado la corrupción venezolana a las
posiciones más altas del ránking mundial.
Todo este caos es consecuencia de un
déficit fiscal colosal que ha sido cubierto a través de creación de dinero,
represión financiera, endeudamiento y defaults - aún a pesar de la bonanza
petrolera que se deriva de un precio del barril de US$ 100. El gobierno de
Nicolás Maduro, en lugar de atacar las causas del problema, ha decidido
complementar los controles cambiarios y de precios con el cierre
de las fronteras y la colocación
de lectores de huellas dactilares de los compradores, supuestamente para evitar
el "acaparamiento". Esto constituye una violación a las
libertades más básicas de los venezolanos que no se observa en Bolivia, Ecuador
y Nicaragua; tres países que presumen de una ideología similar pero mantienen
un único tipo de cambio y una tasa de inflación de un dígito.
¿Debería Venezuela hacer
default? Si las autoridades adoptaran políticas con sentido común y buscaran el
apoyo del Fondo Monetario Internacional y otros prestamistas multilaterales,
como lo suele hacer la mayoría de países en problemas, se le aconsejaría
renegociar la deuda externa. De esa forma, el peso del ajuste se compartiría
con otros acreedores, como ya ha ocurrido en Grecia, y la economía ganaría
tiempo para recuperarse, particularmente en la medida que empiecen a madurar
nuevas inversiones en las reservas petroleras más grandes del mundo. Los tenedores
de bonos harían bien reemplazando sus papeles actuales por instrumentos de más
largo plazo que se beneficiarían de la recuperación económica.
Nada de esto va a suceder bajo el
mandato de Maduro, quien carece de la capacidad, capital político y voluntad
para moverse en esa dirección. Pero el hecho de que su gobierno haya decidido
incumplirle a los 30 millones de venezolanos para pagarle religiosamente a Wall
Street no debe ser interpretado como una señal de rectitud moral. Es más bien
una muestra de su decadencia moral.
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