Ma Denisse
Fanianos de Capriles 22 de octubre de 2014
@VzlaEntrelineas
Hace un tiempo una de mis lectoras que
vive fuera de Venezuela me escribió lo siguiente: "Yo me asombro y
¿maravillo? que gente como tú siga en Venezuela y creyendo en ella: mi fe no es
la tuya, no sé si por fortuna o infortuna. Estoy consciente que todos no nos
podemos ir o no nos queremos ir, y, como decía aquella famosa frase, "...
el último que apague la luz... "... ¿Sería mucho pedir que cuando tengas
tiempo y disposición de ánimo compartieras tus razones para seguir en un país
que se hace agua y no tengas que saltar al primer bote salvavidas que encuentres
y empezar a remar a tierras más seguras y prometedoras?".
Pues hoy le respondo a mi lectora
porque pienso que cuando uno decide seguir aquí, pase lo que pase, venga lo que
venga, uno tiene que tener algunas razones que justifiquen esa decisión.
Algunas razones que nos animen a seguir aquí con alegría, y sobre todo con
esperanza que vendrán tiempos mejores.
Hoy escribo mis razones para seguir,
con mi familia, en el país que me vio nacer y al que le debo tanto.
Una de las cosas que más me ata a
Venezuela es que los venezolanos somos unos "igualados". ¿A qué me
refiero con eso? Para que lo entiendan bien les relato algo que le pasó a un
amigo venezolano que se fue a Colombia exiliado. Él cuenta que un día fue a
visitar a una señora y mientras la esperaba se puso a conversar con su
cocinera. Cuando la dueña de la casa llegó se puso furiosa y mandó a la
empleada a la cocina. Él le dijo que por qué hacía eso y ella le contestó: -
Porque mis empleados tienen prohibido hablar con las visitas, lo que pasa es
que ustedes los venezolanos son unos igualados. Algo parecido me pasó a mí en
Santo Domingo y a mi cuñada en México. Y es que no hay cosa más maravillosa que
sentir que todo a quien tienes al lado es tu hermano venezolano (llámese
barrendero, bombero, carnicero, etc.). Eso es así en la mayoría de la población
a pesar que unos pequeños grupos hayan querido sembrar odio y división.
Otro aspecto que lo amarra a uno a
este país es el clima, las montañas (yo particularmente no puedo vivir sin el
Ávila), las playas... El poder tener ventanas en la cocina y abrirlas todo el
tiempo ¡no tiene precio! A lo mejor dirán que eso es una tontería pero me
consta que hay inmigrantes que han tratado de volver a sus países de origen y
se han regresado porque no se acostumbran al inclemente calor o al inclemente
frío.
Otra cosa fundamental es el tema de la
familia. El domingo pasado cuando estaba en misa, con la iglesia repleta de
gente, yo lo único que hacía era detallar a la gente que estaba en los bancos y
me impresionaba ver tantos abuelitos y abuelitas, con sus hijos, y con sus
nietos o bisnietos brincando encima de ellos. Me los imaginaba luego en sus
casas formando alboroto, comiendo la comida de la abuela y disfrutando en
familia ese día tan especial.
Alguien que vive en USA el otro día me
decía: “El problema de Venezuela es que no puedes comprar casa y tienes que
vivir arrimado con tus padres”. Eso es un problema, es verdad. Pero yo pensaba
que también es un problema que en los países “desarrollados” tus hijos se van
de la casa desde muy jóvenes y los llegas a ver quién sabe si una vez por año.
A lo mejor eso le gusta a algunos pero a otros no nos gusta. Supongo que es una
filosofía de vida. Ya aquí nos hemos acostumbrados a vivir como en “cambote”
con los abuelos, los tíos, los primos, vecinos, etc., etc. Y los niños aprenden
una barbaridad con ese compartir con la familia y es muy difícil que terminen
deprimidos o con algún vicio. Y lo más importante, disfrutamos y somos muy
felices así en este tiempo de vida que nos está tocando vivir aquí en nuestra
Patria. Y ni hablar cuando los padres se enferman: ahí están los hijos para
cuidarlos, para compartir con ellos. Es una forma de ser muy nuestra que yo la
considero de avanzada porque al final todos nos vamos a enfermar o a envejecer,
y si no tenemos familia cerca ¿quién nos va a cuidar y a amar?
Otra razón muy importante que me ata a
Venezuela, y que me da una inmensa esperanza de una salida a este laberinto, es
que aquí hay muchísima gente talentosa (de todas las clases sociales, políticas
y económicas) que están estudiando y trabajando por un futuro mejor para todos.
Unos no se pueden ir y otros no nos queremos ir. Conozco personalmente cientos
de organizaciones, fundaciones y miles de personas que están trabajando desde
hace muchos años, en silencio y sin descanso, por los más necesitados y por
dejar bases sólidas arraigadas en valores. Ya se están viendo los frutos, y se
verán muchos más, porque tenemos una generación de niños y jóvenes inigualable
que vale más que el oro.
Otra razón es la solidaridad del
venezolano. Ahora con esta crisis de productos y medicinas hemos visto como
tantos están tan pendientes de los demás y al que le falta un alimento se le
lleva y al que le falta una medicina igual. Yo estoy metida en un chat de mamás
de abastecimiento y es realmente bello ver como las otras mamás están tan
pendientes de avisar donde pueden conseguir los pañales, la leche, la pastilla
para esto o para lo otro, etc.
Pero por sobre todo esto, ¡y muchas
otras razones!, tengo una fe inmensa y una esperanza contra todo pronóstico que
me garantiza que aquí no se va a apagar una última luz sino que por el
contrario de Venezuela va a salir una luz que iluminará a muchos en el mundo
entero con el gran ejemplo de fe, oración, paciencia, perseverancia, fortaleza,
sacrificio, solidaridad, honestidad, unión y paz que muchos ¡millones! de
venezolanos están dando en estos momentos cruciales de nuestra historia.
Termino con unas líneas que me
escribió un lector desde Alemania: "Yo siempre digo que volveré a
Venezuela así tenga 70 años (ahora tengo 51) y trabajaré hasta los 90 o más.
¡Espero que tú y tu familia nos ayuden! Y que haya una mentalidad de trabajar
todos juntos para reconstruir un país con esfuerzo y ganas. Va a ser difícil...
pero no imposible".
Pues así será: ¡difícil!, pero no
imposible. Este país lo vamos a reconstruir y muy pronto. Y la Verdad llegará y
se hará Justicia. Y cuando se haga Justicia llegará la verdadera Paz. Para eso
hay muchos aquí trabajando. Cuenten con quienes nos quedamos, porque nos
estamos exprimiendo hasta los tuétanos para tener un país que pueda volver a
recibir con los brazos abiertos a todo el que quiera estar aquí.
Contamos con sus oraciones para que
Dios nos de la fortaleza de seguir adelante y ya verán que las luces serán
grandes ¡muy grandes! luces de Verdad, de Libertad, de Justicia y de Paz para
todos los venezolanos.
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