Pablo Pérez 05 de noviembre de 2014
@PabloPerezOf
No hay que ser economista para entender
que el colapso de Venezuela está cerca, demasiado cerca para las aspiraciones
del gobierno de seguir pedaleando una crisis que el pueblo percibe y padece. Ni
siquiera los abundantes esfuerzos propagandísticos del gobierno logran matizar
aunque sea un poco lo que ocurre en Venezuela.
Ahora sacan el nuevo show de las
“Navidades Felices”, cuando todos sabemos que la época decembrina será de
abundante escasez de productos y de un enorme malestar por parte de los
ciudadanos, de esos mismos que se no creen los cuentos oficiales porque pasan
largas horas en una cola, ahora no sólo para comprar, sino también para pasar
la alcabala gubernamental del sistema biométrico.
La crisis es incalculable. En la
sociedad venezolana hay un deterioro muy peligroso aguas abajo. La molestia es
general. La ira contenida es grave. La falta de esperanza es triste. Un amigo
me decía hace muy poco que se encargó de pulsar la percepción de los taxistas,
quienes son indicadores muy certeros del estado del pensamiento colectivos, y
todos coinciden que el país va por muy mal camino.
Estamos tan mal, que hasta hay
visitadores médicos, cuyos trabajos habían sido
muy bien remunerados, quienes ahora se metieron a taxistas en su tiempo
libre para equilibrar sus ingresos. Cada venezolano vive una odisea muy
personal para tratar que su dinero alcance ante la inflación desbordada.
Aquel venezolano que quiera comprar algo
tiene el temor de sufrir un infarto con los precios que hay en la calle. Vas a
un centro comercial y cualquier cosa vale un ojo de la cara. Pero si buscas una
alternativa en sitios populares de compras como el “Callejón de los Pobres” en
Maracaibo, también sales espantado con los precios. No hay salvación. No hay
alternativas.
Las distorsiones creadas por más de 15
años de desastre son tan profundas, que mucha gente, por ejemplo, deja trabajos
formales para meterse a bachaqueros porque sienten que ahí ganan más dinero. La
ilegalidad es una vía que usan muchos ciudadanos para ganarse la vida y eso es
el resultado del desbarajuste general que hay en Venezuela.
El descontento popular alcanzó límites
impensables si tomamos en cuenta que el país vivió una extraordinaria bonanza
dilapidada por el gobierno, que hubiera permitido mediante inversiones certeras
y un manejo responsable, elevar la calidad de vida de los venezolanos. Pero la
realidad supera cualquier cálculo que usted o yo hagamos. La sociedad
venezolana es una olla de presión que puede estallar en cualquier momento.
Es tan difícil la situación del
gobierno, que Maduro tuvo que apresuradamente aprobar un aumento del 45% a los
militares, con el fin de bajar la presión en las Fuerzas Armadas y usarlas como
su sostén ante la crisis que se vive y la hecatombe que se avecina. Pero ni ese
incremento calma a los militares, porque ellos también son víctimas de la
crisis.
Mientras tanto, el resto de la sociedad
no goza de aumentos salariales significativos, pero si sufre de todas las
plagas que nos han caído encima: escasez, inflación, epidemias y la inseguridad
que no baja en el país. Nadie sabe que va a ocurrir en Venezuela. Todos tienen
proyecciones terribles. Yo insisto en el llamado a la rectificación, el diálogo
y el cambio necesario en Venezuela. Si el gobierno sigue por este camino, la
crisis los arrollará.
Pablo Pérez
@PabloPerezOf
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico