Por Luis García
Mora 8 de marzo, 2015
Antes
de que aterrizara la misión de UNASUR en Maiquetía esta semana, ya el Gobierno
le había propinado el primer golpe de mandarria a la oposición a un costo
político imponderable: poniendo preso al alcalde Antonio Ledezma y afirmando
que había descabezado un golpe.
Asestándole
un fuerte uppercut al llamado a “la transición” a un gobierno que sustituiría
casi de inmediato (¿…?) al de Nicolás Maduro, por parte de un sector de la
oposición que, aunque hace vida dentro de las discusiones que se desarrollan
dentro de la Mesa de la Unidad, cuando sale juega en sentido contrario sin
importarle un bledo las consecuencias que acarrean para la totalidad de la
oposición.
Es
como una especie de guerra de guerrillas contra la MUD a partir de uno o dos
francotiradores, expertos en causar ruido y sin mayores resultados
movilizadores, dada la inercia y frustración colectiva que las iniciativas
foquistas de los tres primeros meses de 2014, ésas que no terminaron en ninguna
“salida” del gobierno de Nicolás Maduro, más allá de la sacudida política que
produjo y el alto costo generado tras la salvaje arremetida represiva del
Gobierno.
Hasta
hace tres meses se decía que Maduro “no aguantaba dos meses”. Y Maduro asfixió
eso con el supuesto golpe y ya nadie habla del asunto.
Al
menos momentáneamente.
El
escenario político es el electoral. Y la vía es tan rígida (a pesar de los
incontrolados aspavientos y ruidos altisonantes) que hasta hoy tiene, en la
praxis, la contextura de una línea férrea como un indetenible tren que no hay
que perder.
Ni
siquiera el Gobierno ha podido pararlo.
Ni
golpeando. Ni aprisionando. Ni polarizando.
Inhabilitando.
Reprimiendo.
Secuestrando
inmunidades parlamentarias.
Todo
ante una mayoría abrumadora que en todas las encuestas exige y apuesta por el
cambio, un factor que no había aparecido hasta ahora, que abruma, que aplasta a
Maduro.
Muchos
venden que el Gobierno está caído, cosa que no es cierta: siguen ahí y eso genera
más incertidumbre y una mayor frustración, porque al final la gente no
discierne con claridad un proyecto político que le permita alinearse.
Hay
un gentío que se desprende de la fantasía y la hipocresía que lo sedujo, para
pasar a engordar diariamente esa bomba de tiempo que políticamente se infla con
una gigantesca masa de Ni-Ni, gente escéptica en una “tierra de nadie”, que lo
que quiere es que todos se vayan al demonio. Con una situación de barrido en la
que el ciudadano se convierte (por culpa de tanta molienda) en supervivientes.
Y
los supervivientes no hallan como ser ciudadanos.
Hay
otros que, empoderados por la crisis existencial de sobrevivir a este régimen,
están colocados por las circunstancias de cara a unas elecciones de vida o
muerte. Pero no hallan cómo evitar esa maldita dinámica endogámica (como la
llama Felipe González) de los partidos políticos, donde la democracia interna
(o la supervivencia por la hegemonía política puertas adentro) importa más que
los resultados electorales.
De
ahí que esta visita de UNASUR tenga las características que tiene y que
sublevan a algunos pues, al contrario de los aportes en 2014, cuando el
secretario jugaba una posición menos relevante, ahora tenemos a un
ex-presidente Samper llevando a cabo lo que no parece otra cosa que su propio
juego. Recordemos que ya fue amonestado en su toma de posesión por la propia
cancillería colombiana, cuando declaró y generó suspicacias (sobre todo en la
oposición venezolana) al prácticamente cuadrarse con el Gobierno.
Y
también se le recordó que él no era beligerante.
Después
de dejar la presidencia bajo las graves acusaciones de haber sido financiado
por el narcotráfico de su país, ya Samper ejerció como gestor y lobista del
empresariado colombiano cuando Hugo Chávez trancó las importaciones. Sin
embargo, los otros tres cancilleres de la misión dejaron una muy buena
impresión, después de una conducta considerada por la entonces dirección de la
MUD como “insospechables” y “absolutamente equilibrados”.
Y
es precisamente por eso que no se puede dejar por fuera el obligatorio camino a
las elecciones parlamentarias, empezando porque ya están aquí y, al margen de
la inoperancia y de tanto voluntarismo emocional, lo que realmente importa es
que de ninguna manera se pueden perder.
¡Y
vaya que sí es un desafío de vida! Esto es un objetivo político real.
Pero
es un objetivo que, a pesar de contar con una mayoría nacional encuestada que
exige el cambio, hasta ahora no parece conquistado. Los factores opositores
están desunidos, desorganizados, distanciados y con elementos concretos que
siguen propiciando la desunión, frente a un gobierno que tiene más
organización, más movilización electoral y un CNE que le genera condiciones
favorables como la organización de circuitos y la creación de centros
electorales más cercanos.
De
manera que la oposición, sí, puede afirmar “Somos mayoría de verdad”. Y es una
mayoría abrumadora…
¿Pero
cómo concretar esa mayoría?
Como
decía alguien esta semana, lo bisoño del recién llegado no es excusa para que
no haya aprendido esa regla de urbanidad política básica según la cual las
posturas se enfrentan o se alían, “pero no se dedican a derrocarse unos con
otros, a no ser que se quiera alimentar ese pulso por intereses estrictamente
domésticos”.
Repetimos:
ya se plantearon las primarias. Se plantearon con un primer período en el que
se deben deponer los enfrentamientos y decantar todas las posiciones internas
de ambos bandos dentro de la oposición. Se plantearon con una expectativa de
mayoría electoral. Se plantearon pensando en algo que ya está decidido:
elecciones en septiembre.
Así
que ahora más que nunca es importante la veeduría, la vigilancia internacional.
¿Qué
más?
¿Qué
nos saquen a Maduro?
No.
Eso
es trabajo nuestro. Muy nuestro.
Y
si ése es el objetivo, entonces hay que esforzarse desde ahora.
Sin
sosiego. Sin descanso. Sin excusas si es realmente lo que se desea.
Lo
sucedido esta semana, con aquello de que los 29 partidos y organizaciones que
conforman la MUD acordaran las primarias para escoger a 42 candidatos a la
Asamblea en 38 circuitos de 12 estados del país, mientras que el resto (49
circunscripciones) serán escogidos por consenso, es necesario tranquilizar a la
gente: sepan que ni se han repartido los puestos ni el Gobierno lo ha hecho.
Para
eso son estos dos meses.
Estas
son negociaciones globales. Pero recuerden una cosa amigos dirigentes de la MUD
(incluyendo a esos radicales que piden primarias para todos puertas afuera de
la MUD y que adentro, cuando se sientan a negociar, solicitan que les otorguen
puestos ganadores por consenso también a ellos y a sus cuotas, sin primarias):
esta votación es decisiva.
Como
decía un reconocido y querido estadista: unas elecciones primarias bien
reguladas por la ley “son también un mecanismo de regeneración democrática,
porque contribuyen a empoderar a los ciudadanos”.
La
democracia interna de los partidos es un bien necesario para la elección de los
cargos orgánicos y para la selección de las candidaturas que se le presentan a
la ciudadanía. Pero para librarse de la endogamia política “hay que evitar la
confusión que produce tener los votos del partido con tener los de la
ciudadanía”.
Esa
masa de venezolanos escépticos que está a la espera y que viene de desilusión
tras desilusión, hoy le grita sordamente a los partidos: o me lo das todo o no
te doy nada.
Todo
o nada.
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