Por Christian
Burgazzi, 24/05/2015
No se asuste usted,
mantenga la calma en medio de esta terrificante tempestad, que, poco a poco y
más temprano que tarde, irá amainando. Ajuste su vela y aguante.
No se desespere. El
que se desespera pierde.
Los desesperados y
asustados, al borde de un ataque de pánico, son los jerarcas del régimen, sus
testaferros y sus sucios socios enchufados.
Hay múltiples
evidencias que el miedo (ese mal consejero), atrapa a los jerarcas rojos.
Varios andan dando patadas de ahogado. Cada uno quiere mandar por su cuenta.
Algunos intentan salvarse, otros tratan de evitar que el barco se vaya a pique
antes que puedan abandonarlo, mientras hay quienes le rompen los salvavidas a
sus adversarios internos, para que se ahoguen antes que ellos.
Pretenden mostrarse
unidos y coherentes, disimulan sus conflictos íntimos gritando consignas vacías
para el público de las galerías, ya vacías. Pero se le ven las costuras
deshilachadas por todos lados.
¿Quién manda aquí?
¿Quién manda a quien?
Observe usted las
contradicciones en medio de las aparentes cohesiones. No es ni siquiera
necesario leer entre líneas, es suficiente leer, observar las claras señales de
los acontecimientos, el ritmo del conflicto rojo, latente, al rojo vivo, a
punto de ebullición.
Basten pocos
ejemplos: por un lado el que “preside” “autoriza” la venta de vehículos en
moneda dura ya que el bolívar es menos que blando, y sale un diputado (¿mandado
por quién?) a desautorizar a viva voz lo “autorizado”, sin que el “autorizante”
inicial reaccione.
Mientras el sucesor
“number one” trata de congraciarse con los gringos por orden de Raúl, y,
aprovechando la enfermedad, permite que el Alcalde Mayor sea operado y se quede
preso en su casa, el “número dos” (ojo, sin doble sentido) agita las aguas y
reacciona con inusitada represión y violencia contra sus otros presos
políticos.
Ahora que más que
nunca el régimen está bajo la lupa internacional, el caporal aplica sus tenazas
judiciales contra medios de comunicación críticos, cada vez que se hacen
públicas alucinantes sospechas contra él,
Miraflores se
mantiene en silencio por muchas horas después de la más reciente noticia desde
el norte contra “il capo di tutti capi”. Pero éste presiona al sucesor a
retratarse con él y su banda (como amenazando, “si vamos a cambiar el traje
rojo por uno naranja, nos los pondremos todos”).
La certeza de la
derrota, más o menos apabullante, en las elecciones parlamentarias, los tiene
aterrados. En particular al que seguramente perderá la cabeza de la Asamblea,
quien además no tiene donde esconderse (ni en Cuba estaría seguro).
El ritmo y gravedad
de las atrocidades y contradicciones del régimen aumentarán a medida que se
acerque la fecha aún secreta de dichas elecciones. Las tensiones rojas
continuarán agudizándose. La desesperación los agobiará.
Es probable que
algunas de las fuerzas internas del régimen intenten atropellos extremos:
suspender las elecciones o anular sus resultados por “fraude opositor”, pueden
estar entre los delirios de algunos. Pero se les acabó el margen de maniobra.
El destino perdedor
del régimen está sellado, es mas, ya está perdido, ya perdió; su caída final es
cuestión de tiempo.
Y como no quieren
hundirse solos, pueden ser mucho más peligrosos para sus “amigos” que para sus
enemigos.
Después de esa
histórica derrota, cualquier cosa puede pasar.
Cunde el pánico
entre los jerarcas rojos.
Qué no panda el
cúnico entre la gente honesta y trabajadora que quiere a Venezuela, la gente
que la volverá a construir para convertirla de nuevo en tierra gracia para
todos (menos para aquellos del régimen que están al borde de un ataque de
pánico).
“Calma e sangue
freddo”, dice mi padre a sus 93 años.
Christian Burgazzi
@cburgazzi
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