Por Luis García Mora 31 de mayo, 2015
Al margen de los alcances de la
improvisada concentración ciudadana que el dirigente político Leopoldo López
convocó desde su celda, luce de imprescindible responsabilidad un llamado de
atención sobre el mazazo que (uno no sabe si voluntaria o involuntariamente)
López le acaba de asestar a la oposición sin ninguna consideración.
Y por supuesto a la confusa y, por decir
lo menos, desafortunada respuesta que sin un serio y profundo análisis político
(sin tocar fondo ni nada) la dirección de la Mesa de la Unidad ha dado a tan
insensato uppercut.
¿Qué busca Leopoldo López?
¿Qué interés tiene, más allá del suyo
propio, para el país, en las profundas condiciones de ruina y colapso nacional?
Justo cuando todas las encuestas señalan la posibilidad real de que la
oposición gane y se haga con la mayoría de los escaños de la Asamblea Nacional,
en unas inminentes elecciones parlamentarias.
¿No le basta con la repercusión mundial
que ha tenido su detención y, aún más allá, del resto de los centenares de
presos venezolanos y perseguidos políticos de este régimen?
¿No ha escarmentado Leopoldo López con
el nefasto y fatídico ejemplo de polarización con la que el difunto casi logró
destruir a la sociedad venezolana, para ahora intentarlo él en un irresponsable
intento de polarizar con la MUD, asumiéndola como un grupo rival?
¿Qué te pasa, hombre?
Entendemos aquí por polarización aquel
proceso psicosocial por el cual las posturas, ante un determinado problema,
tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes, al
interior de un determinado ámbito social.
Cuando la postura de un grupo supone la
referencia negativa a la postura del otro, cuando como le ocurre Leopoldo, le
lleva a rechazar no sólo conceptualmente sino hasta en el terreno afectivo la
postura opuesta de sus ex compañeros de Primero Justicia, reduce su percepción
acerca del grupo rival a categorías simplistas y muy rígidas. Sumando como otro
nutriente más (si es que faltaba) el innecesario clima de confrontación y en
estrecha relación con la construcción de la imagen del enemigo.
¿Considera López que la otra oposición
es su enemiga? ¿O, por el contrario, que es su verdadero aliado y que el
enemigo de casi todo el resto de venezolanos es el Gobierno?
¿Cuánto valor tiene para él la unidad?
Quizás, en un análisis ráfaga de la
actual situación, uno de los meollos del problema esté en la estructura
francamente conservadora de estos partidos que conducen la MUD, que deja el
flanco de la calle a la intemperie y no agarra en sus manos la agenda y termina
de conducir esto…
Pero vayamos a unos cráteres con
escalpelo.
CRÁTERES
Una rápida visión política de lo que
pasa. Hay quien me decía esta semana (y con razón) que Leopoldo López es
políticamente disruptivo. Es el hombre que produce la ruptura brusca. En
sentido simbólico, aquel que genera un cambio muy importante o determinante sin
importar si dicho cambio tiene un correlato físico. López le cambia la dinámica
a las cosas, la velocidad a los partidos (a Primero Justicia en particular)
mostrando a veces una inquietante carencia de capacidad estratégica. Leopoldo
irrumpe. No reparte juego. No abre. No invita a jugar. Se roba el balón y te
cambia la dinámica del juego. ¿Pero a qué costo?
La
MUD, una estructura conservadora.
Su error existencial: confundir a los convocantes a la calle, Leopoldo, María
Corina y Antonio, con los convocados, la gente que deja el pellejo cada vez que
se mueve. Julio Borges, con muchas horas de reflexión, podría ser considerado
ahí el dirigente más inteligente de largo. Es de concepción jesuítica y, como
tal, cultor acérrimo de una de las virtudes cardinales del catolicismo: la
prudencia, la moderación, la comunicación con los demás por medio de un
lenguaje claro, literal y cauteloso. Tiene el liderazgo real de PJ, ideológico
y espiritual, aunque tal vez sólo alcance hasta las puertas del convento, a
partir de las cuales Henrique Capriles es, sin dudas, el depositario del
liderazgo popular. Y de manera lógica, como el resto de la dirigencia de la
MUD, Julio quizás quiera hacerse con una mayoría parlamentaria, presidir la
Asamblea Nacional para, desde ahí, asumir un rol protagónico en la transición,hacia
adentro y hacia fuera de PJ, y convertirse en su líder fundamental.
Henry
Ramos Allup (o AD. Da lo mismo).
En principio quiere que Maduro termine su mandato. Es otro dirigente
conservador. Uno cree que lo que le interesa es preservar este status quo y
esta AD en el estado en que está, para que no lo desplacen: congelarla para
seguir vivo y mañana ganarse una curul en las parlamentarias. Convertirse en el
diputado de mayor experiencia y llegar a la presidencia del Parlamento.
Preservar esta AD tantas veces sentenciada, para que no lo desalojen, ya que si
el país se mueve desaparece. Su experticia, sus vivencias (un tipo como de 72
años que sabe manejar bien sus aspiraciones) y que, al contrario de Eduardo
Fernández, no impone su condición política, piensa y actúa como la gente mayor.
Es un tapón. En AD y el país. Y uno no imagina que se le ocurriría, como a
Felipe González, un líder socialdemócrata tan viejo como él, brindar su apoyo a
un joven como el recién electo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez,
dando la sensación de que los delfines en AD no tienen aletas.
Un
Nuevo Tiempo (o la gran presión de Manuel Rosales). Missing in action Pablo Pérez, Manuel
Rosales quiere regresar al ruedo, recuperar el Zulia, llegar a la Asamblea con
su victoria y buscar alianzas. Está por verse. No lo dejan entrar.
Voluntad
Popular: un gran experimento político.
Tiene unos dirigentes que se arriesgan. El grupo que se gesta ahí apuesta, se
aventura, se expone en lo político. Pero eso lo hace a veces inconsistente, ya
que las complejidades del país no permiten un libreto corriente. Experimentan
unas alianzas y ganan alcaldías, pero entonces, pasando por encima del resto de
sus aliados, de inmediato salen y dicen (como lo acaban de hacer una vez más en
las primarias) que son la primera fuerza política. Y, en lugar de dejar que sus
alcaldes desarrollen y cumplan con la gestión para la que fueron electos, van y
bajo el liderazgo de López salen a querer tumbar a Maduro.
Un
Henrique Capriles que juega muy solitario. Lo hace con sus asesores y sus amigos. Después de sus
experiencias electorales presidenciales, al parecer asume que, pase lo que
pase, como por inercia, él es el candidato. Con Leopoldo inhabilitado, Antonio
Ledezma ídem y María Corina siempre en la cuerda floja, queda solo. Y, al
final, siempre está de primero en las encuestas. Henrique no está en un partido
como aquella Acción Democrática de Claudio Fermín, en la que estaban ligando
que lo mataran electoralmente. No. Primero Justicia se cala que Henrique no
asista o asista poco a las reuniones y juega con él. Lo que pasa es que no hay
conexión. Otro partido le hubiera cortado la cabeza. A Claudio Fermín AD no lo
soportó.
Y
María Corina, muy voluntariosa también.
Desea convertir sus deseos en prioridades, pero son deseos: están en su mente y
no tienen conexión real con la estructura popular del país. Dice que hay que
salir de esto, pero el problema está en que no dice cómo. Es duro y largo
construir un partido o una organización con un cuerpo dirigencial colegiado y
con peso y liderazgo real, más allá de ella, de su entorno… y más allá del
voluntarismo de un sector de las clases medias.
Quizás a quien Leopoldo se la tenga
jurada sea a Julio Borges, quien nunca le dio cuartel en PJ. No lo cubría. Se
conocen demasiado. Se encuentran en la ONG originaria y hacen campaña juntos a
la Asamblea Constituyente del año 2000 y fue Julio Borges quien sacó los votos.
Un amigo común dice que Leopoldo tiene que matar (políticamente, se entiende) a
Julio, ese parricidio político que ninguno en Copei (ni Eduardo Fernández ni
Osvaldo Álvarez Paz) se atrevieron a ejecutar con Caldera.
Peligrosísimo ese juego político en que
“el ser humano se emociona primero ante el mundo y luego cavila”.
La reflexión es acertada y refleja mucho de lo generado por esta convocatoria unilateral. En cuanto a la caracterización de VP es acertada y en ella coincide con MCM quien es apreciada popularmente pero carece de visión política de conjunto. VP juega en esta obra el papel radical como era el bolchevismo en 1917: empuja a los demás adelante y en ese camino podría ayudar a derribar el muro del chavismo pero quien llegue a ganar la unanimidad detrás suyo no será NUNCA el. Y el camino que el decida seguir, al margen de la estabilización democrática y la verdadera transición, incluyente y pausada (remember carmona), no será positiva , a menos que aprenda que la historia no termina mañana
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