ANTONIO MARÍA DELGADO 07 de julio de 2015
La inflación en Venezuela durante los
últimos 12 meses se ubica en 615 por ciento, dijo el martes el economista
estadounidense Steve H. Hanke, al advertir que la economía del país ya ingresó
“en una espiral de la muerte”.
Hanke, una respetada autoridad en
política monetaria que ha asesorado a distintos países de América Latina y
Europa, advirtió que las medidas adoptadas por el régimen de Nicolás Maduro en
los últimos meses para encarar la crisis económica solo han servido para
exacerbarla, lo que ha conducido a una perversa dinámica que está acelerando
aún más la que ya es la mayor inflación del mundo.
“La economía está en una espiral de la
muerte, pasa de una situación mala a una situación cada vez peor. Todo lo que
han intentado hacer para corregir solamente ha empeorado la cosa”, advirtió
Hanke, profesor de Economía Aplicada en la Universidad Johns Hopkins en
Baltimore.
“La inflación implícita, que yo la estoy
calculando todos los días, es de 615 por ciento. Esa es la verdadera inflación
de Venezuela”, señaló en una entrevista telefónica el autor del libro Juntas
Monetarias Para Países en Desarrollo, Dinero Inflación y Estabilidad Económica,
publicado recientemente.
El cálculo de inflación de Hanke toma en
cuenta la tasa de depreciación del bolívar en el mercado paralelo para medir el
verdadero estado de los precios en una economía altamente distorsionada por los
controles estatales.
Según Hanke, la fórmula de cálculo que
él utiliza para medir la inflación venezolana, basada la teoría sobre la
paridad del poder adquisitivo, brinda una lectura mucho más veraz que la que
solía aportar el régimen bolivariano cuando anunciaba las fluctuaciones de su
Indice de Precios al Consumidor.
Hanke, quien también calcula el Indice
de Miseria para la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist, explicó
que la brecha entre la tasa de inflación real y la oficial se debe a los instrumentos
de control de precio impuestos por el régimen de Maduro.
Debido a ello, los precios de productos
utilizados para calcular la inflación son “artificialmente bajos”, produciendo
un efecto llamado por los economistas como “inflación suprimida”.
En cambio, el uso de la teoría sobre la
paridad del poder adquisitivo suministra una metodología veraz para estimar la
tasa de inflación en países con grandes distorsiones.
La fórmula ha sido utilizada con éxito
para calcular la verdadera inflación en economías sofocadas por un elevado
nivel de controles estatales, dijo el profesor quien asesoró a distintas
naciones de Europa del Este en sus procesos de transición hacia el libre
mercado.
Hanke conoce muy bien el comportamiento
de la economía venezolana. Fue asesor durante el segundo gobierno del ex
presidente venezolano Rafael Caldera, cuando éste comenzó a considerar la
posibilidad de aplicar una reforma monetaria a fin de corregir las distorsiones
que venía acumulando la economía.
Sin embargo, Caldera no llegó a aplicar
las reformas y las distorsiones se dispararon durante el gobierno del fallecido
Hugo Chávez para luego agravarse aún más bajo Maduro, quien ahora sostiene las
riendas de un país que avanza rápidamente hacia la hiperinflación.
El régimen bolivariano, que actualmente
tiene ya varios meses sin brindar datos de inflación, había anunciado que
Venezuela había cerrado el 2014 con una tasa de 68.5 por ciento, que para ese
entonces era la más alta del planeta.
Esa lectura, sin embargo, era mucho más
baja que la tasa que realmente padecieron los venezolanos, que según los
cálculos del profesor pudo haber sido tres veces más alta.
Hanke, cuyo libro precisamente presenta
un recetario sobre cómo tratar los graves problemas monetarios de países como Venezuela,
advirtió que el deterioro de la economía ha estado cobrando velocidad en los
últimos tiempos.
Ese deterioro se está viendo reflejado
en la velocidad con que el bolívar ha estado perdiendo su valor en el mercado
paralelo, con un dólar que duplica su valor frente a la moneda nacional cada
tres meses.
El martes, el bolívar cerró con una
cotización de 542.78 por dólar, tres veces mayor que el nivel de 170 bolívares
con que el dólar inició el año.

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