Por: HÉCTOR BUJANDA
El ex director de políticas
públicas y competitividad de la CAF considera que el modelo económico no
funciona, pero para cambiarlo hay que establecer un gran acuerdo social que
garantice su viabilidad en el tiempo
El momento del país es tan
delicado y tan complejo que un politólogo como Michael Penfold, profesor
titular del Iesa y autor de varios libros como el ya célebre Un Dragón en
el Trópico: la Economía Política de la Revolución Bolivariana (ya va por
su tercera edición en inglés) no cree que pueda exigirse un cambio radical del
modelo económico existente. El tiempo no da, dice, para apostar por los
maximalismos, más bien hay que trabajar con aspiraciones secundarias, como la
del fortalecimiento del empleo, por ejemplo, que estimulen la creación de
acuerdos sobre otros componentes esenciales de la economía como la inversión,
la infraestructura, la protección social y la educación.
Hace pocos meses, Penfold
cerró un ciclo de trabajo en la Corporación Andina de Fomento (CAF). Allí
estuvo siete años al frente de la Dirección de Políticas Públicas y
Competitividad, en un momento histórico en que la institución pasó de ser un
organismo multilateral que gravitaba sólo en los países andinos a impulsar el desarrollo
en unas
La experiencia de la
expansión del ahora Banco de Desarrollo de América Latina significó para
Penfold no sólo la posibilidad de ampliar los radares sobre temas que le han
interesado desde hace muchos años –el diseño e implementación de políticas
públicas- sino que además le permitió escanear, in situ, el comportamiento de
un continente que en las dos últimas décadas ha cambiado sustancialmente.
Desde esta experiencia, que
involucra el examen de gobiernos de izquierda y de derecha por igual, Penfold
viene ventilando unas preocupaciones centradas en la necesidad de que Venezuela
restablezca cuanto antes su estabilidad macroeconómica, un problema que, a
través de expresiones como la inflación y la devaluación, está destruyendo no
sólo a las instituciones, sino a la empresa privada, a los partidos, a los
modelos y políticas, a la sociedad entera.
Venezuela, una excepción
–¿Cuánto
cambió América Latina en los últimos años?
–América Latina ha sufrido
una transformación muy importante que tiene dos elementos clave. Un primer
elemento es que hizo reformas fiscales muy profundas. El segundo es que
estabilizaron sus economías y controlaron la inflación. Eso le dio estabilidad
macroeconómica a muchos países que supieron aprovechar la bonanza de los
últimos diez años, cuando subieron los precios de los commodities por la mejora
tremenda en términos de intercambio comercial. Básicamente, Venezuela también
salió beneficiada de esta mejora, pero el país no generó la estabilidad
macroeconómica que sí lograron otros muchos. Pudo haberlo logrado, igual o
mejor que los otros, pero no lo hizo.
–¿Habla
de países gobernados por la izquierda y la derecha?
–Por la izquierda y la
derecha. Creo que la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria, no
puedes hacer políticas públicas vinculadas con políticas de transformación productiva,
de crecimiento de inversiones, con políticas sociales, sin tener esa convicción
básica de que hay que mantener la estabilidad macroeconómica. En eso hay un
amplio consenso a nivel mundial.
–¿Venezuela
marchó de espaldas a la estabilidad macroeconómica?
–El hecho de que no
tuviéramos unas instituciones adecuadas en el ámbito económico, fiscal y
cambiario, en un momento en el cual tuvimos una gran bonanza petrolera y mucho
acceso a los mercados de capitales -que implicó un mayor endeudamiento del país-
le permitió a Venezuela aplazar por mucho tiempo, por más de una década, esa
necesidad. Y las circunstancias que estamos viviendo ahora te llevan nuevamente
a pensar que, sin esa estabilidad, hacer políticas públicas es sumamente
limitado.
–Primera conclusión: había
que respetar los principios macroeconómicos
–Es un asunto más amplio. En
América Latina hubo en todo este tiempo una política social muy activa, que
vino acompañada de políticas de transferencia de recursos y recuperación del
ingreso, de reformas en el sistema educativo. Y también se produjo un proceso
de atracción de inversiones muy importante. América Latina estuvo atrayendo,
hasta hace poco, más de 120 mil millones de dólares al año, en un momento en el
que Venezuela decidió también cerrarse a esos flujos. La región creció y logró
expandir a dos sectores sociales fundamentales: por un lado, grupos importantes
salieron de la pobreza y entraron a lo que se llama hoy “la vulnerabilidad”; y
por otro, hubo una expansión importante de la clase media.
América Latina, sin embargo,
sigue teniendo unos retos enormes. Su crecimiento, especialmente el de
Suramérica, se explica por los términos de intercambio comercial entre los
países y no por mejoras en la productividad. ¿Qué es lo que se está viendo?
Ministerios de Industria y Comercio, de Finanzas, han empezado a pensar
políticas económicas orientadas hacia tres objetivos fundamentales: fortalecer
los sectores económicos que tengan ventajas comparativas y que puedan crecer
competitivamente en la región; políticas de apoyo, en términos de
infraestructura, que estén vinculadas a esos sectores económicos y, por último,
políticas de desarrollo educativo, que tengan que ver con la educación técnica
y profesional para fortalecer destrezas y conocimientos en sectores que lo
necesitan.
–¿Cómo
calza Venezuela en ese contexto?
–En la región hay un debate
centrado en la transformación productiva. Una transformación, además, que
implica mejoras importantes, a largo plazo, para que los países crezcan. Perú y
Bolivia están avanzando de manera muy rápida. También Ecuador, Brasil y México.
Creo que esa es la agenda correcta, porque la región no puede depender
solamente de las mejoras en el intercambio para garantizar el crecimiento, sino
que se requiere una política económica mucho más inteligente que permita
asegurar mejoras en sectores productivos.
Cuando ves a Venezuela, a la
luz de las transformaciones que han venido ocurriendo en América Latina,
entiendes que existe la urgente necesidad de conectarse con esas tendencias
regionales y con la agenda que se está promoviendo. El país no se puede aislar,
puesto que esa agenda la están asumiendo gobiernos de derecha y de izquierda
por igual.
El empleo como motor del
cambio
–Ese es el gran acertijo que
ha perseguido a Venezuela, a la luz de toda su dinámica rentista: ¿cómo lograr
la transformación productiva?
–Tenemos una ventaja en el
petróleo que hay que desarrollar. Una ventaja a la que no puedes darle la
espalda y que además nos permite estabilizar muchas cosas. Pero el ingreso
petrolero, lo sabemos, no es suficiente para crecer en el tiempo. Y sin duda,
la buena utilización de la renta, en conjunción con la transformación
productiva, es parte de una agenda pendiente, de muchísimos años atrás. Hemos
tenido altibajos, la transformación productiva aparece y desaparece de la
agenda de discusión pública. Siento que ahora es un momento en el que todo el
mundo dice “oye, eso es importante”.
Se está valorando la
transformación productiva, el tema de la diversificación exportadora, pero eso
supone una discusión que va más allá del tema cambiario. Requiere de una
discusión relacionada con la pregunta ¿qué tipo de modelo queremos? En el
fondo, si me preguntas, el gran tema es el empleo. El empleo formal, la calidad
de empleo. Y eso te lleva a hablar de diversos temas, que pueden ser un factor
unificador.
–¿Por
ejemplo?
–El empleo te lleva a hablar
de inversión, de seguridad social. Te lleva a hablar de temas como la
formación, la infraestructura y las políticas públicas. Políticas, por ejemplo,
para apoyar a la pequeña y mediana empresa, para apoyar la formalización y
también el emprendimiento de las nuevas empresas. El reto fundamental no es
decir que hay una agenda pendiente, sino que es una agenda compleja. Y es una
agenda que requiere de una gran institucionalidad.
–Otra tarea pendiente.
–Eso obliga a que hablemos
de la necesidad de diálogo. Dialogo público y privado. El país, más que
diálogo, necesita crear las bases para una institucionalidad que enfrente esa
agenda en el largo plazo. Eso pasa por temas, digamos, muy grandes, que tienen
que ver con el derecho de propiedad, con infraestructura, con política
cambiaria, con retomar elementos más finos para poder generar esos acuerdos básicos.
Y que esos acuerdos básicos se produzcan en regla, que es lo que esta faltando.
–La falta de
institucionalidad en Venezuela es un problema desde los años 80. Nadie ha
podido desmontar el Estado realmente existente, ni los neoliberales ni los
socialistas.
–Vamos por parte. Yo creo
que el país, en este momento, está demandando estabilidad económica, en medio
de una gran crisis y una gran confrontación. Lo que genera inestabilidad son
varios fenómenos. Por un lado, tienes la caída del ingreso petrolero, que es
muy delicado. Y tienes una crisis de liquidez. No tienes acceso al mercado de
capitales y se han cerrado los flujos de inversión. Salvo unos cambios
puntuales que se vienen haciendo, es muy corto el progreso.
El modelo no está
funcionando. Los modelos se evalúan y los resultados de este modelo empiezan a
ser evidentes, sobre todo cuando lo mides en términos inflacionarios, por
crecimiento, ahí aprecias un problema. Parte de la solución pasa por empezar a
reconocer que allí existe un problema. Y que, con los niveles de ingreso que
tiene Venezuela, este modelo no es financiable.
Ahora, ¿cómo desmontas eso?
Es una discusión muy importante y es una discusión que se tiene que dar en un
marco político, no sólo dentro del ámbito económico. Porque al final podría
pasar lo que siempre pasa en este país, que tratas de desmontar un sistema que
sabemos es muy rentista y al final no logras avanzar porque hay muchos
intereses que lo frenan.
–¿Qué
rol le designaría al Estado en la transformación del modelo económico?
–Es lógico pensar que el
Estado tiene un papel muy importante que jugar para poder proveer la protección
social que se requiere en este tipo de contexto. Ahora, volviendo al plano de
la pregunta, vamos a la transformación productiva. Yo pienso que aquí hay que
centrar el debate o la discusión alrededor del empleo formal. ¿Qué es lo que yo
veo con muchísima preocupación? Que los procesos de control de precios, de
control de cambio, de controles regulatorios en las cadenas de distribución,
cada vez están generando un efecto de formalización de la informalización. Y
empiezas a ver fenómenos como el “bachaqueo”.
Hay quienes dicen que el
bachaqueo “es una especie de estabilizador social”. No, el bachaqueo es muy
corrosivo, porque básicamente lo que empieza a operar son grupos que controlan
la informalidad. Es un elemento que hay que frenar. Pero, cómo hacerlo. La
alternativa es un modelo que sea capaz de generar empleo en Venezuela.
–¿Pero
eso tiene efectos a corto plazo?
–Eso pasa por reconocer que
la política económica a nivel macro, la cambiaria y fiscal, no está
funcionando. Y que hay unos elementos que hay que atacar, que hay que resolver.
También hay otro tema muy importante que tiene que ver con el Estado y la
institucionalidad. No vas a lograr ese tipo de trasformación sólo a través del
Estado. El sector privado es parte de una solución, el sector privado solo no
lo puede hacer, por eso requiere de unas políticas públicas adecuadas que
acompañen ese proceso, no que lo dirijan. Y yo creo que allí hay una distinción,
sobre cuál es el papel del Estado que debemos asumir.
Hacer crecer el sector
privado
–Las instituciones, para que
funcionen, necesitan de acuerdos amplios y dinámicos.
–Se requiere una
institucionalidad público-privada que ahora, en un ambiente de tanta
desconfianza, es muy difícil construir. Porque ese es el reto. ¿Cómo la
construyes? Empieza por analizar cómo está organizado el Estado hoy, alrededor
de los temas productivos, y te darás cuenta de que hay distintos tipos de
autoridades que se solapan con distintos ministerios, con distintas
prerrogativas y competencias.
¿Al final qué es lo que
tienes? Una gran descoordinación. Que ni siquiera ayuda a lograr conseguir el
objetivo de la política que está planteado, que a mí entender no es el adecuado.
Eso requiere, entonces, un rediseño. No puedes pensar que aquí vamos a ir de un
modelo a otro sin pensar cómo es la transición, cómo es el cambio sobre el cuál
estás construyendo ese proceso. Eso es lo que ocurrió en todos los países de la
región y es un proceso que, fundamentalmente, se construye sobre la vinculación
público-privada. En Venezuela, lamentablemente, esa vinculación está minada.
–El gobierno siempre se ha
hecho la pregunta de con cuál sector privado trabaja.
–Eso es lo que se llama un
dilema falso. Necesitas más sector privado, porque es el que atrae más
inversiones. Necesitas hacer que la inversión privada invierta más, pero ¿qué
es lo que tienes ahorita? Un proceso de desinversión muy agudo. Lo estás viendo,
por ejemplo, en el sector automotriz. ¿Qué esta pasando? En el sector
automotriz tienes una importante inversión extranjera, pero básicamente las
casas matrices le están diciendo a las casas locales “anda por tu cuenta, yo a
ti no te puedo financiar más”. Y el Estado tampoco puede intervenir porque no
tiene dólares suficientes para garantizar las importaciones que esta cadena
necesita.
El impacto es que tienes un
sector que producía cientos de miles de vehículos al año y que ahora está
produciendo apenas unos miles. Eso es una pérdida de productividad tremenda.
¿Por qué ocurrió esto? Porque el gobierno no ha entendido que esos
inversionistas que están ahí no requieren de los dólares del gobierno. Ellos lo
que necesitan es poder acceder a un modelo cambiario creíble, para que cada
casa matriz restablezca la línea de crédito y la casa local retome la
actividad.
–El economista Asdrúbal
Baptista dijo hace poco que no veía grandes diferencias entre el empresario de
hace 30 años y el actual. Todos pasan por pedir dólares al Estado.
–El problema es que la
relación del sector privado con el sector público tiene esas características
que Asdrúbal describe, pero ¿de que estamos hablando cuando hablamos de
transformación productiva? Estamos hablando de un sector privado diferente.
Distinto, que tienes que construir, pero no lo vas a construir sobre un decreto
de control, lo vas a construir sobre un cambio en las políticas públicas, sobre
cambios en la política económica, sobre la confianza. Eso es lo que Venezuela
necesita. En este momento, este es un país que está paralizado y que no es
capaz de ver más allá de unas elecciones.
El modelo actual es más
costoso
–¿Las
parlamentarias pueden resolver este entuerto?
–Estamos esperando cambios
económicos en función de unos cambios electorales desde hace ya prácticamente
15 años. Y quizás la repuesta es otra. Quizás el país necesita una apertura que
pasa por construir un conjunto de temas más integradores, como por ejemplo, el
del empleo, y abrir un espacio de dialogo que en este momento no tenemos. La
responsabilidad es de los actores sociales, que deben elevar esa discusión. Y
creo que eso es lo que el país está reclamando en este momento.
–¿Cómo
decirle hoy a la gente que el empleo es el motor de un cambio cuando el salario
no es un estímulo para nadie?
–Con la aceleración
inflacionaria que tiene en este momento Venezuela, hay un deterioro del ingreso
real que es dramático. Y con los controles, tienes un proceso de arbitraje que
está generando extracción de las cadenas formales de distribución y
comercialización que genera desabastecimiento. Además, tienes un recorte de las
importaciones y una caída muy grande del ingreso petrolero.
Salir de ahí luce como un
laberinto y la transición pareciera muy costosa. Pero yo creo que este modelo,
tal y como está hoy, es más costoso que la transición, es menos beneficioso que
una alternativa, que todavía hay que construir. Entonces, ¿qué es lo primero?
Aceptar que Venezuela necesita, en el plano económico, un cambio. Podrías
debatir en el ámbito cambiario si es un esquema dual, si es un esquema de
flotación, si haces una transición rápida. Hay que abrir el abanico.
–¿Cómo
abrirlo? El chavismo tendría que aceptar una derrota
–Esto está bastante
estudiado y al final los países se abren porque tienen una crisis de balanza de
pago. Y una crisis de balanza de pagos genera una confrontación a lo interno
del gobierno. Yo creo que esa discusión a lo interno, desde el revolcón
económico del año pasado, está presente. Está presente con bemoles, con
momentos en que quizás es más pública o menos pública, pero es evidente, tanto
al interior del gobierno como a nivel social, que las diferencias se están
ventilando.
La gente se olvida de
Caldera y yo creo que es muy oportuno rememorar ese episodio. Caldera también
estaba cerrado a la idea de quitar el control cambiario, después de la crisis
financiera que vivió el país. Estaba cerrado a abrirse al sector privado en
general. Y al final la inflación, la falta de acceso al financiamiento externo,
fue llevando al gobierno a un cambio. ¿Qué ocurrió entonces? Que ese cambio no
se socializó lo suficiente. No vino acompañado de un proceso de acuerdo que lo hiciese
sostenible. Si nosotros no logramos generar la institucionalidad que acompañe
ese proceso, yo creo que siempre va a ser efímero en una economía rentista como
la nuestra.
Debate social,
reconocimiento, confianza
–¿Cree
que la gente quiere debatir un cambio de modelo?
–Veo a la gente en la calle
que quiere debatir. Aquí estamos haciendo colas, estamos perdiendo tiempo en
este proceso, cada vez más complejo, en el que los empleos formales se están
resintiendo y hay empresas que están cerrando. Ahora, ¿que es lo que la gente
no quiere que le digas: “bueno, ahorita vamos a una apertura de mercado y vamos
a un nuevo modelo”. Es decir, lo que no quiere la gente es que le digan
“vámonos al otro extremo”.
–¿La
gente le teme al desangre que produciría un reajuste extremo?
–Estoy convencido que eso no
es sostenible. Tienes que cambiar ciertas políticas que te den estabilidad
macroeconómica para poder entrar en esta discusión del cambio de modelo. Hay
que aceptar que sin eso, sin un proceso de estabilización, no hay manera de
entrar en esa discusión. No hay forma.
–¿De
no lograr restablecer la estabilidad, qué nos espera, una guerra social por la
repartición de los alimentos?
–No soy de los que piensa
que ese es el resultado inevitable. Lo que yo veo es que, socialmente, el país
está generando una demanda y lo ves, sobre todo, en los sectores populares. Hay
tres bloques políticos muy claros y una nueva demanda por abordar estos temas.
La pregunta es si el gobierno tiene la capacidad de abordar esta demanda y si
la oposición también está en capacidad de entender lo que eso supone.
Esa demanda es alrededor de
tres temas fundamentales: “Dame divisas, dame empleo y dame seguridad
social”. Ese es el mensaje. La pregunta es ¿cómo se organiza la economía para
poder proveer eso? Pretender que lo vamos a hacer a través del sector
petrolero, solamente, no se puede. Me parece que en ese sector están pasando
cosas interesantes. Empiezo a ver una gestión que está orientada a estabilizar
la producción, después de un largo declive. Pero tienen que generar allí un
proceso de inversión que aumente la productividad. Lo mismo hay que hacer con
el sector metalúrgico y el automotriz, contar con lo que tienen y construir
sobre eso.
–El
chavismo intuye que con resistencia, sacrificio y voluntad tampoco se va a
vencer la guerra económica
–La guerra económica es un
ejercicio retórico. Pero desde esta perspectiva, admiten ya que con voluntad,
con sacrificio no estamos resolviendo el problema. Es que no hay recursos.
¿Cómo transitas el cambio? Yo creo que esa es la gran discusión y no es un tema
de consenso, es un tema de abrir el espacio donde vas a entrar y encontrar
posiciones muy diversas sobre el sector privado, sobre el papel de la
educación, sobre el desarrollo de la infraestructura. Fíjate este tema de la
infraestructura, que es muy importante. Si quieres crecer hoy en día, en
cualquier economía a nivel global, la inversión en infraestructura debe ser
entre 5 y 8% del PIB. ¿Cómo vas a financiar eso? ¿En qué tipo de proyectos lo
estás haciendo? Es un tema clave.
Uno empieza a ver cierto
pragmatismo en el gobierno, que a mí me parece interesante. Por lo menos la
gestión de Haiman El Troudi. La mentalidad de que hay que invertir en pequeños
proyectos con alto impacto, porque estás invirtiendo en zonas urbanas. Yo
comparto esa visión. Reconocer eso, ese pequeño cambio, ya es muy importante.
El centro de Caracas, por
ejemplo. Se le ha invertido, ha habido un proceso de rescate del casco
histórico. ¿Qué ha faltado? Comercio. Entonces no puedes hacer una
transformación urbana sin el sector privado. Es ilógico pensar que lo vas a
lograr, porque las necesidades de inversión son muy altas.
–¿La
sociedad terminará exigiendo el cambio de políticas públicas?
-Yo creo que la sociedad
tiene que demandarlo masivamente. Es el gran motor, tanto en el plano político
como en el plano económico.
–Ocurrió ya un fenómeno como
La Salida
–No estoy hablando de eso,
yo estoy hablando de abrir los espacios de discusión. Estás hablando de
protesta y ese es un elemento que en cualquier sistema político es legítimo.
Pero yo estoy hablando de otra cosa, estoy hablando de cómo abres espacios para
que la sociedad pueda decir: “mira, cambia ese modelo, que esto no está
funcionando”.
–¿En
qué momento una demanda social se vuelve visible si no pasa por su construcción
en los medios de comunicación y tampoco por la toma de la calle? ¿Cómo se
ventila eso?
–Las regiones son sumamente
importantes. Creo que hay espacios que hay que recuperar, desde donde se pueden
generar alternativas. Creo que a nivel de políticas económicas, puedes generar
grandes debates y veo, de hecho, que se están empezando a dar. Y se están dando
porque hay una sociedad que está empezando a demandarlo. Entonces, ¿qué es lo
que va a mover esto? ¿Esto lo van a mover los políticos? ¿Esto lo va a mover el
gobierno? No. Esto lo va a mover, al final del día, la gente. Es una realidad
nueva.
En este momento prefiero una
preferencia de segundo orden, siempre y cuando sea sostenible. Aquí, tanto la
oposición como el gobierno, están luchando por imponer su primer orden de
preferencias. Y la realidad es que el país no da para eso. ¿Cuál es la buena
noticia? La democracia surge cuando tienes ese tipo de conflictos. ¿Por qué?
Porque tienen que darse garantías mutuas. Y estás en un proceso de negociar
garantías mutuas, permanentemente. Eso es lo que es la democracia.
–¿En
esta realidad ya no se puede seguir jugando a imponer una verdad, venga del
bando que venga?
–No creo que sea el momento.
Históricamente, yo creo que es suicida ser maximalista y plantear esto en
términos de “este es mi proyecto de país” vs “este otro proyecto de país” En
ese sentido, la gente siente que no hay referentes. Y la verdad es que no los
hay. Hay que construir esa referencia. No es sencillo.
Este es un país que desde
hace 30, 40, 50 años, se ha complejizado mucho. Uno tiene que partir de cierta
humildad y reconocer esa complejidad. Si me preguntas cuál es mi modelo, te
diría que tengo ciertas preferencias con respecto a cuál debería ser la
política cambiaria, la política fiscal, cuál la del sector productivo, la
social, la energética. Pero yo tengo que abrirme a esa discusión.
05-08-15
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