Por Maureen Gubbin Vásquez, 02/09/2015
La verdad es que estoy harta, amanezco paseándome por las redes a ver
qué pasó ahora. ¡Todo es un drama! Sin embargo, tengo que leer porque “hay que
estar actualizados”, la idea no es vivir en la ignorancia.
Además de todo lo que ya sabemos (para qué vamos a entrar en detalles),
lo último que me ha revuelto el estómago es lo de los colombianos.
No es que yo ame, lo que se dice “amar” a los colombianos, no. He
visitado Bogotá, Zipaquirá, tengo amigos, la gente es afable y educada. Tratan
bien al turista, a pesar de uno que otro a quien no me gustaría volver a
encontrar por déspota; pero déspotas hay en todos los países, así que no es eso
precisamente lo que caracteriza al pueblo colombiano.
Tampoco vamos a decir que la mayoría son narcos o paramilitares.
Términos que de unos años para acá escucho con más frecuencia de lo que
quisiera. No me interesa para nada el tema, pero ahora resulta que a los
vecinos de la frontera los están botando a patadas de Venezuela. He leído que
les han destruido las propiedades, quitado a los hijos venezolanos y violado a
sus niñas. ¿Falso o verdadero? Se dicen muchas cosas, pero lo más triste y
preocupante es que estamos hablando de seres humanos. Ni a los animales se los
trata así. ¿Desde cuándo los venezolanos nos caracterizamos por ser tan
agresivos y hostiles? ¿Será el hambre, la falta de medicinas, el problema para
conseguir un empleo bien remunerado, la inflación, DólarToday? Que alguien me
explique porque cada día entiendo menos.
Nosotras, las personas de la tercera edad, lo único que deseamos es
pasar nuestros “años dorados” en paz. Sería ideal que pudiéramos vivir de
nuestra pensión, pero tenemos que aceptar que la cosa está difícil. Si a eso le
sumamos, que la política nos tiene con la tensión arterial por las nubes,
admitamos que no sólo están corriendo a los colombianos y a nuestros jóvenes
sino también a los viejos. ¡Más de uno ha muerto de un infarto, con tanto
escándalo!
Hace unos días, escuché por un canal de televisión, gritar enfurecido a
alguien del gobierno: “¡a los colombianos los esperamos rodilla en tierra y
fusil al hombro!”
De verdad me asusté. Pensemos con calma que Colombia es un país que
está acostumbrado a pelear. Venezuela no. Nos llegan a ver los colombianos
“rodilla en tierra y fusil al hombro” apuntando hacia ellos y aquí se arma la
de San Quintín.
Opino que hay que tener mucho cuidado con los discursos oficiales,
porque de ellos depende nuestra estabilidad, la de todo el pueblo venezolano y
extranjero que hace vida en el país.
Con todos estos dramas que tenemos encima y el “señor” en Vietnam,
ustedes me dirán. Sinceramente, no es por criticar, pero llama mucho la
atención. Deja la candela prendida y vuela para Asia. ¿Qué tal?
¿Cómo nosotros, el pueblo llano, ese que no se mete en nada, no vamos a
estar preocupados? Vivimos en un solo sobresalto, sin saber a qué atenernos. ¿A
qué se deben el torbellino de dificultades en que estamos sumidos?
Estoy de acuerdo en que los que estén ilegales en el país, deben
ponerse a derecho. Hay formas de formas de hacer las cosas. Para eso existen
los canales diplomáticos entre ambos países. ¿No era más razonable avisar al Gobierno
de Colombia la intención con los ilegales, dándoles tiempo para que los
trasladaran a su territorio, en familia y con sus bienes a cuestas?
Con un rollo nuevo cada día ¿dónde quedó “la suma máxima de felicidad
posible” que nos prometieron?
@maureengubbins
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