Luis
Manuel Esculpí 15 de diciembre de 2015
Después
del rotundo triunfo de las fuerzas democráticas en las elecciones
parlamentarias, podemos ratificar lo que antes intuíamos a la celebración de
estos comicios, una victoria amplia -no imaginamos que lo fuera tanto-
significaría un hito, un punto de quiebre de histórica trascendencia.
Más
allá de las distintas teorías acerca de los ciclos históricos, a riesgo de
equivocarme afirmo: hay indicios que el 6 de diciembre puede marcar el
principio del fin de una época y el inicio de una totalmente distinta a las
conocidas hasta ahora en Venezuela.
Los
hitos del siglo XX venezolano han sido estudiados por la mayoría de nuestros
historiadores, siendo objeto de profundos análisis y de interesantes
controversias. Pudiéramos adecuar a este siglo el famoso concepto -más que una
frase- de Mariano Picón Salas en su famoso ensayo: "La Aventura
venezolana" donde afirmó: "Podemos decir que con el final de la
dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX. Comienza con treinta y cinco
años de retardo..." El intento de imponer "a troche y moche" un
modelo decimonónico fracasado en todos los lugares donde se implantó, nos situó
entre las economías más atrasadas del mundo y estos diez años nos impidieron
progresar acorde con los signos de los tiempos.
Lo
época que está por nacer, si tomamos el concepto gramsciano de la crisis, tantas
veces repetido por el expresidente y nunca asumido, es inédita. No es posible
regresar al pasado, si hablamos de los cuarenta años de la República civil, con
todas sus virtudes y sus defectos. Tampoco se trata de la continuación y
superación del actual régimen. Por supuesto habrá elementos de continuidad,
pero los de ruptura serán preponderantes. Se trata de construir un nuevo modelo
de sociedad, un nuevo proyecto de país, que necesariamente supone la superación
de los últimos conocidos y se coloque a tono con la modernidad, con los
vertiginosos avances experimentados por la ciencia, la tecnología y la cultura
en el transcurrir del siglo.
Esta
nueva época -de ellas existen gruesas pinceladas- diseñadas por académicos y
por diferentes plataformas programáticas elaboradas desde las experiencias
unitarias, se caracterizará por la amplitud y por la real participación de la
diversidad del país, por supuesto, sin excluir antiguos partidarios del régimen
que está pereciendo.
No se
trata de una elaboración de laboratorios, distanciados de la dinámica social,
el nuevo país se conformará al calor de la acción política y social, donde la
conducción tendrá que emplear toda la sapiencia hasta ahora demostrada, en
proseguir una ruta que ha posibilitado la Victoria, la perseverancia, la
firmeza y la serenidad de su actuación para asumir con éxito los desafíos del
porvenir.
Tamaña
tarea tiene la MUD planteada, atender con acierto la coyuntura difícil que se
avecina en los primeros meses del próximo año, en especial todo lo relativo a
la labor del poder legislativo, y a la vez sentar las bases para la edificación
de la sociedad que está por nacer.
Si
estamos- como percibo- en el umbral de un cambio de época, la Dirección tiene
que colocarse a la altura de esa dimensión histórica, debe asumir a plenitud el
rol que le corresponde, desestimando lo subalterno y concentrando su esfuerzo
en lo esencial, para poder cumplir con las exigencias del tiempo que le
corresponde, la conducción de un complejo proceso social y político, en medio
de la más grave crisis conocida por los venezolanos a lo largo de la historia.
Solo
una acertada lectura de la realidad y la comprensión del tránsito en el cual
estamos posibilitarán jugar el papel acorde con los retos. Conversando sobre
este tema con el amigo Diego Bautista Urbaneja, hizo esta interesante
acotación; palabras más palabras menos: "esta coyuntura es más compleja
que la del 23 de enero de 1958". Comparto esa apreciación y tengo
confianza en que conservando la unidad de propósito y de mando, las fuerzas
democráticas agrupadas en la MUD, podrán conducir con acierto la siguiente
ruta.
El
trayecto recorrido desde que existe esa plataforma unitaria ha permitido
superar errores de pasado y perseverar en una conducta política que ha producido
los mejores resultados conocidos en esta lucha, no ha sido fácil enfrentar a un
adversario que dispone aún de poder y de inmensos recursos y además convencer a
sectores opositores que desestimaban la ruta trazada. Ahora recuerdo una
interpretación de la frase de MacArtur: La Victoria no tiene sustituto.
La
Victoria sitúa a la actual dirección de la MUD en las mejores condiciones para
dirigir este proceso, obvio -igual que ayer- el mandado no está hecho, pero la
lucha librada hasta hoy, el manejo adecuado de la entereza y la flexibilidad,
el dominio del oficio político demostrado, el crecimiento individual y
colectivo en este periodo nos permite tener confianza en que nuevamente
podremos salir airoso. ¡Que así sea para bien del país y de todos los venezolanos!
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