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domingo, 24 de enero de 2016

Amazonas: una vitrina para la transición por @aaalzuru


Por Alexis Alzuru



A la anarquía es empujada la población por el gobierno. Por supuesto, siempre cabe preguntarse: ¿apuesta Maduro por una revuelta? ¿Promueve una rebelión? Que en su última alocución haya ratificado su enfoque y las mismas propuestas deja pocas respuestas. En especial, después de cerrar el año 2015 con la debacle económica más atroz que se conozca en la historia del país. Al presidente de ignorante se le puede acusar; pero no de estúpido. De allí que una hipótesis pudiera ser que desee agudizar las contradicciones para negociar su renuncia. Otra posibilidad es que él quiera renunciar y sus cómplices no se lo permitan. Después de todo, existen carteles, grupos y organizaciones de los que no es posible retirarse una vez que se ingresa.


Se pueden ensayar varias conjeturas sobre la conducta del presidente después de escuchar las medidas que anunció; lo cierto es que la ruina de Venezuela parece programada y no el producto de errores que provienen de la ceguera doctrinaria del jefe del Estado. Lo importante es que el pueblo no se llama a engaños: sus expectativas son conciliar medidas para reducir los efectos más nocivos de la crisis, no superarla. La gente entiende que revertir el derrumbe de la nación no es posible mientras que Maduro permanezca al frente del Estado.

Sin embargo, el tiempo corre y se acumulan los padecimientos y la indignación de las personas. De mantenerse el actual escenario, lo predecible es que haya un sacudón. A lo mejor conviene anticiparse a la conmoción y construir cauces para direccionar la ira popular. De hecho, el caso Amazonas puede convertirse en uno de ellos; en un canal para intentar trocar la rabia por la esperanza.

La trampa jurídica que el TSJ decretó en Amazonas debería transformarse en oportunidad política. Es obligante con la población de ese estado defender a los tres diputados electos con la tarjeta de la Unidad. Incluso, comprometerse con quienes han sido víctimas del abuso de poder del oficialismo traerá varios beneficios a la oposición. Entre otros que el truco jurídico utilizado para reducir la mayoría de la MUD no se utilice en otras regiones. Además, oponerse a los vicios electorales del PSUV y sus aliados judiciales permite deslindar el país corrupto gobernado por Maduro de la Venezuela del futuro; de esa sociedad renovada que surgiría de un acuerdo de transición.

El fraude cometido en Amazona hay que usarlo para contraponer dos modelos. El de Maduro que profundiza las desigualdades, la corrupción y el fracaso de la vida de los venezolanos y ese otro que plantea reconciliar la igualdad con la libertad y el bienestar. Por cierto, que para burlar la voluntad de los electores el PSUV haya elegido un estado de frontera, pobre y con limitada capacidad de presión es una prueba del compromiso que la élite roja tiene con esa visión que autoriza el ultraje de los humildes; y, por supuesto, de quienes no se arrodillan ante los jefes y el partido. A lo mejor, corresponde que la oposición aproveche ese acto de humillación para debatir sobre la desigualdad. En especial, para anunciar una línea de bienestar y de derechos por debajo de la cual ningún ciudadano nacido o no en esta tierra debería sentirse ubicado.

Abordar cuestiones fundamentales para los venezolanos acerca la transición. Pues dibuja una nación distinta a la de Maduro. No estaría de más decir que al formular ese perfil no se deberían continuar esquivando algunos asuntos. Por ejemplo, el que refiere al deber que tendría el empresariado de asociarse con el Estado para dar el salto de una economía rentista a una que se afinque en la producción de bienes intangibles; o el que atañe a la transferencia de poder y competencias a las comunidades y organizaciones populares.

Hay una agenda nacional que no debe seguir silenciada; engavetada. Debatir en la Asamblea las urgencias que tiene Maduro no bastará para minimizar el impacto de la crisis; tampoco servirá para comprometer al venezolano con una transición pacífica. Se requiere torcerle el brazo al presidente para obligarlo a consensuar medidas; lo cual implica posicionar la tesis de su reemplazo pero con un ideario que tome cuerpo en la calle. A lo mejor, con esa daga sobre la nuca aceptará pactar decisiones razonables, más allá de sus intenciones o la de sus compinches; y, en el supuesto de que se resista, entonces una visión alternativa habría ganado la suficiente fuerza para expulsarlo de Miraflores.

23-01-16




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